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Mostrando entradas de agosto, 2007

El General con uniforme de exilio

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Un diálogo que nunca existió con Juan Domingo Perón asilado en Madrid. Una reconstrucción y revisión histórica de Luciano Fondado a un personaje emblemático de la política Argentina, un hombre que provocó un increible empate en el devenir político del país a partir de 1955; un General generador de escisiones y divisiones ideológicas potenciadas en aquel período donde se prohibió nombrarlo y era un "Tirano Prófugo". El hombre está ahí, ya viejo, en su casa de España. Tiene un traje a rayas y camisa blanca; en el hogar, los troncos resuenan, calientan y alumbran la habitación. El ventanal que da al patio está cerrado y tiene una cortina muy gruesa para evitar que el frío se cuele por el vidrio. Dos sillones de cuero decoran el lugar, sólo una pequeña y delicada alfombra los separa. Una vieja lámpara de pie se levanta junto a uno de ellos, es de cobre bien pulido y lo ilumina con una luz mortecina, opaca, casi fría. El revistero que está a sus pies deja ver las tapas de las revi

Al otro lado del espejo

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No es que tome partido por los relatos caseros que me involucren en el texto. Dio la casualidad que los últimos días fueron tareas de hogar del seminario que curso en la Facultad; y dado a que la creatividad no está atravesando un momento de fabricación cotidiana me veo obligado a publicar lo que salió del horno estos días. Un poco de delirio acerca de dos seres que habitan en el mismo pellejo y no se toman recreos juntos. Fue una tarde de sillón: Algo de televisión, chatear, un rato de libro en el balcón y luego a la ducha. El movimiento del día fue prácticamente nulo pero debía renovarme la cara y el aspecto para concretar el reencuentro con ese alguien con mayúsculas en el ritual de los nombres más nombrados. Salgo de la ducha y me quedo con la toalla aferrada al obligo frente al espejo. Una barba de semana y media juega a conectarse con el bello que se fuga del pecho para instalarse en el cuello. Antes de jabonarme el rostro quedo meditabundo observándome: si me cruzaran en el pue

Tras el tren pintoresco de la infancia (Adivinando esos tiempos de rosas)

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Relato autobiográfico de esa galería de imágenes floridas que se hospedan en cuartos suntuosos de la memoria. Vivencias infantiles donde emerge el fútbol, independiente, la música, la poesía y las fantasías de amores inocentes. Mi primera pasión se vistió de rojo una siesta primaveral debajo de un sauce, sentados entre hombres en derredor a una radio portátil que sonaba a todo pulmón en el silencio dominguero del pueblo. Mi memoria conserva esa imagen como una postal sagrada con jubilación de privilegio. Recuerdo a mi viejo en pantalones cortos, con un bigote grueso prolijamente cortado, sentado en una banqueta de pesca y escenificándose las jugadas que dictaba Víctor Hugo por el pequeño parlante. Mi abuelo estaba con los pies descalzos tendidos en el pasto, una camisa escocesa y la mirada anclada en algún punto remoto que lo aislaba de Independiente y del fútbol. Mientras tanto, mi hermano y yo conservábamos un silencio de cuarenta y cinco minutos comiéndonos los codos porque inaugur

Un hombre a muerto de muerte natural- Gabriel García Márquez

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A finales del siglo xx apareció una nota en el diario El País de España del talentoso escritor colombiano sobre la muerte de una pluma maravillosa que aggiornó el mundo de la literatura y el periodismo: Ernst Hemingway. No hace falta recomendarla, sólo leerla. Esta vez parece ser verdad: Ernest Hemingway ha muerto. La noticia ha conmovido, en lugares opuestos y apartados del mundo, a sus mozos de café, a sus guías de cazadores, a sus aprendices de torero, a sus choferes de taxi, a unos cuantos boxeadores venidos a menos y a algún pistolero retirado. Mientras tanto, en el pueblo de Ketchum, Idaho, la muerte del buen vecino ha sido apenas un doloroso incidente local. El cadáver permaneció seis días en cámara ardiente, no para que se le rindieran honores militares, sino en espera de alguien que estaba cazando leones en Africa. El cuerpo no permanecerá expuesto a las aves de rapiña, junto a los restos de un leopardo congelado en la cumbre de una montaña, sino que reposará tr

"Los sonidos del silencio" Reflexiones de mudezas ensordecedoras

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Merodeando por Internet encontré un texto casi en verso que recorre los diferentes matices de un silencio Argentino que es moneda corriente en los años, en los gobiernos y en la Historia. Confabulaciones para acallar verdades que pueden hundir corrientes y facciones que pugnan por perpetuarse en el poder y en un mundo codicioso de la política de pocos sedientos por la ambición. Uno de los aspectos para calificar con benevolencia al gobierno de Néstor Kirchner, es agilizar la justicia contra los delitos tortuosos de la dictadura que manchó con sangre al país por tiempo eterno. Hacer memoria activa de lo que "nunca más" tendría que repetirse en este mundo redundante e imitativo de la política; donde las ideas retrógradas y vomitivas de limpiar gente para construir sociedades retornan en esos círculos elitistas que hoy se disfrazan de PRO y de los sectores conservadores y aburguesados de unos argentinos que ante la inseguridad y el toqueteo del bolsillo desentierran el mito de l

Aquel Peronismo de juguete- Osvaldo Soriano

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Cuando yo era chico Perón era nuestro Rey Mago: el 6 de Enero bastaba con ir al correo que nos dieran un oso de felpa, una pelota o una muñeca para las chicas. Para mi padre eso era una verguenza: hacer la cola delante de una ventanilla que decía "Perón cumple, Evita dignifica", era confesarse pobre y peronista. Y mi padre, que era empleado público y no tenía la tosudez de Bartleby el escribiente, odiaba a Perón y a su régimen como se aborrecen las peras en compota o ciertos pecados tardíos. Estar en la fila agitaba el corazón: ¿quedaría todavía una pelota de fútbol cuando llegáramos a la ventanilla? ¿o tendríamos que contentarnos con un camión de lata, acaso con la miniatura del coche de Fangio? Mirábamos con envidia a los chicos que se iban con una caja de los soldaditos de plomo del general San Martín: ¿ se llevaban eso porque ya no habría otra cosa, o porque le gustaba jugar a la guerra? Yo rogaba por una pelota, de aquellas de tiento, que tenían cualquier forma me

La casa del olvido

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La piedra fría, seca y casi pulida como el corazón dedálico, se levanta enorme, eterna, ineludible ante los ojos de su preso y visitantes. Los caminos que serpentean mientras maravillan y trampean a quien los recorre impávido ante tal majestuosidad portadora del terror y la decepción. El silencio que esgrimen se transforma en muro, y al unísono los bramidos como el de un viento que sopla entre los árboles, escapa de entre la cárcel de paredes de roca con techo de aire y estrellas. Y quien lo camina, arrastra sus pies desnudos contra el piso de tierra y verde césped, dejando la piel a cada paso, a cada intento de encontrar estérilmente la salida que lo transporte al olvido y a la vida al mismo tiempo. Cosa inútil, nadie sale pero muchos entran. Y los caminos siguen impunes el destino de la nada, o lo que es peor el destino de otro camino más inútil aún. Chocan con muros; invitan al deseo de la libertad; muestran la oscuridad, pero nunca la luz como al final de un túnel. Tan solo están a

Líneas de una noche circular pueblerina

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La noche comienza a inundarse de un color blanco. Se percibe el leve zumbido de las luces de mercurio, el resto es un silencio monótono de pueblo: un pueblo dormido en un día cualquiera del invierno. Un pueblo con rutinas por doquier, estructuras invisibles que obligan a efectuar un abanico limitado de acciones. Levantarse tarde a esperar el almuerzo, recorrer la siesta con algunos mates y conversaciones fluidas para alivianar el peso de las horas y sumergirse en la noche a esperar que pase la oscuridad mientras algún café promete una velada alentadora en medio de tanto frío y soledad. Un viento fuerte mueve las ramas despobladas de hojas.Los vidrios de los pocos negocios abiertos están empañados. Algunos autos circulan y le aportan la única música disonante a las calles mudas. Varios móviles de policías patrullan a paso de tortuga, y otros agentes miran a la nada parados en las esquinas mientras esconden la nariz en la ropa para amortiguar la crudeza de la noche. Son contados los que