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Mostrando entradas de junio, 2015

Fútbol pibe, Fútbol

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Fútbol pibe. Fútbol. La manija que carcome por dentro si no intento una pared, un toque corto de espaldas, un tiro cruzado con el empeine sintiendo la pelota como un huevo en los cordones de mis botines. Si, también el acto de ponerse los timbo e ir caminando como un soldado pero que en vez de ir a un cuartel va para la canchita. Sí también le digo canchita por más que yo ya sea un viejo o la cancha tenga un césped sintético con esa pasta negra que parece el coco de una torta  de cumpleaños que también tenía jugadores de River o de Boca o del Rojo y Racing. Fútbol, ésta matemática imperfecta que es más poderosa cuando se juega con amigos. El otro día, en una tertulia digna de un tercer tiempo futbolero, les pregunté a dos socios de la pelota y las letras que riman con vida simple: ¿ Por qué uno con el tiempo se vuelve inexorablemente Dolinezco para jugarlo?. Por qué a ver, por qué? Por qué ya no asomo el hocico a esos pleitos de camisetas de los sábados dónde me tendría que abrazar con

La caza del toro

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Jack Kerouac El viajero solitario Una semana después voy a ver mi primera corrida de toros que, lo confieso, es una novillera, una corrida de novillos, y no ése espectáculo más realista que suele haber invierno y que todos creen tan artístico. El interior del lugar es un cuenco perfectamente redondo con un círculo nítido de tierra alisado y rastrillado por rastrilladores dedicados y expertos como el tipo que rastrilla la segunda base del Yankee Stadium, salvo que el nombre de este stadium es “muerde el polvo”.- Cuando me senté, el toro acababa de salir y la orquesta volvía a sentarse.- Trajes bordados y ceñidos al cuerpo vestían los jóvenes detrás del telón de acero.- Seguían solemnes cuando un toro hermoso, de un brillante negro azabache, salió a la arena desde un rincón que no había advertido antes; aparentemente mugía pidiendo ayuda, nariz negra, enormes ojos blancos y cuernos amenazantes, puro pecho sin panza, patas delgadas que querían hacer girar la tierra con el peso de locom

Como una perla rosa en el mar

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Me parece que se fundó un planeta. Un planeta joven al que se ingresa masticando una canción de rock que tiene saliva agridulce y segundos después enciende algún interruptor para dar lugar a esos ventiladores del viento en la cara. Escape en moto o abducción directa. A la vez me da la sensación que quien se avivó entró a la nave y halló un viaje en el tiempo. Un secreto sonoro que ya está en la biblioteca de babel de la web: La hora de los pájaros , el tercer disco de la banda de rock argentino Pérez (una familia de pájaros platenses) que quién no conozca sintonice en el éter perezmusica.bandcamp.com/album/la-hora-de-los-pajaros. Yo, saco el misil del placard y le doy play al vuelo: se prenden turbinas que son una mezcla de ADN culturales haciendo chispas. Un reloj suizo en la maratón de un swing valvular que junta frases como látigos para repetir en mantras y zaz: teletransportación en una frase “ puedo estar en cualquier planeta/ A la hora de los pájaros decidí quedarme quiet