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Mostrando entradas de 2017

El boxeador del tango

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Ayer lo nombramos un par de veces en la terraza de Javi: un pedacito de cielo naranja de Boedo que da a esos monoblocks marroncitos a metros del viejo gasómetro en Avenida La Plata. "Cátulo Castillo", dijo Javi y tiró el dato:"Cátulo vivió a un par de cuadras de acá, es un conventillo viejo que tiene la placa en la puerta". Poeta y boxeador, sí este comunista que devino en peroncho, fue campeón argentino de peso pluma antes de consagrarse como uno de los letristas más grosso s del tango. Cátulo Castillo, un hombre que bien pudo llamarse descanso dominical, o sea domingo, séptimo día; pero le negaron ese pedido a su padre anarquista en el registro civil de Buenos Aires un 6 de agosto de 1906. Mientras asábamos una carne en la parrilla y hablábamos de todo, nos dimos cuenta de que somos barrocos. De otra época en esta digital e inmediata. Nos gusta el rodeo largo, el olor de los libros, la anécdota que nos engorda el significado, la parrilla lenta y la charla más larg

Quema uña botija

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Es Ciudad Vieja en Montevideo y en la escalera de un conventillo suenan cuatro guitarras orientales. O mejor dicho: tres violas y un guitarrón. Una voz canyengue frasea los pormenores del sensei, algo así como el reverso del tango porteño que tan acostumbrados nos tenía a la dama de blanco bien de cayetano entre los poetas del estaño.  Lunfardo yorugua, idioma del Río de La Plata que funde y confunde fronteras mientras se oye el repiqueteo del gotan que suena a milonga urbana  y trae un poco la mística de Edmundo Rivero, más que de un Alfredo Zitarrosa o Miguel el Sabalero. No hay borrachos con flores, mas sí hay gurices en ronda que esperan a que el troesma lo pique con la mano diestra, lo enrolle en una seda con goma y tras pegarlo con los labios y darle mecha, lo haga girar hasta el final. “Va a tener que ser a quema uña porque acá achique no hay”, cantan arrabaleros los Ricacosa mientras inflan el pecho uruguayo por otra vanguardia asumida: el faso libre para cada botija oriental.

Sincronías

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Hace unos días una sincronía viajera me dejó flasheado. Ernesto, un yorugua que vive en el nordeste brasileño me mandaba saludos por medio de un amigo de otro amigo que está viajando por Brasil. Las coincidencias de los viajeros suelen ser un pañuelo en este mundo tan gigante pero que en algunos momentos cabe en la palma de la mano. Ernesto lo alojó en su casa, en su quincho donde mecen hamacas para los viajeros que andan de paso por ahí. A un metro de la pieza en la que me  quedé como dos semanas e iniciamos de esas amistades que no tienen tiempo: charlas, comidas y cerveza fresca en la humedad del litoral de la región de Pará. De todo. La Patria grande, el fútbol, la literatura, Zitarrosa y Onetti. En un momento entendí que con Ernesto éramos afluentes del mismo río, “que cruza muchos paisajes pero es el mismo río”. Me acuerdo cuando me contaba de su fanatismo por el Danubio y de los primeros pasos del Poliyita Da Silva. Me dijo que lo vio debutar y hasta fue a un partido por Copa L

Los Espíritus son un octubre de fuego

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La banda de La Paternal gira con su tercer disco Agua Ardiente y La Plata fue una sede que marcó una noche histórica para el rock nacional del presente.   Casi 3000 personas se dieron cita en el Polideportivo de GELP el 7 de octubre. Crónica en primera persona de una noche para el recuerdo explosivo.   Fotos: Mathias Magritte Una, dos, tres, cuatro cuadras de cola casi en el centro de la ciudad. No sé cuánt o hacía que no ocurría algo así, pero desde las nueve de la noche varios de los que íbamos camino al Polideportivo de Gimnasia intuíamos que sería una noche histórica. Esas noches que condensan el groove cultural del presente, algo así como el emergente puro del rock nacional de esta parte.   2600 almas fueron las que entraron en un gimnasio siempre a punto de explotar con Agua Ardiente: el tercer disco de Los Espíritus, una banda nacida en el under de La Paternal que desde hace un par de meses cobró la fuerza popular que junta por una avenida ancha a tribus urbanas

El péndulo de tu revolver

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Pienso en Los Beatles y el ocio. La sensación que el vinilo gira y emite apenas una descarga que es también la señal del éter. Acá prendimos el toca disco que es un sujeto cromado con una púa que cae en delicadas líneas y yo juego a ser una tómbola con el humo. Girar y girar. En el medio una explosión polifónica por todos los flancos: John, George, Paul y Ringo. Línea de 4 de todos los tiempos con la nostalgia de un quinto potencial que fue imaginario o hasta al gentil Juan Alberto Badía le hubiese encantado. Pero no. El quinto somos nosotros mismos cuando entramos en su caja de Pandora en la que flotamos apenas el vinilo está en play. Prendí uno y empieza Revolver a disparar desde la pista 1: Taxman, el hombre cobrador de impuestos y son las 7 bien temprano y podes verle el rostro a este sujeto jorobado que le recauda a los más cerdos capitalistas en tu ciudad. Una sierra de realidad cuando es la primera mañana y todavía tenemos la resaca a flor de piel. En la segunda pista se enc

El velorio de Ernesto

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Recuerdo a todos fumando puchos en el palier del velatorio.   Uno tras otro sin parar. Mientras las charlas giraban entre anécdotas viejas en común y algún chiste morboso sobre la propia parca. Las distintas maneras de morir absurdamente.   Juan –creo que fue Juan- se empezó a ir del foco. Resbaló en escenas sanguinolentas. Le puso ese terror que roza el peor de los infiernos del Dante.   Se esmeró en ser meticuloso en su discurso de muertes violentas, por asfixia o por piromanía. Los ojos de todos comenzaron a virar hacia el miedo, hasta que una tía del difunto pasó masticando bronca y largó un misil por lo bajo: “más respeto por la muerte, más respeto por la muerte, dios mío”. No sé porqué, pero cuando el funeral convoca, las risas brotan como hongos después de la lluvia. Una risa y un hongo son primos aunque no lo sepan. Una risa histérica primero; metralleta de aire con sonidos, onomatopeyas de relleno, después una risa de verdad: la que se confunde con el stacatto de los cant

No hay muro en tu libertad

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El reino de lo efímero es una maquinaria de sepultar ideologías. Sí, después del muro de Berlín y el auge del neoliberalismo vivimos tiempos de derrota cultural en gran escala. Sólo quedan vagos intentos de supervivencia. Yo, tu, él y cada vez menos nosotros. Pequeñas trincheras, entre olas que a esta altura son tsunamis porque son bombardeos masivos de información, falsa o veraz, en la era de la postverdad no importa. Nada importa. Sólo el éxito y el ejército de likes que cambian de bando cual camaleón del momento. Las mieles del éxito virtual en las que "ser equivale a ser visto" en un mundo de redes sociales para que se mire narciso. Un narciso, tres, mil, al infinito.  En medio del bardo informativo el trabajo de sopesar, analizar y valorar es símil a la de un buscador de chatarras en un inmenso basurero. Corremos el riesgo de sangrar las manos y morir con óxido nitroso por ser porfiados buscadores de tesoros muertos. La pregunta es siempre si vale la pena el riesgo

Tus puñales flaca

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Un maldito clásico del rock nacional que hoy reúne más de 20 millones de reproducciones en Youtube. Sin embargo apenas salió yo pude grabarla de la FM HIT (105.5) en un Tdk desde el grabador que teníamos en la casa de la infancia. Puse un alambre San Martín en la antena porque ayudaba a que la sintonía sea más fina, y apreté Rec. En el medio, la voz de Daisy May Queen me cagó la grabación con el “puesto número 4 de los 40 principales”, pero era el precio de tener la primicia en el pueblo. La canción tenía alma de hit desde el primer momento que la escuché. Un teclado de atmósfera que después le daba lugar a la melodía inconfundible del saxo y la voz de Andrés que llegaba carrasposa como un cantor de baladas dispuesto a llevar al rock nacional a otro de los picos de raiting en hispanoamérica. Nacía al unísono: un disco medular y otros de esos temas fogoneros que le haría compañía a Rasguña las piedras, Presente, De música ligera y Vasos vacíos.   Con Flaca podría asegurar que d

El fuego que hechiza

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Bienvenidos al caldo de cultivo en Flores, donde el rock no suena tan chick sino que respira el fueye de un barrio con voltaje. Tango y Rock: La Fernandez Fierro y Los Espíritus. "Huracanes, que queman las rocas" dio la bienvenida chamanica de esta banda de La Paternal que estrenó su tercer disco Agua ardiente y prendió de esos fuegos que se quedan adentro tuyo. Llama perpetua que se alimenta de canciones que están hechas con vísceras, huesos y existencia molida en los laboratorios valvulares de los 70 con hombres del siglo XXI. A la segunda canción un tipo sexagenario con remera negra blusera, se paró delante nuestro y prendió un joing como una bengala. Me convidó y me dijo: " esta banda tiene lo mejor del rock nacional y con guiños internacionales. Es una síntesis del buen gusto de Maxi Prietto", tiró y la bala entró sin permiso.  Remolinos de canciones viajeras con una nube cannabica que flotaba entre las 1000 personas que abarrotaban un teatro viejo y hermoso

Vitamina K

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El amargo dulce, parcero. El viaje que tiene el ying y yang en la lengua. El amargor fuerte que es el costado rancio de las cosas, lo que gede, el tufo de la humedad y los huesos que duelen al moverse. Esas leyes de gravedad qué hay que sortear ¿Cómo? preguntan los pesimistas, o los que sucumben, pero también es cierto que de interferencias estamos hechos. De ruidos y molestias. Nadie tiene ningún amortiguador perfecto. La gravitación se siente, el tambaleo, la angustia y la caída. El plomazo de las cosas. O el peso que hay que soportar, y siempre vuelvo a Kundera en este punto filosófico. Pero después aparece la otra K, de Kerouac: el franco canadiense que le tocó ser yanqui pero bien pudo haber sido Argentino como yorugua, italiano, rumano o croata.   Kundera decía que el hombre negaba la caca, la mierda. Somos productores de kilos de mierda por día pero siempre tratamos que no se sepa y ante, extraños e inclusos cercanos,   nos compartamos como impolutos que no se sientan en

El Ajax es eterno

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La táctica holandesa para los amantes del fútbol es como el whisky escocés para los choborras.   Un scotch que viene con agua destilada de algún arroyo de Campbeltown o Highland en esos valles británicos de ensueño.   Los más viejos nos hablaron de la Holanda de Cruyff que se ganó el título de “la naranja mecánica” por ese poder ofensivo que arrasó en el mundial 74 aunque en la final no pudo contra la ingeniería alemana del Kaiser Franz Beckenbauer.   Sin embargo, los de la generación milenial o la equis, somos del Ajax de Van Gaal. Un club que ganó todo en ese periodo que fue de 1991 a 1997 con equipos que jugaban de memoria con un rabioso 3–4-3 como el campeón de la Champions League del 95: Van der Sar, Reiziger, Blind, F. De Boer; Rijkaard, R. De Boer, E. Davids, C. Seedorf; Finidi George, Marc Overmars y Patrick Kluivert.   C on el finlandés Jary Litmanen y el nigeriano Kanú como suplentes de lujo.    La casaca blanca con el centro rojo y la publicidad del moderno banco ho

Mi disquería

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Voy en el colectivo con mis auriculares y la mirada en la ventana. El bus avanza por las calles y yo sumido en pensamientos que tienen groove porque la música los empuja, los hace mutar o agarrar ritmo. “La vida sin música sería un error”, dijo Nietzsche.   Afuera, la calle está loca.   Adentro también: una señora se sentó en uno de los asientos de primera fila y comenzó a narrar hechos desordenados en voz alta como si un interlocutor la estuviese entrevistando. Pero no, ella con la mirada en un punto remoto hablaba sin parar de un expediente, de una causa, de su daño psicológico y del abogado que se iba a ocupar de su asunto.   Yo, vuelvo a la música. Un disco nuevo es una excusa para seguir viajando cuando incluso hacemos distancias cortas. Un hip-hop o un blues americano del 30, un funky brasileño del 70 como el de Tim Maia o esto último del canadiense Mac Demarco me hace girar por países y carreteras dispares.   Pienso en ese otro yo que me sopló Fico Cossio en Cuzco, Perú,

Un pez

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Un pez nadó por las tuberías de tus ríos. Yiró por la corriente, Buscó canciones como diamantes. Gritó, buscó el eco las ramas y los pelos del fondo del mar.

Mi primer Monoblock

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Me desperté con la imagen de los monoblocks. Ese plantel de departamentos contiguos que lideran toda una manzana. Son varios los que vi en mi vida, pero yo me desperté con el primero que vi en 4bis y 524. Un paisaje verde de hormigón con ventanas y ropa en los tender. Era Tolosa, pero ni puta idea, para mí significó la primer frontera que separó la ciudad y el pueblo. Recuerdo que llegué en un taxi después de atravesar calle 12 y descubrir La Catedral y Plaza Moreno. Son datos que retengo desde 1997 cuando conseguí el teléfono -recito de memoria: 424422- de mi amigo de la infancia, Diego, y arrancó la cruzada de intentar dar con él después de 6 o 7 años de no vernos las caras ni los granos en tiempos púber de colegio. Conseguir datos fue un laburo de detective barrial que hicimos con Nico. Rastreamos a una amiga de su hermana que aún mantenía contacto con ella, luego de hacer un raid por las manzanas en la que jugábamos de pibes al fútbol entre árboles de la calle con toda una v