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Mostrando entradas de junio, 2017

El centro de la verdad

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Un solo de trompeta contra la eternidad. Ese boop de los negros que se plantan en la proa del escenario y empiezan a largar melodías de bronce como un instinto de supervivencia. Un soplido negro que va del alma a la boca, una boca que se hincha, se deforma, y va diciendo. Te va cantando la justa. Un rapeo pero en clave de sol de trompeta. Un jazzeo natural que es el arte de la improvisación de la vida misma. Jack Kerouac aprendió a escribir así su prosa espontánea: sus libros son diamantes telepáticos. Una frase que dispara hacia un centro y todo el tiempo hay un centro. La trama es la vida misma, no el desenlace. El desenlace es casi el cliché del éxito, y lo importante siempre está en el medio como una fuerza hipnótica que conduce hacia la médula del sonido y la sensación de que la esencia siempre está ahí como un hombre alumbrando la oscuridad con una luz portátil.  Kerouac camina por un sendero fangoso camino a Big Sur y sólo tiene una linterna. Las estrellas están tapada

"El poeta de la derecha"

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El arquero es el batero y el dos es el bajo. Ellos son la garantía del fondo, de lo que implica: salir limpio, agarrar agua desde la fuente misma que más arriba se potabiliza en fútbol natural de manantial. El ritmo que comienza desde esa vertiente después es vital en la mitad de la cancha: donde espera un 5 que puede ser un hacha brava que se la pasa al 10 como un ferretero que te da un tornillo o la elegancia de Francia de un buen pase que también puede saltar al creativo de adelante y sorprender con un cambio de frente quirúrgico al pecho del wing que hizo la diagonal o un tiro de afuera que se mete por una ratonera.  Después necesitamos un 9, un optimista con credencial Palermeana en este sindicato del perro de caza de gol que trazó para siempre Martín desde el 98 con Bianchi. Obvio que El Bati -a los que somos de la generación X- nos marcó a fuego. Yo llegué a tener más de 5 posters con Gabriel Omar vistiendo camiseta de la Fiore, de Newells, de Boca -con la firma Sevel en el

Un tren del Once

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El túnel se hacía eterno, mis piernas cansadas al ritmo de aquellos que rondan aquí y allá en el monte de hormigones salvajes. El reloj lanzaba las 22hs., horario en que mi espalda y hombros sólo querían retozar.De repente, todo aquel dolor que retorcía mi cuerpo se esfumó por las paredes de estación Once. ¡Levantate pibe! le decía un poli a un guachín de no más de 11 años. El pibito se encontraba desmayado, desorbitado… junto a otros dos que se acurrucaban en el piso helado. La vidriera del caos me incitaba a asaltar aquella imagen ¿Pero qué podía hacer yo por aquellos que viajaban en una nave muy diferente a la mía? Sólo pude capturar esa foto mental y guardarla en la retina memoriosa y adelantarme hasta el andén número 1. Once es maravilloso, más cuando lo nocturno recae en las almas desencantadas, aquellas que intentan transformar por 20 o 30 minutos el transcurrir diario. El cartel electrónico indicaba las 22:10; me apresuré hacia el furgón. Cuando uno entr

El mar de la memoria

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La memoria es una gimnasia que se ejerce contra la ley de gravedad. La caída, el olvido, la fuga, la pérdida. La memoria está ahí como un buzo que se sumerge en el fondo del mar y se choca con los peces de colores, los tiburones o los pulpos. Ingresa al fondo y entiende que hay otras vidas, muchas, incluso otro mundo dentro del mundo que habitamos los humanos. 

Bacci es también morfar la historia

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Sobre un plato de cocina italiana una postal de la vida misma. Giros de historias sobre una pizza que chorrea una muzza transpirada, la soda para suavizar el moscato, el cuchillo y el tenedor, el hombre que come solo y no espera.   Había escrito un comienzo sobre este epicentro platense que debe arañar los 70 años de vigencia por La diagonal 79. Pizzería al paso de los comensales futboleros del pincha o el lobo que vuelven de partidos en 1  y 57 o 60 y 119.