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Mostrando entradas de julio, 2017

Mi primer Monoblock

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Me desperté con la imagen de los monoblocks. Ese plantel de departamentos contiguos que lideran toda una manzana. Son varios los que vi en mi vida, pero yo me desperté con el primero que vi en 4bis y 524. Un paisaje verde de hormigón con ventanas y ropa en los tender. Era Tolosa, pero ni puta idea, para mí significó la primer frontera que separó la ciudad y el pueblo. Recuerdo que llegué en un taxi después de atravesar calle 12 y descubrir La Catedral y Plaza Moreno. Son datos que retengo desde 1997 cuando conseguí el teléfono -recito de memoria: 424422- de mi amigo de la infancia, Diego, y arrancó la cruzada de intentar dar con él después de 6 o 7 años de no vernos las caras ni los granos en tiempos púber de colegio. Conseguir datos fue un laburo de detective barrial que hicimos con Nico. Rastreamos a una amiga de su hermana que aún mantenía contacto con ella, luego de hacer un raid por las manzanas en la que jugábamos de pibes al fútbol entre árboles de la calle con toda una v

El mozo es lateral

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O al revés: el lateral es un mozo. Despliegue, vaivén, apertura para salir jugando con manteca, el pan, los grisines y el saludo. El que llega para cerrar las grietas de la cocina y el que pasa como un rayo al ataque para sorprender con un buen centro atrás: " el Poyo al ajillo es el plato del día y viene con postre", dato que es anzuelo para el comensal y al mismo tiempo eficiencia para las comandas de la cocina. Engranaje aceitadísimo.   Eso si nos toca u n Dani Alvez que es lujo, o un Negro Ibarra más argento; porque nos puede tocar un 4 amarrete que apenas pide la pelota y tal vez tira centros que son televisores. Hay que abarajarlos y tratar de purificarlos como si se tratase de agua del río. O esos que no pasan la mitad de la cancha, a pedido de un técnico italiano como Maitini que llegó a mi pueblo en épocas de oro y le dijo al pecho que jugaba de 3 en Atlético Norte: "Minella, ve acá, acá hay un precipicio" y le señaló la línea de cal que atraviesa todo e

Across the universe

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Across the universe es mucho más que una canción que escribió John por 1968 mientras ocurrían las primaveras de Praga y Paris. “Imágenes de luz vacilante bailan frente mí como un millón de ojos, me llaman, me llaman a través del universo”, es una traducción imprecisa de esta canción que los Beatles grabaron en 1970. Across the universe es también un modo de andar, es decir un hombre o una mujer caminando por senderos que oscilan entre ciudades y pueblos. Paisajes que mutan y personas que siempre están ahí como equivalencias de una amistad infinita que suele estar en cualquier parte: sea un restorán, una esquina perdida o en el asiento de atrás del colectivo. “Hay amigos que son como mis amigos pero están en otra parte”, me dijo un fulano una mañana en las sierras de Córdoba. Es verdad, forman parte de este universo paralelo en el que nos movemos y fabricamos posibilidades cada segundo. Ellos son personas que aparecen para achicarnos el mapa y volvernos el espacio más familiar como

Oda a las berenjenas

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Primero me parecían monstruos violetas en estado de conservación. Abría el frasco y me asustaba. Eso fue antes de los doce. Creo que después fue un viaje de ida, casi como el sifón de soda y la limonada. Aliada del pan; ya los dos son una yunta que pueden solos ante el hambre más voraz del mundo. Prima del asado, el sazón de escabeche que mejor acompaña con un pedazo de vacío o una bondiola de cerdo y enseguida el tinto para regar con taninos el paladar.  Las berenjenas en el frasco son un triunfo de la poesía de entrecasa. Rodajas que flotan en medio de un aceite condimentado con ajo, aji molido y pimienta. Un frasco “salvador” en la puerta de la heladera, ahí a un costado, como el guiño perfecto para esa picada espontánea de la tardecita. "Vení cuando quieras total hay berenjenas". MK