En un país llamado soledad

Crónica sobre un idealista que se arrincona solitario en una casa de las periferias de Lobos. La casa está al final de una calle de pedregullo. Un camino de material serpentea hacia la puerta de madera, y las ventanas están ocultas detrás de unas persianas antiguas. Son las cuatro de la tarde de un domingo, y la voz frágil de Silvio Rodríguez es la única música que se respira en el barrio. - Golpeá fuerte las manos, porque no te escucha sino.- Me dijo una vecina sentada en una banqueta detrás de las rejas de su casa. - Julio camina con los pasos pesados hasta la puerta y me invita a pasar con una sonrisa ancha en la cara que después de unos segundos se difumina. - Estaba en mi cuarto, menos mal que golpeaste fuerte las manos.- Habla con un cigarrillo en la comisura de los labios, mientras señala una silla de metal para que tome asiento. El living está pegado a la cocina. En las paredes hay un retrato gigante del “Che”, un cuadro de la Habana revolucionaria y la cara de Lenin en blanco ...