Una lluvia rola en todas partes

La vida que tiene café pero cuando hay agua aparece el tango. Adentro, la entrecasa:
- sí, señora... Un tinto, por favor... Gracias- se escucha entre ruidos de cubiertos, en una tarde que en seguida le da paso a la cena tempranera de las 20 y a la cama.
Afuera, los autos amarillos y japoneses hacen surco en las avenidas - 2 por minuto y cuadra-, dos parceros toman pola y hablan mierda - de todo y de nada, existencialismo colombiano- acodados a la barra de una sanduchería al paso y un señor de unos 70 prende un cigarro piel roja debajo de un toldo mientras sus bocanadas de humo se mezclan con el vapor del agua que cae. "La paciencia aligera lo que la pena no cura",dice el graffiti que parece tatuar sus pensamientos. Y ellos dos- una pareja de 25 quizá- que clavan el tiempo en una mirada risueña en el reparo de un quiosco. Miran la ciudad bajo el diluvio cotidiano pero infinito. Las palomas que comen el pan que dejaron los transeúntes. Se abrazan y salen juntos en un trote como danza que dice que hay que aprender a bailar bajo la lluvia. Así la paz es posible.
Por Matías Kraber
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