Oda a las berenjenas

Primero me parecían monstruos violetas en estado de conservación. Abría el frasco y me asustaba. Eso fue antes de los doce. Creo que después fue un viaje de ida, casi como el sifón de soda y la limonada. Aliada del pan; ya los dos son una yunta que pueden solos ante el hambre más voraz del mundo. Prima del asado, el sazón de escabeche que mejor acompaña con un pedazo de vacío o una bondiola de cerdo y enseguida el tinto para regar con taninos el paladar. 
Las berenjenas en el frasco son un triunfo de la poesía de entrecasa. Rodajas que flotan en medio de un aceite condimentado con ajo, aji molido y pimienta. Un frasco “salvador” en la puerta de la heladera, ahí a un costado, como el guiño perfecto para esa picada espontánea de la tardecita. "Vení cuando quieras total hay berenjenas".


MK

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