El termómetro social

El termómetro social me muestra dolor de muelas, dientes picados y esa mirada perdida en la pared de este hombre peruano argentino que atiende el puesto de comidas de Plaza Rocha en la noche de un lunes donde ni siquiera se acurrucan los perros. Yo vuelvo del ensayo de Casiopea y para adentro siempre pienso: "gracias que existe la música" y después me lo dirá también en su catarsis Basilio, un diseñador y músico de la vida que tocó con los Virus y los Redondos en sus años dorados y con sus 50 ya lleva un par de crisis en el lomo. 
La Plaza es una tapera fantasma y no pasa nadie. El hombre me dice que igual ni en pedo se duerme porque le afanan hasta las sillas. "Que jodido está", me dice y agrega: "Ni un peso partido por la mitad, nada, todo caro y no hay un peso", me dice este hombre que hace 30 años llegó de Lima a la Argentina y siempre fue de esos changarines que sobreviven. "Siempre", me dice y llora, sin ser literal, porque los domingos comer un asado es cosa de ricos.
" En casa somos 5, si comemos asados son 1000 pesos, ¿a vos te parece?", me pregunta sin buscar respuesta, pucherea y vuelve a mirar la pared mientras se oye el sonido de la hamburguesa en la plancha. Le digo que quién pensó en el cambio, el grueso del argentino que pensó en el cambio, no hizo otra cosa que serrucharse la escalera por la cual estaba subiendo. Me dice que sí, que a él no le gusta la política, que tampoco es Kirchnerista, pero que reconoce que en los últimos 12 años la gente tenía para comer y ahora en 5 meses se dio vuelta todo como un tortilla. Las palabras del hombre suenan tristes, calan, yo como la hamburguesa y siento que entro en un espiral del tiempo donde me martillan las palabras que deberían ser sólo pasado instructivo y cívico: De la Rúa, recesión, 2001, Menem, neoliberalismo, crisis, buitres y más buitres y pobreza, 2016. Sí, el peor bumerán de todos.

Un Mayo frío y hostil. Un invierno por adelantado que se recrudece con las noticias de aumentos de tarifas y precios todos los días. Una catarsis permanente, sobre todo los días lunes cuando piso suelo platense y escucho, observo, le pongo el termómetro social en la axila a esta ciudad siempre politizada. Todos estamos iguales o parecidos, todos pensando qué carajo hacer: esa angustia oral de diván. El Polaco, Manuel López Melograno, escribió una crónica hoy que me entró bien adentro mientras me volvía para Saladillo en un micro. Describió despidos, contó su fin de contrato, se metió adentro suyo para mostrarnos la incertidumbre que es la peor compañera de todas en estos tiempos que juegan a repetirse con lo peor de nuestra Historia. "Guacho del fiao, a mate y guiso inventao", me viene la letra del duende Garnica y digo sí, que esto nos toca, que ante la incertidumbre la mejor manera de salir adelante es prender la lamparita del invento. La creatividad y el cooperativismo.
No sé si hay otras, pienso; y después en el medio de dejavús siniestros me vuelven melodías de la Bersuit que me dan esperanza de puebladas. Del se viene y que se venga si hace falta. También se me vienen conceptos de Laclau mientras hacíamos la tesis de licenciatura justamente de ese 2001.
"La equivalencia de demandas que forman la razón popular", ese hervor de olla que ya está pasando el fuego lento. En ese hervor entramos muchos y parece que esta era, o todas las eras, terminan por ser la hora de los hornos.

Matías Kraber 

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