Malvinas: La guerra continúa





En Plaza San Martín la Unión de Suboficiales reclama que la el Gobierno de la Provincia les reconozca una pensión honorífica por la guerra de Malvinas. Los ex combatientes del CECIM, que reciben este beneficio, se oponen a que el subsidio se haga extensivo para todos

La ciudad de La Plata amaneció blanca y radiante como pocas veces. Es el día después de una nevada histórica, el viento leve del sudoeste y el sol tímido de las primeras horas poco pueden hacer para eliminar el frío. La gente parece contenta a pesar de todo, como si les gustara salir de la monotonía cotidiana para sumergirse en una tormenta helada. Sin embargo, no todos parecen felices: los “abuelos” veteranos de la guerra de Malvinas, que hace 119 días acampan en plaza San Martín en reclamo de una pensión, se levantan con las manos sin vida y las caras pálidas. Se los ve ajenos a la efervescencia popular: quizá porque el escenario le trae recuerdos de hace 25 años. Pero lo cierto es, que en la oscuridad de las carpas, la estufa es el único abrigo que tienen ante la frialdad que proviene de afuera.

Discriminados

Carpas naranjas, azules y rojas predominan en el campamento de la unión de suboficiales de guerra de los veteranos de Malvinas. Desde el 14 de marzo se encuentran pidiendo que el gobierno de la provincia de Buenos Aires les reconozca una pensión honorífica por los servicios prestados; en la actualidad la nación la paga a todos los combatientes, sin distinción de si eran conscriptos, el rango jerárquico o hayan resultado heridos en la contienda. Por esta razón, exigen al Gobernador Felipe Solá el mismo trato y poder cobrar ambos subsidios.
Los ex combatientes viven atrincherados en plaza San Martín frente a la legislatura. A toda hora se puede ver a uno de ellos asomados con la mirada perdida hacia ninguna parte. Lucen serios y con el pelo prolijo. Alguno que otro se cruza a algunos de los negocios de las cercanías para higienizarse y se queja: “no somos dignos de que nos den un baño químico siquiera”.
Se los conoce como los abuelos de Malvinas porque tenían 25 años, como mínimo, cuando fueron a la guerra, en algunos casos casados y con hijos: “éste es el más pibe, tiene 71”- dice uno de ellos-, mientras señala a su compañero de físico fornido y arrugas marcadas.
Muchos de ellos fueron miliares por vocación en tiempos de una Argentina muy militarizada. Al regresar del conflicto bélico con Inglaterra sufrieron la indiferencia y el rechazo de la derrota. Sus mismos superiores y pares los trataban como los “loquitos de la guerra” y eran perjudicados en ascensos, operativos y beneficios.
Las banderas y símbolos se quejan y hablan por si solas en el campamento: las sogas hacen referencias a los suicidios y las cruces a los caídos en batalla. Los colores celeste y blanco flamean con un sol en el medio; un casco como estandarte se encuentra al lado de la virgen de Lujan colocada en una canasta de mimbre cubierta de flores. Más allá, la insignia británica con una lengua stone está puesta en una tela con los colores argentinos de fondo y la leyenda: “Las Malvinas son y serán argentinas: fuera!!!”. En el centro de todos estos mensajes, una bolsa de arpilleras de unas 2 metros y medio de alto reza: “Señores legisladores, hace 119 días que estamos aquí con 25 años de olvido y discriminación”.

La espera

La nieve de julio no los sorprendió para nada: “¡Era lo único que nos faltaba!” Desde que comenzó el reclamo, sufrieron el calor de marzo; los mosquitos y la lluvia de abril con mucha humedad, y el frío y las heladas y…todo. Pero ellos eligieron esta protesta como también la profesión de militares y saben acerca de eso: de lo dura que es la vida castrense para quienes actúan con blandura. Piensan continuar con su petición hasta que consigan el subsidio, tal como sucedió en nación: ahí estuvieron en Plaza de Mayo durante 4 meses y medio hasta que el Presidente Néstor Kirchner les otorgó la pensión honorífica.
Para llegar a las carpas es necesario bordear un vallado de plástico naranja que sirve para impedir la circulación por la vereda que corresponde a la plaza sobre calle 7. Serán escasos veinte metros que llegan hasta enfrente del campamento y fueron colocados por motivo de la reparación de la acera. Los veteranos se encuentran obstruidos y su lema de “reclamo pacífico y sin impedir el paso de la gente” queda empañado, por unas semanas, por la labor de la municipalidad.
Los días son para ellos rutinarios: se levantan y se acuestan temprano; hacen turnos de dos horas para que haya siempre alguien despierto y se dividen las tareas para que cada cual realice una actividad: uno lava, otro cocina, otro pone la mesa, otro atiende a los periodistas y otro hace las negociaciones.
Viven en el campamento: comen y duermen ahí, algunos de manera permanente y otros rotan. Forman parte de la Unión de Suboficiales que tiene centros en diferentes ciudades que los agrupan, aportan gente y apoyo económico. En la carpa principal hay que andar agachado, la tierra es negra y dura y no hay espacio para más que una mesa, un par de sillas y algunas bolsas con víveres. En total son cuarenta los veteranos, entre los que vienen y van, que están pidiendo un subsidio como ex combatientes empotrados en Plaza San Martín

La gente

Los autos pasan veloces, los taxis compiten con los colectivos para ver quien hace la maniobra más arriesgada y la gente en la ciudad se acostumbra a caminar rápido y detenerse sólo cuando algo les llama la atención. El campamento de Malvinas hace cuatro meses que está en el mismo lugar, sin molestar a nadie, como una parte del ambiente que quiere decir algo.
Mónica tiene cincuenta años y es asistente social. Rubia, delgada y de guardapolvo blanco, dice no saber mucho que es lo que se está pidiendo a escasos metros de donde espera el colectivo. Comenta que sabe que se trata de ex combatientes que piden un subsidio pero sin dar mayores precisiones. Habla con locuacidad y ligereza pero no tiene mucho que decir sobre el tema, entonces apunta: “la época de los militares fue muy difícil para los que no tocó vivirla”. No alcanza a terminar la reflexión y se pierde entre un par de trabajadores que toman el micro que los llevará a sus hogares. Víctor la mira partir y continúa su espera. Morocho robusto tiene 45 años y es albañil. Con frase cortas y mirada baja dice que sabe que los que están en Plaza San Martín estuvieron en Malvinas pero no tiene idea acerca de su reclamo. Entonces interviene Marcelo, rubio, alto, de voz frágil y le explica que se trata de soldados que quieren recibir la misma pensión que recibieron los conscriptos que participaron en la guerra contra Inglaterra. Biólogo y paleontólogo parece ser que la combinación de sus carreras lo han hecho una persona informada. A unos metros, absorta en la construcción de un mensaje de texto, Pamela una estudiante de Derecho de unos 26 años afirma, de manera tajante, que sabe qué es lo que reclaman los veteranos. De carácter agrio y cuerpo amplio se pone molesta cuando se le pide que se explaye acerca del tema y concluye: “están pidiendo que les den un subsidio, creo…bah, eso le dijeron a mi mamá cuando fue a preguntar”.
La noche invade demasiado temprano en invierno, los faroles alumbran a la ciudad de las peatonales y el ruido permanece inmutable en su rutina de tratar de impedir que la gente se escuche.

El Sargento Justo.

Daniel Justo es el encargado de atender a los periodistas en el campamento de la Unión de Suboficiales; es el vocero del grupo y su voz habla por la de todos. Alto y de bigote se lo puede encontrar a toda hora con su boina roja, pantalones guerrilleros y botas negras. Solemne habla lo necesario a no ser que un tema lo conmueva y lo haga exaltar. Sentados en unos banquitos a la entrada de la carpa principal uno puede conversar con tranquilidad con él sin sufrir interrupciones.
En 1973, a los 15 años, comenzó su carrera militar a la que dice entró por vocación. Ingresó a la escuela General Lemos y se recibió de cabo y luego de Mecánico Ingeniero. En 1978 pasó ocho meses en la cordillera por el conflicto con Chile; cinco años después estuvo como Sargento en Malvinas desde el 1 de mayo hasta el 14 de junio en que terminó el conflicto. Sus progenitores no se enterarían de esto hasta su regreso: “en ese tiempo yo estaba casado y tenía una nena que cumplía dos años cuando fui…Y los únicos que se enteraron fueron mi señora y mis hermanos. A mis padres les conté cuando volví; estaban enfermos y no les quise avisar”.
Después de la guerra lo retiraron del ejército por discapacidad: lo alcanzó una onda expansiva y le perforó un tímpano que motivo, a su vez, que quedara mal de la columna. Estuvo 12 años sin ningún tipo de subsidio económico por lo que terminó de vendedor ambulante ofreciendo huevos de gallina en la calle porque no conseguía trabajo.
Conversa con firmeza pero sin demasiada pasión. Se muestra amable y hasta sonríe para las fotos. “Hay mucho para hablar de Malvinas”, dice y comienza tranquilo hasta que, como una bomba, estalla de repente: “Hay cosas que no se saben: Argentina no firmó la rendición, firmó un cese de fuego; jamás se declaró una guerra porque ninguno de los dos países lo hizo ¿Por qué la rendición o el cese del fuego? Hubo una amenaza muy grande de bombardear el continente por parte de Inglaterra. Una amenaza que fue tomada muy en cuenta”. Los recuerdos de la batalla y la convicción con la que fue a pelear parecieran que no se modifican ni con el paso del tiempo: “Argentina venía ganando la guerra y la podíamos haber ganado”.
Mientras el Sargento habla los demás veteranos continúan con sus quehaceres sin detenerse a escucharlo. De pronto, la voz de uno ellos empieza a hacerse más nítida hasta que se convierte en una consecución de griteríos inconexos. “Esta mal”, dice, haciendo un círculo en el aire con el índice, y nos cuenta que hasta hace dos meses andaba bien, pero una noche empezó a tener pesadillas hasta terminar enloqueciendo.
El frío cala entre los huesos y un vapor seco sale entre las palabras del vocero oficial de los veteranos.

Iluminados por el fuego

La premiada película Iluminados por el fuego, protagonizada por Gastón Pauls, es motivo de furia para el Sargento Justo. La escena en la que tres conscriptos se roban un cordero y se lo comen para saciar el hambre es algo que le cuesta digerir. Enervado levanta la voz diciendo que lo que se muestra no es la realidad: “El soldado argentino es reconocido en el mundo entero pero por el valor; no por la cobardía o el miedo. No por el pobre pibe cagado y llorando, sino por héroes, por huevos”.
Hay momentos, que duran segundos, que uno puede sentir el silencio aun en medio de un bullicio infernal. Los árboles centenarios parecen olvidados y la gente camina despreocupada por la calle sin temor a que una rama los golpee en la cabeza. El Sargento continúa con su relato sin disminuir su pasión a pesar de la tranquilidad que se percibe afuera: “Hay gente, sin escrúpulos, que han usado Malvinas para fines económicos, para desprestigiar al soldado argentino ¿Vos viste la película? Viste que se escapan del lugar que tenían asignado para buscar una oveja. Eso es un delito que en época de guerra significa la muerte, porque estás insubordinándote, desobedeciendo una orden; porque pude ser tomado como un acto de cobardía o como que fuiste a venderle información al enemigo. En los códigos de justicia militar argentino y de todo el mundo, a esa acción le corresponde fusilamiento, lisa y llanamente”.
Se queda en silencio unos segundos como en busca de un gesto de apoyo y prosigue; no puede no dejar de ponerse él mismo en la situación y afirma: “¿Cuántos comen la comida, el cordero? Dos o tres que estaban en un pozo ¿Cuántos eran los compañeros que estaban viviendo con ellos? ¿No tenían la misma hambre los demás? Los agarró el Sargento cuando fueron a tirar los restos que no querían ¿Entendés? Si hubieran sido soldados míos no sé lo que hacía. Pero no por haberse escapado a buscar el cordero, sino por no compartir”.
Un leve olor a azufre se introduce en el ambiente y un par de bocinazos, producto de una congestión, se mezclan con la voz del Sargento que, como si estuviera ausente, continúa con su discurso.

El CECIM

Una nota remarcada con fibrón azul cuelga dentro de la carpa principal del campamento. Se trata de un comunicado del Centro de ex combatientes Islas Malvinas (CECIM), en donde se oponen al reclamo de los suboficiales por considerar que la pensión no les corresponde. “Los mismos militares que comandaban los centros de clandestinos de detención fueron enviados como superiores nuestros al conflicto”, dice Rodolfo Merlino, el titular del CECIM en La Plata.
“No es justo que sean premiados como héroes cuando abandonaron el frente de batalla como cobardes dejando a los soldados en la primera línea de combate”, es otra de las acusaciones directas que se les hace a los suboficiales. Cuando uno le pregunta al Sargento Justo acerca del CECIM y del porqué la nota cuelga en la entrada, dice que es para que todos los compañeros recuerden que existe gente que los difama: “Eso no es de hombres; de hombres es ir y poner la cara, las pelotas sobre la mesa y decir: muchachos ¿Qué pasa? Vos, me hiciste tal cosa: vamos a la justicia y lo hablamos ahí. Pero no pluralizar; ellos porque tuvieron problemas con dos o tres suboficiales se la agarran con todos”.
En la calle una bicicleta casi atropella a un colectivo. Ambos conductores se lanzan insultos y prosiguen su camino convencidos de la culpabilidad del otro. El Sargento Justo no parece darse cuenta de este incidente y continúa con su defensa: “Argentina no fusiló ningún soldado; tal es así que fueron a la justicia y desestimaron todas las denuncias que hicieron, porque tienen que leer los códigos de justicia militar en época de guerra y ver que qué le correspondía por tal y tal cosa; y después entonces sí hacete una autocrítica. Ellos vienen a venderle acá a la población de que los estaquearon, pobrecito, pero porqué no dicen que correspondía que los fusilaran. Eso es lo que tienen que decir.”
La nota continúa colgada, los suboficiales se preparan para una noche fría y se calientan al lado de una pequeña estufa. La bandera que cuenta los días de reclamo flamea, ya va por el 128 y muchos confían en que se detendrá y les reconocerán la pensión como hizo la nación y otras 16 provincias.
La nota del CECIM en el párrafo final pide a la sociedad que sepa distinguir entre quienes fueron enviados a la guerra en el corolario de una dictadura militar nefasta y quienes lo hicieron por formar parte de la misma por voluntad y elección. El Sargento Justo, por su parte, quiere recibir el mismo trato que dispensa su apellido por haber ido a un conflicto que le ocasionó daños físicos, psíquicos y económicos.

La Plata y Malvinas parecen cercanas a pesar de la distancia. Sin embargo, la nieve que golpea hoy a La Plata parece caliente en comparación con la nieve roja que cayó en Malvinas hace más de 25 años.

Por Emmanuel Burgueño

Comentarios

Matias ha dicho que…
Emma: Me gustó la crónica, está muy bien escrita, pero me generaron bastante rechazo algunas declaraciones del Sargento Justo, como por ejemplo ésta fotocopia del nefasto título de la revista gente: "Argentina venía ganando la guerra y la podíamos haber ganado”, u otro que hace alusión a la escena de la película iluminados por el fuego donde los soldados transgreden, entre comillas, sus lugares de soldados para responder a una necesidad que los agonizaba en el frío y el desierto de la isla: el Hambre. seguramente tu intención fue hacerlo hablar a él y no intervenir en la redacción, sus palabras tan literales le conceden
una culpa, una connivencia con la dictadura que mandó a matar pibes para salvar un gobierno insalvable.Seguramente pelearon con valor y hoy merecen reivindicación muchos de éstos sargentos de alto rango, pero las declaraciones de este tal Justo generan bastante repulsión...él fue cómplice y pregona el fusilamiento para aquellos que por hambre desobedecieron...eso es inadmisible "lisa y llanamente".
No Publicable ha dicho que…
Hola!
Te mando un link con la voz de los soldados que fueron a la guerra, como para compensar algunos comentarios de la nota.
http://nopublicable.blogspot.com/2007/05/malvinas-una-cosa-que-duele.html
Buena iniciativa, suerte con el blog y con la profesión.
Miguel
Anónimo ha dicho que…
Mati: La nota está enfocada en el raclamo de los suboficiales y por eso es que su voz predomine sobre la de los conscriptos. Dejarlo hablar al sargento Justo me parecía la manera más apropiada para retratar su mentalidad, en particular, y la de los militares en general. Es una mirada totalmente diferente de la que se tiene actualmente de la guerra de Malvinas y es lógico q te genere repulsión y rechazo.
Sobre el reclamo acerca de la pensión me pareció un tema bastante delicado como para tomar una postura por lo q me limite a poner de manifiesto los porqué de quienes reclaman y los fundamentos de quienes se oponen.
Por último, quiero aclarar q elegí este tema porq me pareció q no todos sabían q quienes estaban en plaza San Martín pidiendo un subsidio son ex combatientes q eligieron la carrera militar por vocación. Y si no se sabe es porq a Malvinas se la analiza críticamente una vez al año y de manera retrospectiva: vamos para atrás y nos horrorizamos de esa guerra absurda en la que los militares llevaron a una muerte segura a un montón de jóvenes inocentes. Siempre la crítica es hacia el otro y poco importa nuestros pequeños papeles en esos grandes actos, poco importan las miles de personas vitoreando a Videla cuando declaró la guerra; poco importan las colectas, donaciones y actos a beneficios de famosos artistas y deportistas para ayudar a nuestros soldados; poco importa preguntarse q hubiera pasado si esa locura terminaba en una victoria Argentina...No quiero ni pensarlo, porq bien sabido es que somos más nacionalistas q solidarios y defensores de los derechos humanos...
Particularmente me opongo a cualquier tipo de guerra; me opongo a quienes las declaran y a quienes combaten. Pero también me da mucha rabia y pena q haya habido jóvenes obligados a combatir; pero lo peor de todo fue q haya gente q haya apoyado la guerra, que todavía se odie a Inglaterra y se grite a los cuatro vientos que las Malvinas son Argentinas: Las Malvinas no son nuestras ni son de ellos, son de los isleños q hablan como ellos y tienen su cultura pero están al lado nuestro...¿Olvidar las islas por la q tanta sangre se derramó? Q buena pregunta para el q la quiera contestar…
Emmanuel

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