Casiopea

Incomprobable. Incierto. Inhumano. Insano. Injusto. Invertido. Introvertido. Infinito e Incapaz de ser ese deseo que duerme en la punta de la lengua y anida en el pecho. Una yarará silenciosa que se mueve en zigzag, un cascabel de tormenta que tiene que apagarse con agua gástrica, un aljibe que se olvida en el patio de una casa de al lado. Una historia de telarañas, un papel del cajón con pelusas, una puerta oxidada en el patio del baldío donde debiera empezar el viaje, donde debiera empezar el acorde que eleva, la sonrisa que ensancha, la gordura del alma en la tranquilidad de la rambla. Mientras el texto despeina, él brinda por el motor de la palabra que comienza a tocar la tecla de la esencia. Despabilar el ángel dormido de lo sincero que en la balanza del olvido comienza a equilibrar la torre donde vos, yo y nosotros porfin seremos un trébol en el pasto de la suerte. 
Comprobable. Tangible. Cierto. Concreto. Real. Humano. Justo. De pies a cabeza. Finito como el día y éste mate. Este abrazo. El calor de la mano apretada. Este faro prendido que desconoce distancias, porque te guiña un ojo cuando la oscuridad te extraña. Salú dice el hombre que parece un duende, salú dice la diosa del mar en las profundidades. Luminosa, dulce y certera: turquesa de mar y brillo del cielo, Casiopea sos ese péndulo de amor que destruye mitos. Sos esa balsa hecha con tierra/ agua/ aire y fuego que viaja a lo etéreo de ese camino que tiene al corazón de compañero.

Por Matías Kraber

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