Sincronías

Ernesto lo alojó en su casa, en su quincho donde mecen hamacas para los viajeros que andan de paso por ahí. A un metro de la pieza en la que me quedé como dos semanas e iniciamos de esas amistades que no tienen tiempo: charlas, comidas y cerveza fresca en la humedad del litoral de la región de Pará. De todo. La Patria grande, el fútbol, la literatura, Zitarrosa y Onetti. En un momento entendí que con Ernesto éramos afluentes del mismo río, “que cruza muchos paisajes pero es el mismo río”. Me acuerdo cuando me contaba de su fanatismo por el Danubio y de los primeros pasos del Poliyita Da Silva. Me dijo que lo vio debutar y hasta fue a un partido por Copa Libertadores a Chile en la que el Poliya fue figura y después pasaría a River.
Ernesto, ahora estará en la siesta pegajosa de Alter Do Chao, terminando su siesta para irse a cocinar al resto Mae Natureza y yo lo recuerdo con una canción del Principe, que habla de un gurí que huyó de la ciudad.
Huir de la ciudad
Llevando la ciudad a cuestas
Llevando la ciudad a cuestas
Y oír perros ladrar
En el silencio de imágenes verdes
Querer salir de uno mismo
Ver crecer o querer verse
Ansiar el calor
Rehacer el amor
Huir de la ciudad,
De ese gris indiferente
Y hundirnos en el mar
Para limpiarnos de todas las cosas
El principe
Ver crecer o querer verse
Ansiar el calor
Rehacer el amor
Huir de la ciudad,
De ese gris indiferente
Y hundirnos en el mar
Para limpiarnos de todas las cosas
El principe
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