Los lentos
General Alvear, Pcia. de Bs As. Lentos, boliche y sin nombres propios. Nunca se fueron. Ni tendrán porqué que irse. Sino cabe preguntarse qué hubiese sido de nosotros los hombres- cazadores que esperan el apagón de luces- y de ustedes las mujeres- chicas que fingen distraídas que se les ha hecho tarde- para extendernos los brazos en la penumbra, mientras la pista se desagota y son seis gatos locos moviéndose detrás de una nube de humo. Porque si no hay lentos a las 6 de la mañana en Alvear es como si sonara la sirena de los bomberos en medio de una siesta; se altera la circularidad del tiempo en un día cualquiera. Choque en una esquina, un ahogado, casa quemada, balazo en el pecho, fuga de presos. El acontecimiento, ese, que congela al tiempo. En Alvear nadie tuvo que apoyar ese slogan publicitario que pedía que vuelvan los lentos al final del boliche. Nunca se fueron. Nadie tuvo que levantar el pulgar en Facebook diciendo “me gusta esto” a un grupo de cibernautas que propo