Intimidades de una generación


Inicios 2008. La Plata

Entre ensayo y crónica, Periodistas jóvenes y no tanto, el nuevo periodismo de acá y de ahora

¿Qué une a los jóvenes escritores que se dedican al periodismo y a la literatura? Narradores que están entre los veinte y treinta años que agudizan sus sentidos buscando buenas historias para contar. Y que se lanzan a la escritura sin demasiada picazón mezclando géneros, dejándose atravesar por las nuevas tecnologías, sin miedo a la autorreferencialidad, construyendo escenas íntimas de lo otro y de lo propio. Sin estrecheces academisistas ni gondoleros se pueden incluir en la lista a libros como La argentina crónica, Los suicidas del fin del mundo, Cristo llame ya!, Cuando me muera quiero que me toquen cumbia, Derrumbe, Buenos Aires 1:1, además de un lugar recuperado en revistas, diarios, y lo último: blogs. Y entre los nombres: Cristian Alarcón, Leila Guerriero, Martín Sivak, Washington Cucurto, Daniel Guebel, Josefina Licitra, Alejandro Seselovsky, Juan Terranova, Pedro Mairal y tantos más. Narradores, periodistas, escritores, que rescatan historias mínimas y con ellas la intimidad de los personajes.
Y un debate que se reactualiza es sobre la novedad o no de estos fenómenos. El debate de si lo nuevo es nuevo, o viejo, no es nuevo. Porqué si la crónica periodística siempre estuvo ahí (como herramienta narrativa), se desempolvó hace unos pocos años y se sacó a la luz?, y: ¿Existe la categoría “Nueva Narrativa Argentina”? Estas líneas no serán un intento por cerrar la discusión pero sí por pensarla desde otro costado. Y es que: el acercamiento entre jóvenes cronistas y literatos estaría dado por las actuales condiciones de producción y –especialmente- por el modo de acercamiento a la realidad. Hay una manera contemporánea de acceder al mundo, al conocimiento y a los sujetos. Y por allí se está explorando.
Cristian Alarcón definine a la crónica como “una versión insospechada de lo real”. Si algo comparten las actuales crónicas periodísticas y la nueva literatura es el contar las historias con anecdotarios expresionistas, etnografías íntimas, construyendo escenas de lo real posible que escapan a la mirada ingenua. Algunos teorizan que se trata de un hiperrealismo o de una autorreferencialidad en la literatura (incluso las crónicas tienen de las dos categorías), y de una estética de la marginalidad o de la pobreza en el caso del periodismo. Hay varios ejemplos que tenderían a afirmar estas ideas, pero otros que rebeldemente escapan y rompen con cualquier previsibilidad.
¿Con quién se diferencia esta generación de narradores? Entre la nueva camada, los periodistas jóvenes están lejos de contar el Poder (poder con P grande, como de Papá), a lo Verbitsky o a lo Solanas y los literatos de sumarse a lo universal borgiano o fantástico. Estos relatos coexisten en el imaginario, pero no determinan a la nueva generación. La idea que decantaría como explicación es que hoy no impera la estructura, sino la individualidad, en juego con la identidad.
Pero la idea sarloana de que la identidad de los sujetos ha pasado a ocupar el lugar que antes tenían las estructuras suena lindo, entrador, pero no termina de explicar a su objeto. Porque las identidades están construidas sobre estructuras, simplemente que la escritura contemporánea plantea una elipsis sobre ellas. La nueva generación construye escenas de lo íntimo y reactualiza el problema ontológico desde la elipsis que permite la escritura. Entonces las escenas (las historias) están por todos lados. Martín Caparrós en el prólogo al libro de antologías La argentina crónica dice que la crónica permite armar un clima, crear un personaje y pensar una cuestión. Es el modo generacional de acceder al conocimiento: a partir de lo mínimo e íntimo logrado a partir de la narración de un recorte temporal en las escenas. Lo íntimo en el huracán generacional reparte para todos lados imágenes de lo cotidiano posible.
Y el acceso a lo mínimo se logra con mirar profundo, con escuchar largo. Técnicas antropológicas, observación participante, exposición del cuerpo a lo otro. Qué es sino un resultado de trabajo de campo el libro de cuentos Buenos aires 1:1 donde cada autor retrata su barrio. Retratos de lo otro ajeno y autorreferencialidad, toda vez que lo íntimo, lo que me pasa con el otro, lo enuncio y narro. El yo del autor a veces en la sintaxis, otras tantas en la mirada que como una linterna cae sobre las historias y sobre los personajes. Allí ya hay una convivencia, una puesta en común.
Cada historia rescatada es única, pero en conjunto contribuyen a construir el imaginario colectivo: una Metrópolis de Fritz Lang –me permito utilizar una imagen de Oliverio Coelho-; una Argentina expresionista donde pululan personajes alienados y esclavizados por el poder. Qué es si no, (más allá de los gustos personales) el blog de Alejandro Seselovsky Diario de un telemarketer, si no el bajar hacia los infiernos del sistema productivo para contarlo desde ahí.

Jóvenes
Incluir a periodistas y escritores en el mismo campo cultural es afirmar que el ser joven hoy implica tener identidades atravesadas por condiciones productivas similares y preguntas generacionales idénticas. Juan Terranova se pregunta qué es ser un joven escritor hoy en Diario de un joven escritor argentino (disponible en la web) “¿Se supone que hay que escribir sobre los problemas de la gente joven? ¿Sexo desaforado, noches de borracheras, droga? Este año cumplo treinta y voy a tener un hijo. “
Ser joven implica -entre otras cosas- compartir una mirada desencantada y cínica de la realidad. Una camada de jóvenes escritores que se formaron subjetiva y formalmente en la fanfarria menemista más que en el autoritarismo militar. Mirada cínica: cinismo. La palabra “cinismo” para la RAE tiene como segunda acepción: “Imprudencia, obcenidad descarada”.
Durante los noventa lo que estuvo en escena fue la la cultura de la fantochada fetichista, la flexibilización laboral, la falta de oportunidades. Y lo que estuvo en el plano de la obcenidad durante el menemismo fue la juventud, pero por quedar afuera. Afuera del campo laboral, político y cultural. Aun hoy 1 de cada tres desempledos es un joven de entre 18 y 24 años.
De ahí tal vez el desencanto y la sensación de que no hay nada que ganar ni nada que perder –de ahí también que sirve la palabra cinismo para entender: “Imprudencia... (RAE)”: si la prudencia ¿para qué?-. La democracia es un hecho para los que estamos entre los 20 y los treinta y pico. Pero la vida ciudadana nos ha formado en la sensación de que la libertad de elegir está dada porque en realidad no hay tanto para ganar tampoco. Aunque tanta ironía y cinismo nos laceran las ganas. Por suerte para salirnos del agujero interior y generacional nos quedan los otros para mirar y narrar.
La vida ciudadana de hoy tiene más que ver con la convivencia que con la combatividad. Y en contra de lo que algunos miran como desinterés político de los jóvenes, la no militancia de las letras no implica un posicionamiento a-político. Oliverio Coelho en una entrevista dada a Crítica dice que lo íntimo es una caja de resonancias políticas. Hay una decisión ética y estética generacional de buscar lo político en lo mínimo-íntimo. Como decían las feministas: “todo lo privado es político”. Es político el “Favela-tour” de Roisi contado en la crónica El turismo menos pensado de Julián Gorodicher y su enunciación: “A mí dame la villa o lo top de lo top. Lo del medio se descarta: es mediocridad”; y es política también la novela de Daniel Guebel Derrumbe. Hay una búsqueda de matices por medio de la herramienta narrativa.
Y en los imaginarios posibles quedaron pocos lugares para la mística del escritor, los tiempos productivos son otros. Los que escriben literatura se las tienen que arreglar con otras changas (¿no fue siempre así?). Y hoy los periodistas con trabajo estable son empleados full time que en ratos libres (o forzados) se sientan a armar historias. Y la otra posibilidad, a veces matizada con la anterior, es el periodismo freelance. Que ya tiene su carta de impresentación: “Periodismo portátil o cómo sobrevivir contando historias por el mundo” firmada por Juan Pablo Meneses y publicada en adn Cultura. Se complica. Pero al mismo tiempo no podemos dejar de apasionarnos. Claro, somos jóvenes. “Una vez un amigo me dijo: ‘El presente es nuentro capital’. Me gustó. Me gustaría recordarlo siempre”, Juan Terranova en Diario de un joven escritor argentino.
Después del 2001 entre algunos emergentes se empezó a visibilizar una nueva generación de narradores. Gente que no venía a decir más de lo mismo. Y si las editoriales vieron algo y empezaron a publicar más crónicas y “nueva narrativa argentina”, los teóricos también y empezaron a escribir sobre el objeto (y las editoriales vieron algo y empezaron a publicar más teoría sobre el objeto). En La argentina crónica les pidieron a los autores que teoricen sobre su material (hablar sobre sí mismo... me suena, me suena....). Todos coincidieron en que la crónica es una herramienta para contar una historia y no mucho más. En una entrevista múltiple de Tomás Eloy Martínez “La Argentina y los escritores que vienen” y publicada en adn Cultura, los jóvenes literatos coincidieron en que no hay nada ni nadie que les diga qué hay que escribir o de qué forma, y que hay una pertenencia generacional pero no de grupo literario.
Con los cambios culturales se han producido nuevas percepciones de la realidad. Y para contarla, la generación joven ha tomado una posición ética y estética: mirar al otro, soltar la pluma, mezclar géneros y dejarse atravesar por las nuevas tecnologías. Los narradores jóvenes, muy hijos de un tiempo, son parte de la historia contemporánea del periodismo y la literatura.

Por Natalia Barrio

Comentarios

Sergio De Piero ha dicho que…
Matias: muy interesante y creativo to blog. Tomé un post tuyo de 12/05/2007 para un pos de mi blog que te invito a visitar. Y de poso me gustaría sumarte a los recomendados

Saludos, Avallay
Matias ha dicho que…
Muchas gracias por los elogios, voy a pasar a visitar tu blog. últimamente con el tema de nuestra revista posteo mucho menos, pero prometo ponerme las pilas más adelante. Un abrazo

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