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Mostrando entradas de 2007

En un país llamado soledad

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Crónica sobre un idealista que se arrincona solitario en una casa de las periferias de Lobos. La casa está al final de una calle de pedregullo. Un camino de material serpentea hacia la puerta de madera, y las ventanas están ocultas detrás de unas persianas antiguas. Son las cuatro de la tarde de un domingo, y la voz frágil de Silvio Rodríguez es la única música que se respira en el barrio. - Golpeá fuerte las manos, porque no te escucha sino.- Me dijo una vecina sentada en una banqueta detrás de las rejas de su casa. - Julio camina con los pasos pesados hasta la puerta y me invita a pasar con una sonrisa ancha en la cara que después de unos segundos se difumina. - Estaba en mi cuarto, menos mal que golpeaste fuerte las manos.- Habla con un cigarrillo en la comisura de los labios, mientras señala una silla de metal para que tome asiento. El living está pegado a la cocina. En las paredes hay un retrato gigante del “Che”, un cuadro de la Habana revolucionaria y la cara de Lenin en blanco

Ex falso sequitur quodlibet y Entre la vida y la muerte- Poemas

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Dos poemas de Emmanuel Burgueño. Ex falso sequitur quodlibet La vi sonreír y sospeche que le gustaba. Me pregunté por qué sería si no me conocía, pero deduje que hay ciertas cosas sin más explicación que lo que acontece sin ser pensado pero sentido. Su sonrisa era diminuta, su boca perfecta y sus labios invocaban dioses ateos dispuestos al sacrificio. El pelo era el de una medusa sin serpientes: enmarañado y vivaz hasta convertirme en piedra. La gracia de su rostro me perseguía, no había dudas que yo era el destinatario de esos ojos insomnes sin ganas de dormirse, de esa mirada furtiva buscando conocerme. Sin temor a equivocarme me acerqué a su sonrisa y sentí el yerro del rechazo cuando me miro sorprendida, ex vero sequitur verum (de la verdad se sigue verdad)- me dijo. Y si de verdades hablamos, la verdad no te conozco- concluyo. El sol es amarillo, la luna blanca el viento una circunstancia, al aire una necesidad la palabra un invento, la verdad ¿una realidad? Quise poner a deducirm

Luna de miel embrujada

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Una nota editorial del programa platense de la FM radio universidad "Que más nos puede pasar" que se emite los domingos a las 20 hs. Una nota que trata de dilucidar los festejos tenues de un oficialismo preocupado por posibles cimbronazos que sacudirán al gobierno de Cristina dentro de milésimas de segundos después de su principio. Luna de miel embrujada No hubo balcón, ni multitudes, ni grandes festejos, ni mediáticas demostraciones de satisfacción consumada. Todo fue muy austero. Los festejos por parte del gobierno nacional y el Frente para la Victoria fueron los mas pelados si se quiere desde el retorno a la democracia. Ni banderitas, ni globos, ni siquiera un gran discurso. Es que existe un inquietante rumor que está circulado por los pasillos de la Casa Rosada a partir del resultado de las elecciones presidenciales del 28 de octubre. Esta preocupación es en referencia a las posibilidades reales que tiene la primera dama de enfrentarse a una crisis económico-social no bie

Las puertas del cielo- Julio Cortázar

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Bestiario, Buenos Aires, Sudamericana, 1994 A las ocho vino José María con la noticia, casi sin rodeos me dijo que Celina acababa de morir. Me acuerdo que reparé instantáneamente en la frase, Celina acabando de morirse, un poco como si ella misma hubiese decidido el momento en que eso debía concluir. Era casi de noche y a José María le temblaban los labios al decírmelo. -Mauro lo ha tomado tan mal, lo dejé como loco. Mejor vamos. Yo tenía que terminar unas notas, aparte de que le había prometido a una amiga llevarla a comer. Pegué un par de telefoneadas y salí con José María a buscar un taxi. Mauro y Celina vivían por Cánning y Santa Fe de manera que le pusimos diez minutos desde casa. Ya al acercarnos vimos gente que se paraba en el zaguán con un aire culpable y cortado; en el camino supe que Celina había empezado a vomitar sangre a las seis, que Mauro trajo al médico y que su madre estaba con ellos. Parece que el médico empezaba a escribir una larga receta cuando Celina abrió los ojo

El sabor violáceo del tango

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Su señora Marta dormía con un ronquido quedo a las cuatro de la mañana. Él -don Roberto- madrugó antes del primer canto del gallo de la vecina, se sentó en la cama algunos minutos y luego caminó lento hasta el ropero antiguo de madera donde estaba el camisolín y su camisa  escocesa de colores azules y blancos. Se vistió y caminó sigiloso hasta la cocina para evitar que el ruido del  viejo parquet no despertara a su mujer. Era viernes y el viento golpeaba la puerta de chapa del patio que comunicaba con la granja avícola de Doña Esther, la viuda de Soria, la que además de criar animales se las ingeniaba en su máquina de cocer para ganarse unos mangos. Don Roberto se sentó en la cocina debajo del tubo blanco de luz,  y su silueta - cada vez más delgada-  se dibujaba  como una sombra en la pared descascarada cubierta de fotos de nietos y adornos de ciudades turísticas: Mar del Plata, San Clemente, Puerto Madryn, San Miguel de Tucumán, Salta, Humahuaca.  Prendió la radio y ubicó la peri

El suicidio de Berlín

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Texto que se desprende de la crónica de Tomás Eloy Martinez, "dos ciudades". De aquél Berlín quedan fotos en algún portarretrato cubierto de polvo, con una nítida imagen en escala de grises exhibiendo los últimos años de vida de una ciudad desgarrada por la guerra y la monarquía, dispuesta a romper con ese fetiche de la modernidad donde los hombres jugaban a ser máquinas en un teatral “mundo feliz”. La fotografía permite congelar las coordenadas del tiempo para mostrar como en un cuadro artístico a una ciudad inmovilizada en un momento determinado. Un Berlín de corta infancia que erupcionó como un volcán emanando una sustancia hirviente que pretendía destruir esas bronceadas estructuras veneradas sin reproches: aquellos próceres de metal con laureles de artificio, aquellas artes refinadas de salones suntuosos y aquellos hombres iluminados de una sangre más azul que el cielo. Weimar permitió soñar: un atributo censurado por doquier en cualquier sistema de gobierno del mundo. U

Esa religión de la mentira

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Son ya seis siglos iguales, calcados como por una hoja transparente donde aparecen lejos del microscopio humano las torturas y muertes más gigantescas que haya registrado la Historia de la Humanidad. Un continente enorme repleto de oro y recursos naturales que vivía a su modo, con centenas de tribus de aborígenes cuya credencial exhibía sin mentiras que eran los dueños de la tierra. No obstante versiones gastadas de manuales áulicos y discursos oficiales escriben con letra negrita que el día 12 de Octubre debe consagrarse “El día de la raza” en detrimento del día del genocidio; el día donde los niños superan el pánico escénico para imitar la expedición marítima de Colón a América como el gran progreso del Hombre, en vez de calzarse un brazalete negro y conservar un minuto mudo consentido. Seis siglos iguales significa mantener “ese silencio bastante parecido a la estupidez” que olvida que los habitantes originarios eran personas y no residuos tóxicos que ni siquiera “servían para abono

La pantera y el templo- Abelardo Castillo

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Y sin embargo sé que algún día tendré un descuido, tropezaré con un mueble o simplemente me temblará la mano y ella abrirá los ojos mirándome aterrada (creyendo acaso que aún sueña, que ese que está ahí junto a la cama, arrodillado y con el hacha en la mano, es un asesino de pesadilla), y entonces me reconocerá, quizá grite, y sé que ya no podré detenerme.Todo fue diabólicamente extraño. Ocurrió mientras corregía aquella historia del hombre que una noche se acerca sigilosamente a la cama de su mujer dormida, con un hacha en alto (no sé por qué elegí un hacha: ésta aún no estaba allí, llamándome desde la pared con un grito negro, desafiándome a celebrar una vez más la monstruosa ceremonia). Imaginé, de pronto, que el hombre no mataba a la mujer. Se arrepiente, y no mata. El horror consistía, justamente, en eso: él guardará para siempre el secreto de aquel juego; ella dormirá toda su vida junto al hombre que esa noche estuvo a punto de deshacer, a golpes, su luminosa cabeza rubia (por qu

Por aquellas siestas de fútbol

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Cuento de fútbol novato La rama del eucalipto se movía despacio de forma pendular, empujada por la ventisca de primavera de las dos de la tarde. Ninguna nube se asomaba por un cielo color celeste acuarela, y el silencio de siesta aislaba las voces de los pibes sentados en el cordón de la vereda con camisetas calurosas como si estuviesen atrapados por la inmensidad rocosa de las montañas. - Para mí le tenemos que jugar con éste arriba- javito señaló con el dedo a Matías que estaba sosteniendo un yuyo con los labios, mientras miraba el reloj con cierta preocupación- y al arco que vaya carlitos…y ya está, le metemos diez a estos pajeros. - Yo no tengo drama, pero hay que ganar si o si, porque sino quien lo aguanta al rafa en la escuela. - De última, lo tendremos que cagar o trompadas- javito alzó la voz con bronca y la mirada firme-. Habían seleccionado una cancha neutral para evitar que griteríos e insultos se filtren por las persianas de esos vecinos que se instalan debajo de paredes co

El Ojo silva por Roberto Bolaños

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Un cuento de un escritor chileno contemporáneo que se alistó en las fuerzas de Allende para mitigar un golpe durísimo e inolvidable el 11 de septiembre de 1973. Un cuento brillante que retrata el exilio y la atadura febril a una violencia atroz que eternizó en los utópicos con venite años en los setenta la pesadilla del "sueño con serpientes". Para Rodrigo Pinto y María y Andrés Braithwaite Lo que son las cosas, Mauricio Silva, llamado el Ojo, siempre intentó escapar de la violencia aun a riesgo de ser considerado un cobarde, pero de la violencia, de la verdadera violencia, no se puede escapar, al menos no nosotros, los nacidos en Latinoamérica en la década del cincuenta, los que rondábamos los veinte años cuando murió Salvador Allende. El caso del Ojo es paradigmático y ejemplar y tal vez no sea ocioso volver a recordarlo, sobre todo cuando ya han pasado tantos años. En enero de 1974, cuatro meses después del golpe de Estado, el Ojo Silva se marchó de Chile. Primero estuvo e