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Mostrando entradas de 2019

Cáscara de nuez

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Perderse en la trama, o en los laberintos infames del no me acuerdo. No sé que pasa, pero sobre el vidrio veo un planeta, o en esta cáscara de nuez. Ahí dentro, un bote, brote viejo, surca profundo en el poeta vagabundo, que se mece en el zigzag de la noche. Es la hamaca de la luna sobre la calle. Cáscara, madera petrificada, en la almohada del duende, que no vomita, piensa, en ese otro ser que habita el viaje ahí, al medio de sus entrañas. M.K

Misceláneas

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El grito blando de las  palomas, el tango de tu barrio mientras se  oyen los chicos al final de la escuela. El fin del fin,  mientras no llueve.  Los otros,  el pero como motor,  las señales del vidrio que se atraganta, la pava que silba bajito,  el crujir del pulmón de un mate,  la anestesia de la soledad,  el taller que es de otro tiempo,  el zapatero que nadie ve, o los litros que se consumen despacio  al lado de un televisor que no espera a nadie.  Mi otro yo en verso,  la pluma que es un teclado,  el ya no sé,  la duda del aprendizaje,  la pasión  y el cálculo frío,  misceláneas,  enredadera de palabras como una planta entre acá y allá y cualquier lugar.  Una canción de Los Beatles mi primeros porros,  el vinilo que  ya no anda,  la lapicera tiene tos:  la letra torcida,  el nervio de la canción,  prefiero el beat de las tormentas,  y tu "ahí estoy llegando",  mientras el corazón es una fiesta,  uno o dos

La joya de adentro

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El oficio de crear nos atraviesa en todos los sentidos. Más o menos. Pero nos atraviesa ante el desafío de poder generar algo propio. Un sello tuyo.En la música y en la escritura, Matías Kraber lee algo que es como una invitación a descubrirse a uno mismo a través del juego. Escuchá este podcast, en el link de abajo. M.K

Lazambik, mi eterno club rodante

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De pibe fundé un club imaginario. Se llamaba Lazambik y era la combinación de letras azarosas. No recuerdo qué fue lo que tuve en cuenta para armar ésta palabra que parece un látigo ruso. Un golpe seco de consonantes como un buen contragolpe fabricado por Pavel Nedved. Creo que mi apellido siempre me invitó a flashearla. Ni siquiera supimos del todo nítida la historia del bisabuelo Kraber que llega a Montevideo en barco después de escapar de la guerra civil en Polonia en la primera década soviética. Sí sabemos que ahí se cruzó con la bisabuela Isabel de Ucrania y al tiempo juntos cruzaron el charco para vivir por el Abasto en Buenos Aires, por donde nació mi abuelo Héctor.  Después Sarandí, Villa Domínico y San José en las calles del partido de Almirante Brown, al sur del GBA. Hace una navidad mi tío Marcelo me hizo un tour en su Fiat Fiorino por esas esquinas y fue un viaje en el tiempo. - Ves, ahí jugó tu papá con los canarios- dijo el tío con ese tono amansado como de uruguayo

Tiempos vivos

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Los tiempos de viajes son tiempos vivos. Ahora miro por la ventana del bus y veo un llano verde interminable que funciona como fondo de pantalla mientras mi cabeza monologuea y creo que debo atrapar algunos pensamientos. Casi que cazar mariposas con una red. Los Detectives Salvajes de Bolaños siempre me encienden la prosa, tira un fósforo en el yuyo seco y prende. Avanzo un par de relatos y me ubico yo en esa historia tan llena de pliegues y personajes que ruedan entre el DF y el mundo en derredor de vidas errantes y poéticas. Una milhojas en forma de libro. Arturo Belano y Ulises Lima son los personajes análogos a los de la generación beat de Jack Kerouac al estilo de Dean Moriarthy y Sal. Sujetos cósmicos que se mueven de un lado a otro por la carretera de los Estados Unidos o por ciudades del mundo como Jerusalén o Tel Aviv, Barcelona o el sur de Francia en la vendimia de finales de febrero. Me gusta la idea de novelar cada personaje que conseguí en el camino. Ellos mismos escrib

Destapar

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Tenía que escribir. Era destapar la cañería al final. Que la energía entre los chacras mismos fluyan como tuberías aceitadas de la fórmula 1. Bueno, me copé con yoga. Pero que posta te tira el yoga cuando empezas a desengrasar los rincones más impenetrables. Es un machete simbólico de ese yuyo interno. Ese terreno baldío del cuerpo y la conciencia. No se, es algo mixto que está ahí medio caracol baboso en el goce del no disfrute. Sino de la fiaca o la pereza que conduce a la  babia. Cuando el avión despega de ahí, se abre otro planeta posible. Loco pero real. “Hay que salir del agujero interior”, canta Federico y Virus siempre termina mostrando sus influencias en esta ciudad gótica de La Plata. Sobre todo en esta época que empieza la bruma y esas lluvias molidas que te tiran su baba cuando venís en bicicleta o cortando el aire a pie por una diagonal como la 73 que va hasta Plaza Rocha. Pienso en las canciones que flotan en La Plata. Algunas que ya tienen más de 30 años. Otras vei

Lo líquido

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El olvido, una calle vacía, los perros que lamen las huellas de los que se fueron. La sangre, el desempate el pedacito de cielo se lo traga la nube, que es un tren pasajero. Lo líquido, la velocidad, los cien metros llanos, el chapaleo del charco, las bocinas y las luces, su silencio del después. Lo que emerge de las bocas son tormentas agridulces, una soda con limón, Como ráfaga que arrasa esos puntos en suspenso de la dulzura distante. M.K