El riel también es teatro

En el riel se escucha tango. El riel es un bodegón con madera en las calles Rivadavia y Pueyrredon del barrio Pichicha de Rosario. Y como ayer eran cuadras de conventillos y burdeles y hoy se mezcla con los aires de arte del Museo Contemporáneo, el Riel es un simbolismo atemporal que también suena. Un caracol del tiempo que suena como fonola de los 20 mientras las mesas de madera firme alberga a jóvenes de no más de 35. No hay viejos, no hay gel, gomina, codos con pitucones en el estaño. Hay mozos con delantal pero también jóvenes que pasan con sus bandejas de chops baratísimos con cerveza Santa Fe tirada, en la única esquina de todo Rosario que sirven esta rubia capitalina. Hay un mueble que tiene 100 años y en su vitrina de botellas variopintas parecen salir voces de la gangrena tanguera que también es de acá, de este lado del mapa que se inclina al litoral. Hay una barra que también tiene 100 años y los detalles de percheros para los sacos de los parroquianos del estaño. Hay varios sentados. Nosotros también lo hicimos con Silvio mientras charlamos de un mix cultural que despierta esta ciudad llamada la Chicago Argenta, y salimos de ver teatro que también es de acá y muestra las alas de la ciudad. Sus guiños de humor mordaz que pega con realismo sucio, existencialismo, peronismo de ayer que aún tiene sus cicatrices de Ezeiza; muerte al diván o el amor en tiempo muerto de las parejas que viven en turbulencias eternas. "¿Vienen de la función?", pregunta el mozo joven como conociendo el paño. "Sí responden los dos actores y -Romina, dramaturga de la ciudad y directora de Matar al Diván-, que ahora, en una pequeña mesa de madera donde entran 6 tipos tejen con audacia esas conversaciones que podrían durar 100 años como este riel de la vida, la amistad y el tiempo. Todo ahí en el rectángulo de la mesa transcurre como una mesa de billar o de metegol. La ficción y la realidad  en un ápice, el amor quirúrgico dice Ferruchi y desarrolla su tesis de un romance en miniatura que dura una nada, unos minutos, una noche, una tarde pero que es perfecta porque sería algo así como el efecto del polen de las abejas. Es un segmento de tiempo donde uno recibe un azúcar, una cucharada de ficción que es al final de cuentas el modo de llevar la vida misma para que la realidad tampoco sea un plato playo donde no ingresa una cuchara subterránea y sólo un tenedor y un cuchillo matrimoniales. " La máquina de hacer pájaros", digo yo y Ferruchi, que ayer en función era un agente del desquicio de la Triple A, dice sí con énfasis marcial. 
- Exacto, es eso. No lo había pensado- dice y hamaca el índice con el pulgar haciendo referencia a la analogía, mientras Romina asiente, silenciosa, y en su subterráneo creativo se entretejen más diálogos y giros de ficción que tienen la madera pura de ésta ciudad. De estas conversaciones también quirúrgicas que nacen en la mesa de un bar con 100 años y tela para crear. 

Matías Kraber

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