Artesano de palabras



Ten como norma gastar lo menos posible
y la satisfacción con que vivirás será mucho mayor".
Alex McCandless
"[...] el mundo entero es una cosa llena de gente que anda de un lado para otro cargada con mochilas, Vagabundos del Dharma negándose a seguir la demanda general de la producción de que consuman y, por tanto, de que trabajen para tener el privilegio de consumir toda esa mierda que en realidad no necesitan, como refrigeradores, aparatos de televisión, coches, coches nuevos y llamativos, brillantina para el pelo de una determinada marca y desodorantes y porquería en general que siempre termina en el cubo de la basura una semana después; todos ellos presos en un sistema de trabajo, producción, consumo, trabajo, producción, consumo... Tengo la visión de una gran revolución de mochilas de miles y hasta de millones de jóvenes norteamericanos con mochilas y subiendo a las montañas a rezar, haciendo que los niños rían y que se alegren los ancianos, haciendo que las chicas sean felices y también las señoras mayores, que serán más felices todavía, todos ellos lunáticos zen que andan escribiendo poemas que surgen de sus cabezas sin motivo y siendo amables y realizando actos extraños que proporcionan visiones de libertad eterna a todo el mundo y a todas las criaturas vivas". Los Vagabundos del Dharma (Jack Kerouac)


La capacidad de tocar con la palabra, me dijeron en Colombia una tarde brumosa rola. Caminar bajo el agua con esa sorpresa. Ahora, despertar y tener ganas de echar mano al don. Electrovoltios en el teclado para darle alma al plástico, hacer vibrar las teclas hasta que formen palabras que viajen desde este nido de la circunvalación platense hasta por ejemplo Bogotá donde el fercho le mete pedal a la vida, se toma un caldo y sale a filmar las sábanas con Don Tomas y juntos parecen los aliados de Isaac Newton y Julio Verne saliendo a romper la estática del tiempo con una cámara y un jeep.
Llegar al chaco salteño. Adentrarme en PachaKanchay, olfatear el peligro de una serpiente, sentarme bajo el alero con mi hermano Gustavo y Emi  a cantar una zamba empuñada con el corazón, haciendo del ápice armónico el mejor de los viajes. Siempre en el ápice armónico está el mejor de los viajes.
Cerrar los ojos y respirar música en la máquina de cocer mientras ensayamos con Casiopea en pleno barrio del Parque Saavedra con ese espíritu de garage platense que a esta altura es un perro leal que nos sigue hasta el infinito.
Los cuatro perros de Icho Cruz a Carlos Paz que nos siguen, también son infinitos, cuando caminamos con Fer en una noche fresca de las sierras mientras masticamos la libertad con acusos de coca. Los perros van ahí, forman un rombo, y también son algunos hermanos metafísicos que están en otra parte.
Como Emiliano y yo mirándonos las caras deformes en el agua de un arroyo que es apenas hilo en Capilla del Monte el día que seguimos el camino de las vacas en la montaña y luego apareció el árbol de la sortija que hoy es una foto inmortal en mi living de viajero.
O Medellin de noche mientras miramos el sudeste desde una loma que tiene plantas de bosque. La luna es una ostia amarillenta y "cuando calla la luna" una canción de las que hacen trueque con el diablo. Un blus del camino, un milagro de barro.
Este mate. Este camaleón de vida. Feli que llegó con su mochila, un caracol viajero, y me activó la sed de las historias. Viscerales historias en un mundo en el que parece mejor quitarlanieve del juicio o lo superfluo, más que amontonar palabras en cementerios de clichés y pajazos mentales. Acá saque mi hilo, mi trama, espero verlos en el pasto a mis panas y decirles que sí, que es verdad, soy un artesano de la comunicación. Y que gracias por recordármelo.
A veces la cabeza se pianta, pero el alma está ahí como una brasa incandescente. Un meteorito con alquimia de diamante.

Matías Kraber 

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