Escribir una botella al mar

Escribir una carta como una botella al mar. Largarla al agua para quién corresponda: una novia lejana, un hermano, un primo, un transeúnte desesperado. Escribir una carta que desafíe las leyes de la gravedad. Que llegue a destino. A buen o mal puerto, pero que llegue como un canto agudo que sale del pecho. Que detrás de esas olas y de ese océano haya un alguien de carne y hueso sentándose a masticar cada una de las palabras con los puntos y sus comas. Con la respiración, el jadeo, la tos y los vómitos.
Escribir una carta que hable de la humanidad: del amor al instante, de la chispa del sueño, del buen recuerdo. Escribir una carta que hable de los abrazos y de los aeropuertos. De los chau y de los hola. De las pequeñas muertes, de los partos, de la nostalgia de la ventana, del vidrio empañado, de la lluvia como un balde, de la resurrección de la mañana.
Escribir una carta de corrido como un cachetazo. Con el viento del camino, los viajes, las estaciones, los vaivenes, la furia fría y la calma.
Escribir una carta con el puño y la letra de un boxeador cansado. El que terminó de cenar a deshora, tomó un vaso de agua y se acordó que nunca es tarde.
Escribir una carta con alma. Con el soplido de sus astros. Dos cometas que se chocan, una ronda de tequila o un mate amargo.
Escribir una carta sin reproches, con las nueces de los barcos, más la arena movediza del silencio que truequea tu espera por esperanza. Escribir sin posdata, sin fecha de vencimiento, a quién corresponda: una novia lejana, un hermano, un primo, un transeúnte desesperado. Escribir una carta como un tiro certero al aire, una migaja compinche del instante, un puente mudo, un gol anónimo que es ahora mientras me saco el melón para saludarte.

MK

Comentarios

Entradas populares de este blog

Vidas de porcelana

Aquel Peronismo de juguete- Osvaldo Soriano

Al Abrigo, cuento de Juan José Saer