El cuco

Felices 59 Hugo Chávez: compañero y camarada
hoy brindo por tu ejemplo...



Los populares se vuelven cucos. Un poco fantasmas y otro tanto viejas pesadillas rojas. La cosa es que el  cóndor todavía vuela y quiere tragarlos del mapa con imágenes de televisión o armas de destrucción masivas. Una de dos cartas posibles:  la industria cultural mediática o la artillería pesada.
Hugo Chávez Frías: primero soldado, después presidente y siempre revolucionario.
La madrugada del 13 de abril de 2002 el pueblo bolivariano toma el canal televisivo Venezolana de Televisión  y comienza la trasmisión en el aire de censura de un golpe de estado impulsado por Fedecamaras, La Confederación de Trabajadores  la Universidad Católica y la primera línea de la Iglesia.
Y allí, contra viento y marea, empezó la continuidad.
Venezuela multiplicó por dos su PBI en 94, 7% en 5 años y medio con la nacionalización de la empresa petrolera FEDEVESA,  redujo la pobreza a un 72%, y disminuyó más de un tercio la mortalidad infantil.   
“Extraño dictador este Hugo Chávez. Masoquista y suicida: creó una Constitución que permite que el pueblo lo eche, y se arriesgó a que eso ocurriera en un referéndum revocatorio que Venezuela ha realizado por primera vez en la historia universal”, estampó para siempre Eduargo Galeano  cuando El Cuco inauguró una posibilidad inédita de democracia directa. Antes de él sólo las puebladas, los golpes de estado y los cuartelazos podían rajar un presidente. Después de él, el miedo sólo es pólvora periodística.
Y se nos fue una noche de verano y no fue un sueño como la canción de Silvio. Él, Hugo, se fue con el mismo calor de sus palabras y nos devolvió el abrazo latinoaméricano perdido en las grietas del tiempo. El de Guayaquil: el de Bolívar y San Martín jurándose alta fidelidad.
Soñó tan gran como esa patria que anhelaron ellos, Los Libertadores.
Hoy vos, El cuco del CNN y el neoliberalismo
el que putean los conservadores y admiran los caminantes
el rejuvenecedor de las revoluciones posibles
el que volvió  al pueblo tan pueblo
que se lo lloró en días infinitos y
pesados;
donde se regó con lágrimas el suelo, y se llenó de paz el cielo:
mientras la Historia juró -e hizo la cruz con los dedos- de que iría a recordarte para toda la vida. 

Por Matías Kraber


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