El hombre que le ganó a la soledad


Relato, viaje, cuento, círculos de vida misma y literatura... 

Sí, ese día le ganó. No sé como hizo, pero lo hizo. Lo tenía podrido, tanto que el olor lo perseguía cual misil de calor de los yanquis.  Atrás, en la nuca, con dos caras cruzadas en parietal derecho de la cabeza  jugándose un ajedrez interminable, infinito, entre el filo y la paz.  Enredo, trenza y más trenza, nudo ciego. Empate técnico que no conduce a nada.
Él bailaba el tango los domingos. Tradicionalmente, sin faltar. La rutina que se vuelve dependencia: reproduce un círculo que al principio es fuego e identidad pero más tarde es una guadaña de las que van rozando los nervios hasta cortar algún cable. Y después otro, y después otro.  Y después el precipicio que se desbarranca: “ Lo pensó dos veces y se marchó,
como una frutilla su corazón, Siempre el mismo rollo con los parientes”, c
antó Fito sobre el karma. Sí el karma, llamésele a ese agujero negro que chupa como aspiradora para tragarnos en el mal de la repetición desafortunada. Los vicios que se enlanzan de generación en generación. La pendiente incorrecta. El camino de una inercia  que si no le torcemos el volante, nos pierde en un laberinto de espejos rotos.
 Se dice que Kurt Cobain llamó Nirvana a su grupo para gambetear a la red de reencarnaciones que lupean el alma aquí, en éste plano terrestre o físico. Hablando o asustando. Pero en éste aquí mental, del ego y la envidia como la democracia misma. “ La envidia es la base de la democracia”, dijo el matemático más nobel del mundo: Bertrand Russell.
Pero él, una siesta de sol,  agarró la mochila y se fue. Con poco o con muchísimo más: él mismo. De cuerpo entero, soltándole la rienda al caballo justo en esa esquina, en  esa incógnita dibujada como una cruz de hierro en el aire.
Siempre hay uno, un alma gemela que empuja. Y a ese, esos seres, me interesa escribirles ahora. Romper la gravedad del tiempo y escribirles antes de morirme. Dedicarles mis palabras más verdaderas: las viscerales. Las que no corren como agua en la alcantarilla, sino como anguilas eléctricas en el río manso. Las que no se amontonan en el cementerio de las palabras trilladas, sino las que se colan por las hendijas de la historia. Breve o minúscula, pero la historia de alguien de carne y hueso como vos o como yo.
Él estaba en Colombia. Bogotá, para ser más preciso. Un tipos de esos a los que cerrando los ojos se los abraza y se les confía la llave más preciada de todas: las del alma. Parcero dijo y la palabra encendió una chispa de canción que prendió  como fuego. Un Pacto y un credo. No sé, pero la fusión de raíces subterráneas haciendo su trabajo de hormiga efectivo de una vez por todas.
Síntesis pensé. Unidad. Ese punto justo dónde la cosa se va acomodando. Sí, y cuando se dice cosa que tenga el acento argento del inmigrante que va para adelante.
“ Si no creyera en la balanza, en la razón del equillibrio, sino creyera en el delirio, sino creyera en la esperanza”
 El pensamiento mágico dice que si una palabra pasa por el tamiz de la mística antes de ser empuñada por la boca después germina como una flor en el bosque.  O en el cemento. Algo así como sembrar con lenguaje y suerte. Lo causal y lo divino puestos en sociedad anónima. Jugando callados un partido de truco como dos amigos que se conocen con señas. Complicidad en la mirada.
Él se llama Fernando y mientras cocina, cocina la vida misma en un plato de colores que tiene la  energía de la tierra. Desde su departamento del quinto piso en el barrio colonial e intelectual de Palermo bogotano dice: “ las fronteras son mentales”, y revuelve la olla de un tuco que sabe a Argentina un domingo al mediodía.  Baja el ascensor, saluda a Mariano el portero del edificio y se va caminando por la 45 hasta fundirse en el verde del Park Way. Por el bulevar, la vereda del medio, mientras un par de rolos tomán pola sentados en los bancos de plaza, algunos peladitos andan en bicicleta y un par de viejos caminan lentos de la mano en busca de su chocolate caliente. Fer, en una milésima desaparece de la vista. Ya no está. Quizá me esté por tocar el timbre, quizá su mente ya sea un avión que aterriza en el tango de Argentina.

Ellos durmiendo juntos y en el sueño caminan de la mano de espaldas a las montañas, Ellos dos sin réloj mientras el viento golpea la ventana de la pieza y entra una brisa de libertad viniendo del sur de Suiza y del Norte de Italia. “Dónde sea pero que sea juntos”, susurra por lo bajo una voz que no es la de ellos sino la suma de la de ellos dos: ese tres, no sé bien como explicarlo pero sería algo así como un tercer cuerpo o sombra o alma que nace cuando el equilibrio de dos es el que es. Sin pantallas, ni humos, ni dobles discursos.
Él se levanta, pone la pava en el fuego, prepara el mate y se va a la ventana a mirar el mundo desde Zurich mientras pasa el tranvía como un rayo eléctrico rojo por la acera de enfrente.
Ella se levanta silenciosa, se sienta en el filo de la ventana, toma el mate y se miran mientras Perez –banda de indie rock platense- suena en la mañana temprana de Suiza: “yo no quiero mirar por la ventana, yo quiero estar abajo”. Se visten, se besan, se ríen y salen con sus mochilas a vivir  la vida como un viaje.



Alrededor de ese fuego hay corazones contentos, sin penas. Dichosos de encontrarse en un mismo lugar que es una selva con mar y montañas. Están todos, del primero al último de los que tienen que estar. Gente que rima entre sí. Que su música es también  tuya, y que sus penas también te pertenecen.Pero ahí ya no hay lugar a la tristeza. La tristeza es un domingo que ya no existe dice uno mientras tira maderas al fuego y el humo va formando un puente imaginario al cielo. Suena una guitarra y un par de voces calurosas mientras el abrazo forma el puente por dónde de a una, y en silencio, emprenden su galope místico las almas puras.  

Por Matías Kraber



Comentarios

Anónimo ha dicho que…
increible homenaje... otro homenaje mas y van...
como ya te dije por esto y tantas otras cosas mas te queremos por mil.
nuestro hermano, nuestro confidente, nuestro otro nosotros por alla, por algun lugar donde el camino o la misma tierra nos marque.
un abrazo con llanto interior fuerte abrazo de parceros a parceros, de pares a pares, de hermanos a hermanos.
las fronteras no solo son mentales sino que tambien aveces pueden destruir ilusiones, por eso nosotros decidimos vivir la vida asi, el presente y nada mas. la riqueza son estas cosas que la vida misma te regalan.
genio en nuestro corazon siempre.
simplemente gracias

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