El recuerdo no es algo prohíbido


Entrevista realizada en Mayo de 2008 a Osvaldo Bayer: filósofo, escritor e historiador Argentino con memoria rebelde. 
Para Cu4tro de Copas. Revista Cultural platense independiente

Por Diego Martín Cirulli 





Del paraíso lo arrancaron cuando no tenía más de veinte años. Para sus juveniles ojos
de marinero timonel no podía existir en este mundo visión más hermosa que la de la luna bañándose en el Paraná. Le gustaba remontar ese río arremolinado y fangoso, justo cuando el monte de álamos y sauces dejaba caer su frescura sobre el agua turbia, que la noche teñía de negro. A esa hora el silencio de muerte sólo se rompía con el krau-krau-krau de algún carau reclamando atención entre los varillares, o con la voz del capitán, un correntino loco y casi mágico, de esos que sólo pueden prosperar en un paisaje como ese. Era el que daba las indicaciones y conocía el rumbo de memoria. Pero el laberinto de la selva no le cabía entero en la cabeza y en los últimos tiempos había empezado a desvariar.
" Yo hacía guardia con él, de las cero a las cuatro de la mañana. Y una noche, de pronto, empezó a decir "ya vienen".

- Ya vienen, no los ves?
- No capitán, adónde?
- Ahí, subiendo delante, vienen del río y suben.
Yo no veía un pito.
- Yo no veo nada.
- Claro- dijo el capitán. Hay que saber ver, son las ánimas.


" Estaba totalmente loco. Yo pensé: 'nos vamos a hundir en cualquier momento'. " Ya están llegando", "ya van a subir la ventolera", " ahí vienen", decía el capitán. Después otro marinero que hacía tiempo que estaba, me dijo que no le hiciera caso, que estaba loco, pero las indicaciones me las daba igual".

Ese mundo mágico le duró a Bayer sólo seis meses. Con cruel maquinación la política se filtró entre los pajonales y juncos que bordeaban el río y lo contaminó todo en ese paisaje que parecía más inventado que real. Lo expulsaron una lejana noche del 50', por adherir a la famosa huelga de la marina a la CGT, ordenada por Perón. Cuando llegó el momento de la huelga dijo al capitán que esa noche no iba a estar en la guardia.

- No hagas locuras chico, que te vamos a tener que echar eh.

Pero ya el joven Bayer, aprendiz de marinero timonel y estudiante de filosofía, en medio de aquella noche perdida del Paraná comenzó a ganarse la fama de consecuente con sus ideas y se mantuvo firme en la disciplina sindical. Cuando llegaron a Rosario, a las dos de la mañana, estaba esperando la Prefectura. Pensó que esa noche lo tiraban al río. Pero no. Lo hicieron bajar y lo tuvieron parado en la Prefectura General de Rosario hasta las diez de la mañana. De pronto entró el Prefecto.

- Usted es el único huelguista contra el gobierno nacional- dijo. Va a ver lo que hago con su libreta de embarco.

Y el joven Bayer vio como el prefecto arrancaba hoja por hoja y las rompía a pedazos. Y fue como si le desgajaran el pasado, porque en la libreta de embarco figuraban todos los puertos que había tocado como marino.

- Y ahora puede irse, porque usted jamás volverá a pisar un buque de la patria.

Esas palabras del prefecto se le metieron en las entrañas, y le tironearon fuerte la sangre
durante mucho tiempo. Fueron casi una premonición de lo que escucharía ventiséis años después, en el aeropuerto de Ezeiza, cuando el país estaba pudriéndose vivo por la dictadura y la voz ladina del Brigadier Santuccionne, tirano de turno en la aduana, lo mandó al destierro con una sentencia que sonó como el silbido de una serpiente:

- Acuérdese de una cosa: usted jamás volverá a pisar el suelo de la patria.

A Bayer le invadieron  unas ganas locas de escupirle la cara, pero por una vez no dijo nada. Era el exilio. Un exilio que lo partiría al medio de por vida. Si es cierto que la vida de los hombres puede resumirse en dos o tres episodios, la biografía de Osvaldo Bayer apelaría a estos destierros para hablar de un hombre siempre obligado a empezar de nuevo, bajo la lluvia ajena.
" Yo lo tomé como una gran injusticia. Lo único que había hecho eran investigaciones históricas. Había invitado a los historiadores militares a un debate público sobre las huelgas patagónicas y había logrado también que me dieran el Aula Magna de la Facultad de Filosofía. Invité a los historiadores militares a una discusión , a ver que documento encontraban ellos que fueran falsos. No vino ninguno. Pero en la lista de la Triple A aparezcoLa Patagonia Rebelde. Empezamos en el tiempo que estaba Cámpora, que aprobó todo. Pero después -cuando filmamos y todo lo demás- ya estaba el imbécil de Lastiri y una de las primeras cosas que hizo fue prohibir mi primer libro "Severino di Giovanni". Me acuerdo que cuando leí el decreto en el diario pensé: " Que desgraciado que soy, me prohibe Lastiri". Porque si te prohibe Perón o Yrigoyen bueno, pero Lastiri, un imbécil".
yo. Fue por la película

Pero ahí estaba el nombre de Osvaldo Bayer, el escritor, el historiador de la anarquía, en la Lista de las Tres A y las circunstancias lo obligaron a mandar a su familia al exilio, el 12 de octubre del 74.
" Pero yo no me quería ir, Por qué me iba a tener que ir?". No quería , pero tuvo que hacero. Aguantó; aguantar era lo único que se podía. Lo guardaron unos viejos anarquistas, hasta que no pudo más. " Me dije: no puedo hacer absolutamente nada, no puedo moverme". Entonces me voy porque desde el exterior puedo hacer algo. Y me fui a Alemania y estuve hasta febrero del 76. Justamente un año. Y como en febrero Isabel había llamado a alecciones, cometí el gravísimo error. Lo habían echado a López Rega y entonces dije: "puedo volver". Cuatro semana después, la dictadura".

Las sirenas de la policía cortando la noche

Y ahí si que era imposible salir. Estar vivo era ya una pequeña victoria. En varios lugares se refugió hasta el 18 de junio de ese mismo año, cuando la policía se volvió loca porque habían matado a un jefe. " Así que estabas listo,  no podías salir a la calle. Y después el miedo era tan grande que algunos amigos me habían ofrecido su domicilio, pero yo llegaba allí y las mujeres de ellos, que tenían pibes me veían con bronca. Porque decían: " y si ahora vienen y nos pasa algo". Yo las comprendí por el temor de los hijos".

Ese día la policía se volvió más loca de lo habitual, e iba allanando domicilio por domicilio, se refugió en la casa del agregado cultural de la embajada de Alemania, que era su amigo y lo levó al aeropuerto para sacarlo del país. Iban en un Mercedes Benz blanco, engalanado con una banderita de Alemania. El coche lo manejaba la esposa del alemán, que estaba al lado del acompañante y Bayer en el asiento de atrás. En el camino la guardia los detiene. " Nos piden los documentos y él le da su documento y el de la mujer también. Y entonces me ve a mí el oficial, y me pide documento. Y ante mi sorpresa, el agregado cultural dice: " yo estoy cansado, esto es un automóvil de la embajada alemana. Este auto es de la embajada, puede ver mi chapa y la bandera. Y yo he mostrado mis documentos diplomáticos. Usted no tiene porque pedir más documentos si yo estoy acá representando a Alemania. " Y el oficial lo miró, y nos hizo seña y pasamos". Después les hizo lo mismo a otro grupo militar que los paró unos kilómetros antes del aeropuerto.
" Pero claro, cuando llegamos a Ezeiza, ahí ya fue diferente. La embajada me había reservado un sitio en un avión que venía de Santiago de Chile y que se quedó esperando porque me demoraron en el aeropuerto. Hubo que presentar pasaporte. El agregado cultural presenta el pasaporte diplomático de él y el mío". Un suboficial los ve y el agregado dice:
- El señor es refugiado de la embajada. Y va como refugiado de Alemania.
El suboficial, que se agarró un susto bárbaro, los llevó a una habitación y cerró todo con llave.
Una hora después apareció el comodoro Santuccione que era jefe de Ezeiza.

- Señor agregado cultural para mi es un orgullo que usted, un hombre de un país que nosotros los militares argentinos admiramos tanto...usted ha sido bienvenido. Le devuelvo su pasaporte y disculpe la demora. En cuanto a usted, Osvaldo Bayer, usted va a poder salir ahora porque lo pide una embajada de un país que admiramos profundamente. Por eso va a salir. Pero acuérdese usted de una cosa: Usted jamás va a volver a pisar el suelo de la patria.

Y sin embargo aquí está. Treinta y dos años después. Está sentado en el patio de la casa de su infancia, repitiendo con  bronca las palabras torpes de Santuccione. Su rostro de ojos profundos y barba espesa encaja justo entre las palmeras que cuelgan de la pared, y la imagen toda parece pintada al óleo.

Bayer está aquí pero ya no es el joven aprendiz de marinero timonel ni el hombre que se fue en la era de los asesinos. El exilio y el tiempo dejaron sus marcas y el cuerpo las ha recogido. Tiene la piel arrugada y llena de vetas oscuras, su brazo sufre por una alergia -acaba de verlo un médico-, y en su mano izquierda tiene un pequeño corte, rojo y redondeado, como un estigma. Habla. Con tono pesado pero fluido, habla Bayer. " Mi melancolía fue que yo había logrado, después de muchos años independizarme. El sueño de un escritor es independizarse y trabajar en su casa y ocupar todo el tiempo en la investigación o en los escritos. Yo para ganarme la vida había sido docente y periodista. Después de mi primer libro, ya pude mantenerme con lo que me entraba por la venta de los libros y las películas que hacía, pero eso me duró 6 meses. Otra vez el paraíso le duró 6 meses. El exilio lo obligó a abandonar todo, llegar a un país y empezar de cero a los 50 años. " Cuando llegué a Alemania me dediqué todo el tiempo a los Derechos Humanos, a denunciar desapariciones. Creamos un diario con  Cortázar, Soriano y me lo pasé viajando. Me invitaban de todos lados a dar charlas. Por ese tiempo, Clarín inició una campaña contra los exiliados. Gregorich, que después fue secretario de Cultura de Alfonsín, escribió una página entera que los dos Osvaldo: Soriano y Bayer y Juan Gelman hacían de nuestro país una inmensa cárcel denunciando hechos que no son ciertos. Y otro que se tiró muy en contra nuestro fue Ernesto Sábato que decía: " acá el que quiere puede hacer la que quiera, los intelectuales escribir los libros que quieran, a mí nunca me mlestaron. Cuando leí en los diarios europeos que madres de desaparecidos habían ocupado la Plaza de Mayo en el 77, yo dije: " voy a poder volver a a la Argentina". Ese fue el primer indicio, mirá que intuición: 8 años y 4 meses más tarde volví a pisar el suelo de la patria. Era octubre del 83. Pero cuando volví estaban cerrando todas las puertas. Alfonsín fue un detractor del exilio. Al día siguiente de que toma el poder, invita a los intelectuales argentinos a un almuerzo en la Casa Rosada y no invitó a ningún exiliado, pese a que estábamos ya David Viñas, Osvaldo Soriano, Juan Gelman y yo".

Con el recibimiento oficial, regresar fue tan duro como haberse ido. El que volvía tenía que estar entero para arreglar un país quebrado. " No conseguí trabajo, en ningún diario. Eramos como malditos, tampoco en la docencia, y entonces tenía que irme 6 meses a Alemania a ganar las divisas para vivir los otros 6 meses acá. Hasta que debo decir que fue Jorge Lanata el que me invitó a Página y después a trabaja en la docencia que entregaron la primer cátedra de derechos humanos de la Facultad de Filosofía de la UBA, entonces ya pude establecerme acá".

Oscurece en el Tugurio. El nombre de la casa lo puso Osvaldo Soriano. Bayer sigue con el rostro hundido entre las plantas. De vez en cuando toma un trago de Whisky Black Label -que unos chicos estudiantes le regalaron- y luego lo devuelve, con un movimiento artrítico a la mesa donde lo ha tomado. Bayer habla del otro Osvaldo.
" Soriano fue mi mejor amigo, y como toda amistad comienza con una pelea. Yo estaba estudiando a Severino Di Giovvanni, y me di cuenta que era un personaje muy diferente a lo que decía la crónica policial. Todos los diarios le ponían: hoy se cumplen tantos años del peor asesino de la Historia Argentina, y etcéteras. Y yo empecé a descubrir otra cosa. Un buen día leo un artículo en la revista Siete Días, de un tal Osvaldo Soriano que decía: "El aniversario de la muerte del peor asesino". Yo llamé a la revista y el director - que era amigo mío- se lavó las manos y me pasó con Soriano.

- Usted es Osvaldo Soriano?
- Sí, soy yo.
- Pero escúcheme una cosa, cómo puede publicar semejante porquería? y le dije de todo
- De dónde cree que saqué los datos? los saqué del archivo de la revista
- Entonces tiene la versión policial- le dije
- Pero de dónde quiere que lo saque entonces. A mí me dieron una nota para hacer y lo hice.
- Sabe lo que es usted?, le dije...usted es poco hombre.
- Bueno, soy poco hombre...chau- me dijo y colgó.

A la patria, tarea por hacer, no vamos a levantarla con ladrillos de mierda. Serviríamos para algo, a la hora del regreso, si volviéramos rotos?
Eduardo Galeano

" Pasó el tiempo. Marcho al exilio. El primer año me voy a la feria del libro de Frankfurt, y ahí me encuentro a Dibinsky con un gordito. ' Y me dice Qué hacés, lo conocés a Osvaldo Soriano? '
Yo no me acordaba lo de la nota, pero me acordaba de haber leído su mejor libro No habrá más penas ni olvido, y entonces le digo

- Usted es Osvaldo Soriano? lo felicito, acabo de leer un libro suyo fantástico- y le di la mano
- Soy buen escritor, pero soy poco hombre
- Por qué me dice eso?
- Porque me lo dijo usted por teléfono.
- Ahh usted es el de la Revista Siete días. Perdóneme, no lo tome a mal. Seamos amigos. Y a partir de ahí fuimos los mejores amigos. Junto a Roberto Cossa, León Rozitchner y David Viñas formaron el grupo de "los cinco" y se reunían a tomar champagne y polemizar.
Recuerda Bayer y se friega la cara. Las lentas manos aplastan sus ojos profundos y claros. Parece cansado. Pero adentro todavía le subleva la sangre ese joven rebelde que lo incita a seguir escribiendo. Y entonces escribe. Su cuenta pendiente es el teatro. Hace unos años se animó con la literatura: Rainer y Minue, así se llama su única Novela, basada en un hecho real.  " Cuenta la historia de un amor difícil: el hijo del encargado de la matanza de los niños en Auschwitz con una chica judía. " El historiador desprecia la literatura, pero yo ahí la empecé a querer". Te da un poder excepcional de descripción de cosas. En la novela lo que digo fue exactamente lo que ocurrió. Ella (Minue, en la novela) se enteró que yo la había escrito y tomó mal la noticia. Según los que le acercaron el libro dijo: " Osvaldo es un resentido". Resentido por qué? me sentí en la obligación, por él, de escribirla. Todo el sufrimiento de él, que lo llevó al suicidio. Además cuento las aventuras de ella, pero no todas".
Cuando se presentó el libro -Juan Forn- dijo que tenía la esperanza de que algún día Bayer escriba así su biografía, que se investigue a sí mismo con la profundidad que investigó sus historias. Y en eso anda Bayer por estos días. Hurgándose a sí mismo, removiendo el pasado que tantas veces quisieron borrarle. Lleva más de un año escribiendo sus memorias para que ya no puedan acallarlo cuando llegue la hora del exilio final. Porque el recuerdo es el único paraíso del que no pueden expulsarlo.




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