Papel del viento

Primero vino la exclamación de la angustia en el micro cuando veo de refilón su muerte. No me quiero hacer cargo. No digiero tan rápido. 
Los obituarios van a llover de frases, en la televisión se escuchará su voz, acaracolada, parsimoniosa pero tan flecha como su pluma. El diario Página/12 lo tengo en la falda y no dice nada porque aún no se enteró pero mañana tendrá columnas. Él escribió ahí y dejó contratapas lúcidas en el archivo. Se me viene una: la de Hugo Chávez cuando ganó el referéndum en Venezuela. Se me vienen muchas cosas: mi abuelo diciéndome "ya vas a leer este libro y te acordarás de mi" y señalaba las venas abiertas de América latina. Quizá la primer gran Biblia marxista de Latinoamérica. 
Se me viene el siglo del viento, el fuego: los nacimientos, se me viene una tarde de abril de hace 6 años cuando tomaba un café con mi novia de ese momento en el Ateneo de Callao y Ayacucho y sonaba un piano en el café que olía a medialunas y bossa. Un señor de ojos de mar se bamboleaba con la música. Gozaba y algo le susurraba a su mujer. Cuando giró la cabeza para decirle algo supe que era él, Eduardo Galeano, ahí a dos mesas. Me paré y lo importuné con un elogio lleno de tartamudeo. Era como estar en frente de San Martín de la prosa. Él me bajó el nervio, me convidó su abrazo y me escribió en una servilleta de papel su dirección de Montevideo por sí algún día me animaba a cruzar el charco por una entrevista. 
Nunca fui. El papel se perdió. El prócer del libro más popular de estos tiempos apuró su viaje. Quizá ya dijo todo y ahora su muerte sea el contrapeso perfecto de la revolución de los que vendrán o están viniendo. Quién sabe? Salvo el gran Eduardo Galeano entrando para siempre al paraíso de los grandes, mientras Artigas, Onetti y Viglietti aplauden, San Martín aviva el fuego con Néstor, el Che lee una poesía, Bolívar, Chávez y el Gabo descorchan aguardiente y dicen te estábamos esperando. 
MK

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