Sincronías

Hace unos días una sincronía viajera me dejó flasheado. Ernesto, un yorugua que vive en el nordeste brasileño me mandaba saludos por medio de un amigo de otro amigo que está viajando por Brasil. Las coincidencias de los viajeros suelen ser un pañuelo en este mundo tan gigante pero que en algunos momentos cabe en la palma de la mano.
Ernesto lo alojó en su casa, en su quincho donde mecen hamacas para los viajeros que andan de paso por ahí. A un metro de la pieza en la que me quedé como dos semanas e iniciamos de esas amistades que no tienen tiempo: charlas, comidas y cerveza fresca en la humedad del litoral de la región de Pará. De todo. La Patria grande, el fútbol, la literatura, Zitarrosa y Onetti. En un momento entendí que con Ernesto éramos afluentes del mismo río, “que cruza muchos paisajes pero es el mismo río”. Me acuerdo cuando me contaba de su fanatismo por el Danubio y de los primeros pasos del Poliyita Da Silva. Me dijo que lo vio debutar y hasta fue a un partido por Copa Libertadores a Chile en la que el Poliya fue figura y después pasaría a River.
Ernesto, ahora estará en la siesta pegajosa de Alter Do Chao, terminando su siesta para irse a cocinar al resto Mae Natureza y yo lo recuerdo con una canción del Principe, que habla de un gurí que huyó de la ciudad.

Huir de la ciudad
Llevando la ciudad a cuestas
Y oír perros ladrar 
En el silencio de imágenes verdes
Querer salir de uno mismo
Ver crecer o querer verse
Ansiar el calor
Rehacer el amor
Huir de la ciudad,
De ese gris indiferente
Y hundirnos en el mar
Para limpiarnos de todas las cosas

El principe 

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