La nave de Radiohead

Ver una banda por primera vez es entender al artista con su obra. Esa columna vertebral que es la trayectoria. El punto de inicio, el nudo, el desenlace. De Pablo Honey a Ok Computer, o The Bends a Kid A o de Amnesiac a In Rainbows o The King of limbs al reciente Moon shaped pool. Pero en el medio, el intemporal ahora, Radiohead es un éter. Un presente infinito y perfecto que se reinventa todo el tiempo sin dejar de aportar cimientos y turbinas a eso que llamaron radio en la cabeza y tiene el logo de un ratón cósmico. "Loco, es Radiohead", decía Mario de Bahía y exageraba el ingles argento para que suene a la posta: "Che boludo, esto es único. Rescatate". Y sí, nosotros éramos un grupo de amigos de 12 personas que formábamos un árbol tan lisergico como los que propone la banda en sus visuales. Todos en distintas ramas, distintos puestos y cada uno la intensidad de su raíz conectada con la música de esos 5 tipos y un chaman que son un especie de planeta lejano, de otra galaxia, con otros nombres que no son tan propios sino abstractas partículas del cosmos. Cada canción, un meteorito. Una brasa incandescente con distintos volúmenes según la ocasión. El camaleón de ritmos y melodías, es la suma de Thom Yorke con los hermanos Colin, Jhonny Greenwood, Obrien y Selway. Una fórmula de 6 que conecta los cables de la perfección, con lo sutil y la psicodelia de un viaje que abduce. Te toma de los oídos al primer golpe: Daydreamming con una galaxia de luces blancas que llueven y caen sobre nosotros como polvo de estrellas. Luces que laten y sin embargo preferimos cerrar los ojos y comenzar el ritual subterráneo con el entramado de texturas sonoras que son joyas invisibles , especial para ciegos, que te encapsulan.Pasan una tras otra las canciones casi sin diálogos ni murmullos, solo aplausos seguidos de silencios de templo. La cuarta canción fue Mixomotosis del King of limbs y el tobogán cósmico siguió con la seguidilla de Lucky, Nude y Piramid song. Después siguió Everything in its right place, Let Down que fue sublime porque abrió un portal del más allá y boom después para las maquinolas y el baile poseso. Fue demasiado. Un avalancha nos pasaba por encima, un ejército de 6 tipos con el mejor sonido del mundo condensado para 39.000 almas vibrantes meciéndose con una guitarra punzante y exacta, dos baterías entre el cromos y los climas de tormentas eléctricas o naturaleza que amanece con el verde del corazón; un bajo con la firmeza de un martillazo psicodelico, la voz de Thom como una cascada interminable de agua dulce. Un oasis. Una voz que es un instrumento de mar con viento y pendula por las alturas o las profundidades. El susurro, el detalle, la pizca de ira o de quiebre y el amor inagotable que implora "recoge a los afligidos, en tus brazos" y a todos los abraza, los rodea con sus dedos de enredadera, los aprieta, los desangra mientras se baja el telón con el hit freak más fogonero del mundo: Creep ("debería ser especial, pero soy raro") y uno siente el latido, el mejor beat de todos que es un amor por la vida que suena para transformarnos por medio de un Thom que primero fue su propio alquimista al girar lo raro en algo especial para él y luego en un continente de gente que entramos, con mucha suerte, en su galaxia perfecta. 

M.K

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