Más lento, imposible
Me gusta la magia de cerca. Lenta y efectiva. Un viajero con un pequeño maletín que es una guitarra, unos anteojos, algunos papeles, un pedal, una caja de fósforos y nada más.
El rengueo de una guitarra que parece que perece pero vive todo el tiempo en lo que no dice más de en lo que dice. Un subterráneo para los que entienden el silencio y ahí, en ese iceberg de Río de La Plata, se oye hasta Eduardo Mateo tirando un coro o una percusión afro del candombe que se funde con el chorus de los 70 cuando el joven aprendiz de cantor y poeta comenzó a hacer de las suyas.
En un barrio de adoquines, con el temple de un tren que ya no pasa pero que revivió en cultura de vecinos ferroviarios, con esas callecitas que encajan en sus canciones imperfectas. Fernando Cabrera es el autor de canciones que rompen con todo lo previsible y funda, sin querer queriendo, una piedra fundamental para el músico con sed de poesía esencial. Purga en cada verso ese hollín existencial que se te cruza por la mente y la garganta. Barre y se puede empezar de vuelta, en la segunda frase: "Cualquiera de aquellos torpes momentos, conmigo van a morir, ninguno de aquellos bellos momentos se irán nunca más de mí...me está copando el corazón".
Las luces y las sombras. Los silencios y la voz rasposa que saca un duende con telarañas. Un carnaval cansado o un carnaval vivo en la metáfora pura que es éste hombre sentado en una silla con una guitarra que hace sonar a una banda entera desde lo que no está. Casi dos horas de canciones y cuando nos vamos, purgados, mi amigo agus y yo -como tantos otros- ya no somos los mismos: el acerrin de su buena madera ya nos hizo distintos.
El rengueo de una guitarra que parece que perece pero vive todo el tiempo en lo que no dice más de en lo que dice. Un subterráneo para los que entienden el silencio y ahí, en ese iceberg de Río de La Plata, se oye hasta Eduardo Mateo tirando un coro o una percusión afro del candombe que se funde con el chorus de los 70 cuando el joven aprendiz de cantor y poeta comenzó a hacer de las suyas.
En un barrio de adoquines, con el temple de un tren que ya no pasa pero que revivió en cultura de vecinos ferroviarios, con esas callecitas que encajan en sus canciones imperfectas. Fernando Cabrera es el autor de canciones que rompen con todo lo previsible y funda, sin querer queriendo, una piedra fundamental para el músico con sed de poesía esencial. Purga en cada verso ese hollín existencial que se te cruza por la mente y la garganta. Barre y se puede empezar de vuelta, en la segunda frase: "Cualquiera de aquellos torpes momentos, conmigo van a morir, ninguno de aquellos bellos momentos se irán nunca más de mí...me está copando el corazón".
Las luces y las sombras. Los silencios y la voz rasposa que saca un duende con telarañas. Un carnaval cansado o un carnaval vivo en la metáfora pura que es éste hombre sentado en una silla con una guitarra que hace sonar a una banda entera desde lo que no está. Casi dos horas de canciones y cuando nos vamos, purgados, mi amigo agus y yo -como tantos otros- ya no somos los mismos: el acerrin de su buena madera ya nos hizo distintos.
"Que el viaje sea propicioque los cielos te cobijen
que la búsqueda encuentre
que extrañes lo querido
que no te perturben las contrariedades
que la aventura y el recaudo
se conformen
que la dificultad temple tus facultades
que la añoranza tiña tu desarraigo
y que tu regreso me encuentre
Amén", Oración, Fernando Cabrera (disco 432) https://www.youtube.com/watch?v=ZR3lzm0su70
M.K
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