Oda a la chuleta


Oda a la chuleta. Sí, a un pedazo de carne con hueso que tal vez rebele a más de un vegetariano detrás de la pantalla. Pero voy a reivindicar ese corte que está justo encima de las costillas de la vaca. Un trozo rojo de res que el carnicero hace trizas con su sierra para luego pesarla y meterla en la bolsa.
Oda a la chuleta. Al pedazo de carne arriba de la plancha que emite un silbido lento, y se transforma en el humo de la cocina o en ese olor marrón de la carne cocida.
Oda a la chuleta. A esa laguna de jugo que es un rojo color tierra y se moja con el pan para desaparecer enseguida como el caracú en el osobuco.
Chuleta o Xulleta en Valenciano o Xulle en Catalán. La tradición parece cruzar en barco desde el mediterráneo a tu mesa. Llegó para quedarse. Vuelta y vuelta, después de ese paraíso del silbido que anticipa lo que viene. Una chuleta, jugosa, con un toque de chimi de tomate picante y un puré al lado como el socio compinche que te asegura el triunfo.

M.K

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