Al otro lado del espejo


No es que tome partido por los relatos caseros que me involucren en el texto. Dio la casualidad que los últimos días fueron tareas de hogar del seminario que curso en la Facultad; y dado a que la creatividad no está atravesando un momento de fabricación cotidiana me veo obligado a publicar lo que salió del horno estos días. Un poco de delirio acerca de dos seres que habitan en el mismo pellejo y no se toman recreos juntos.
Fue una tarde de sillón: Algo de televisión, chatear, un rato de libro en el balcón y luego a la ducha. El movimiento del día fue prácticamente nulo pero debía renovarme la cara y el aspecto para concretar el reencuentro con ese alguien con mayúsculas en el ritual de los nombres más nombrados.
Salgo de la ducha y me quedo con la toalla aferrada al obligo frente al espejo. Una barba de semana y media juega a conectarse con el bello que se fuga del pecho para instalarse en el cuello. Antes de jabonarme el rostro quedo meditabundo observándome: si me cruzaran en el pueblo me dirían “que abandonado estás, che ¿Andas triste? ¿Qué te anda pasando?”.
Sonrío por esas voces que penetraron mi pensamiento en el preludio de afeitarme. La connotación peligrosa, subversiva, angustiante, hasta un tanto trágica que emana de escapar a ciertas reglas rutinarias que se fijan con el sello de la inercia; es un tanto exótica y graciosa. Yo no soy el “Che Guevara” aunque lo tenga en el living de mi casa mirándome con esos ojos seguros y las facciones duras, tampoco me acredité de revolucionario en la Facultad de Periodismo de La Plata y menos que menos me deprimí hasta convertirme en un ermitaño que vive de linyera por accidentes amorosos o crisis existencialistas.
Tengo ganas de dejarme la barba porque me molesta el hábito de reloj. Responder a las coordenadas del tiempo que te conducen con hilos invisibles a hacer lo que hacen todos sin el mínimo quejido.
En realidad convivo con dos seres que no pueden fusionarse como colores primarios: uno abandona al otro cuando aparece y viceversa, no son dos sujetos que puedan coexistir en las mismas porciones de los días. El barbudo es el hogareño que se exime de los cánones de estética y los artilugios conquistadores que antes afloraban con la adrenalina del pibe que sale por primera vez al boliche. El otro es el que quiere verse bien, quien tiene ganas de perfumarse y ponerse una camisa planchada con el jean nuevo para visitar a ese alguien que frota la lámpara para aparecerlo. Ese otro depende de otros, quizá es propenso a obedecer a tentaciones que ofrecen el supermercado de la vida social y sus exquisitos encantos.
No reniego de ninguno. Estoy conforme con ese alter ego que juegan a sincronizar en el escenario cotidiano mi barbudo y mi coqueto en una suerte de Bruno Díaz y Batman que no se han visto nunca pero se sumergen en la misma cama y conservan los mismos secretos, porque alquilan un traje a medias.
Mis ojos quedan cercados por las capas de espuma color nieve y se pierde el subversivo en minutos. Una despedida lenta y gradual mientras el espejo va abriendo el telón para exhibir a ese otro más atento a lo superfluo pero con mayor capacidad adquisitiva de sensaciones tangibles, intrínsecas, reales. En lo que demora un refucilo en convertirse ruido, quedé liso y blanco como una hoja.
Me perfumé, me vestí con la pasividad de un obrero el domingo a la mañana y arranqué a pie a conectarme con el mundo; pensando en que diría el barbudo por condenarlo a semejante abandono. Pero quizá no esté tan resentido porque quedó en el balcón escuchando Pink Floyd y leyendo a Cortázar.
Por Matías Kraber

Comentarios

Adri ha dicho que…
Fiel reflejo de todos, en mí sería algo así como... me pongo los pantalones para que no se vea que no me he depilado aún las piernas, pero cuando lo amerita... salir corriendo a hacerlo, me divertí mucho leyéndolo y encontrándome en las cosas cotidianas.
Una cosa Matías: me maté buscando el hexa del color exacto del blog para colocar el enlace acorde en la página.... buahhhhhhhhhhhhhhhhhhh cambiaste los colores!!!! jajaja!!! Te quedó muy lindo igual.Besos
Matias ha dicho que…
Adriana: me levanté con ganas de cambiar de colores porque me habían aburrido los colores,jaja perdón por arruinarte el diseño. Me alegra que de alguna forma el relato genere identificaciones. Yo pensé que era un delirio particular. Bueno...encantado de haber compartido otro texto. Un beso y seguimos en contacto
Anónimo ha dicho que…
Hola Matias!!!
Hacia bastante que no entraba a tu blog, te cuento que yo también me senti identificada en muchas cosas, a veces nosé si dejarme el pantalón de entrecasa o salir divina con los tacos puestos, en realidad me gustan las dos formas y siento que dejo una para ser otra. Me gusta la mujer coqueta que hay en mí, pero tambien me gusta estar relajada con las pantuflasss!!!
segui escribiendo lo que se te pase por la cabeza o te ocurra, ya que me encanta entrar de vez en cuando a tu blog y encontrarme con algo diferente. salu2
Matias ha dicho que…
Oriana: para mi es todo un premio que ingreses y valores el contenido. Yo escribo porque escribir significa un vicio, una descarga de emociones, un afan de crecimiento permanente y la grandiosa causa de comprender el mundo. Por eso mismo, tus lineas me reconfortan y me respaldan para continuar desde esta trinchera.
Un saludo afectuoso, y nos seguimos comunicando por esta vía.

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