Desde lo alto del río




Entrevista, Música, Raúl Carnota, folclore argentino


Tal vez cuando me entiendan,
ya sea un poco tarde,
pero los pienso perdonar
soy hombre razonable”.


Raúl Carnota “Chacarera del pensador”. Espejos, 2005.


Sólo un melómano puede atravesar fronteras musicales, mezclar géneros y construir arreglos novedosos. Raúl Carnota, un porteño vinculado al folclore, habla de sus comienzos en la música, su puntillismo a la hora de componer y la relación con las multinacionales. Aquí un breve retrato gráfico de un cantautor de lujo.


Podría arriesgarse que si aquella mañana veraniega de finales de los cincuenta, el economista marplatense, Raúl Cesar Valentín Carnota cruzaba la frontera aduanera de Brasil a Argentina con los brazos vacíos; su hijo Raúl estaría hoy radicado en algún pueblo del interior de la Provincia de Buenos Aires como veterinario de grandes animales. Con una vida sedentaria de ocasionales viajes cortos hacia los campos aledaños, compartiendo yerras, asados, vinos y de tanto en tanto alguna guitarreada. Tan sólo algunas.
No obstante la historia tomó otro rumbo. Raúl padre, de hirviente sangre vasca, persuadió al empleado aduanero que traspasar una guitarra criolla “Janin” de fabricación brasilera, no conformaría en ningún idioma y en ninguna Constitución un contrabando alguno. Se trataba de un obsequio para su hijo Raúl que comenzaba a transitar la música al repiqueteo de un bombo santiagueño.
A partir de allí bastaron algunos años para que Raúl Carnota hijo, recorriera numerosos escenarios como instrumentista de grandiosos folcloristas argentinos mamando hasta la última gota del folclore del norte, de las raíces andinas; del amor a la tierra, del sufrimiento colla.
- Yo arranqué trabajando de músico en el año 1973, hasta el año 83 cuando grabé mi primer disco. Entonces ahí tuve la oportunidad de aprender a tocar esa música, de tocar con santiagueños, salteños y jujeños- habla con pausas Carnota, respetando tiempos, mientras tamborilea los dedos en una mesa de algarrobo que ocupa el centro del living de su departamento ubicado en el arrabalero barrio de San Telmo.
Carnota es un porteño que hace música en términos plurales. Lo irrita el mote de folclorista que le han asignado por doquier en publicaciones o circuitos musicales. Es un melómano que contempla presentaciones de artistas de todo talle, tomando un aperitivo en un rincón de algún bar o sentado en una butaca de algún teatro como un espectador silencioso. Carga en sus hombros once discos con detalles de artesano: arreglos pulidos de voces y guitarras, y una fuerte carga conceptual que unifica las canciones en una idea gruesa o amplia.
- Yo no grabo por grabar, por ende me tomo muchísimo tiempo para hacer un disco porque además de los arreglos musicales, el disco debe ser conceptual. Un poco la vida se la construye uno, las decisiones se toman cotidianamente. Yo por ejemplo empecé mis pasos como solista grabando discos con empresas multinacionales - mira hacia el techo como recordando y reanuda su frase con un dejo de resignación- fueron los tres primeros, y casualmente los tengo atrapados. La gente me los pide, y no tengo acceso. Ni me los sacan, ni me los venden, no los reeditan, ni nada. Después decidí que no tenía que laburar con las multinacionales, además por las estrategias de marketing, las expectativas de ventas, y a mi no me interesa. A ellos les interesa ganar plata y no les importa el arte.
Carnota siempre se enamora de su última novia, de su último disco. No selecciona una época o un momento como el techo dorado de su carrera de solista, porque su profesión lo mantiene en una dinámica insaciable que busca atravesar fronteras inexploradas y caminos novedosos.
El carácter progresivo de la música permite la mutación, permite oxidar lo tradicional de ayer e inventar lo tradicional de hoy. Un desplazamiento que siempre genera reticencias en quienes abogan por conservar los moldes intactos del pasado, pero cuya tendencia respeta postulados filosóficos sobre la contingencia del lenguaje, su dinámica social. “La música no es estática, entonces lo tradicional va aggiornándose. Quién sabe como tocaban la chacarera hace 150 años porque no hay registros. Una vez en Estados Unidos, en el cuarto del hotel, miraba un canal de música country donde aparecía desde Kenny Roggers y James Taylor hasta músicos de country modernos con bandas. De lo más simple a lo más sofisticado. Y nadie decía esto es tradicional y esto no”, enfatiza con vehemencia Carnota como contestándole a aquellos críticos de la música moderna.
Él utiliza la armonía de la misma manera que un cheff aplica condimentos para mejorar su plato. “La armonía es una técnica, de la que nadie es dueño y por lo mismo nadie te va a enseñar a emplearla…sólo uno debe saber cómo se usa. Hoy en día la música se ha institucionalizado, y a diferencia de antes, los músicos salen más formados…es un buen momento para la música en Argentina”.
Hoy se dedica a tocar, sin el éxtasis ni el estrés que implica componer. Se aproxima un viaje a Canadá, tiene fecha en Egipto y en apenas algunas semanas le toca visitar el sur argentino. La música la regaló viajes por territorios lejanos que jamás creyó haber podido conocer como veterinario, y él los disfruta sin alma de turista.
Comienza a oscurecerse el living y Carnota camina hasta el balcón para mirar a San Telmo desde lo alto y buscar el río, minimizado detrás del paisaje de hormigón y el humo de los autos. Se hace un silencio largo y suelta en voz baja:
- Me retiraré cuando un buen amigo me diga: “Raúl, no va más”- frunce el ceño y reanuda- ese será el día que deje la música.
Carnota termina la frase y vuelve a posar su mirada en el río. Quizá imaginándose veterinario, o quizá buscando, como tantas veces seguramente, la poesía que le permita seguir marchando por el infinito sendero de la música sin que nadie le baje el pulgar. Sin que nadie lo repruebe.

Por Matías Kraber, Cu4tro de Copas 2da Edición Julio 2008

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Q buena foto q saqué, eh??? Besos!

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