Estudiantes campeón del mundo 1968

El 16 de octubre los pincharratas dirigidos por Zubeldía vencían a Manchester 1 a 0 en Old Trafford y traían por primera vez la copa del mundo a La Plata. La ciudad olvidó las rivalidades internas y salió a festejar por calle 7. Hoy, algunos de sus históricos jugadores, reconstruyen cómo fueron aquellos tiempos cuando ganaron la Copa Intercontinental.

Ese día en La Plata el tiempo se congeló. Fue algo raro, pero así fue: por primera vez hubo una Revolución de fútbol Argentina hecha con alfiles de barrio y un león chico que se hizo grande de prepo.  
Y acá, en las diagonales, se vivía una película:
Récord de radios portátiles en las calles y en las casas, altoparlantes sonando a todo pulmón por las esquinas de calle 7, grupos de hinchas amontonados en plaza San Martín, triperos que se olvidaron del clásico,  colores rojiblancos convertidos en argentinos más los titulares en sepia de El Día la mañana del  17 de octubre de 1968: “ Estudiantes: legítimo campeón del mundo”  y “no hubo ayer en la tierra ciudad  más feliz que La Plata”.


De la tercera que mata a la vuelta al mundo

Ellos venían de los “baby fútbol” barriales de la ciudad de La Plata, el interior  o la zona sur del conurbano  bonaerense. Once, siete recambios y un técnico medio mago – Osvaldo Zubeldía- que bien pudo robárselo el Barcelona dos meses antes, pero él prefirió vivir la epopeya en suelo de la reina Isabel. Y jugar con sus propias cartas, de igual a igual, con un promedio de pibes de 23 años. Un tal Miguel Ubaldo Ignomiriello dirigió “La tercera que mata” y Osvaldo Zubledía los agarró en primera para llevarlos al techo máximo.
La formación era así: Alberto “el flaco ”Poletti; Oscar “Cacho” Malbernat, El tucumano Aguirre Suárez, Raúl Madero y Medina; Bilardo, Pachamé, Togneri; Ribaudo, Marcos Conigliaro y La Bruja Verón. Afuera de la final quedó Manera, un lateral distinto con llegada y gol. Zubeldía en el banco y el profe Everardo Kistenmacher de preparador físico
Todos clase ´44 menos dos -Carlos Salvador Bilardo y “el Tordo” Raúl Madero-  plus  de experiencia y técnicos cancha adentro de un equipo formado en las canteras del club que ganó 6 de 10 finales, peleando la pelota bien arriba: primero en el país, después en Sudamérica y más tarde en Europa.














Segundo equipo argentino campeón del mundo




El 4 de noviembre de 1967 el Chango Cárdenas hizo el gol internacional que convirtió a Racing Club en el primer equipo argentino  campeón de la Copa Intercontinental. 1 a 0 al Céltic escocés y un primer grito argento de Dale campeón en la corona planetaria de la FIFA. 

Al año siguiente, Estudiantes de La Plata llegaba al mismo trampolín:

 Picó en punta en Argentina  y ganó los retos internacionales que tuvo: dio vuelta un partidazo contra Platense – 4 a 3-  y le ganó la final del Metropolitano a un Racing Club que venía de ser campeón mundial. Por Libertadores  lo dejó  afuera en semifinales y  en la final mató  al Palmeiras 2 a 0  y se convirtió en el  número 1 de América. Indiscutido. Efectivos y brillantes.
 Tres meses más tarde jugó dos finales de igual a igual contra casi una selección británica de uniforme rojo,  el Manchester United de Low, George Best  y  Bobby Charlton: héroe ingles de Wembley en el mundial 66.   
Primero  La Bombonera y  después  Old Trafford.  1 a 1 acá, 1 a 0 allá. Conigliaro de ida y Verón de vuelta hicieron los goles de cabeza para Estudiantes en jugadas de pelota parada.  

La presión, un viento a favor

Marca al hombre, achique y ley del Off-Side, combinación de pelotas paradas, cruces fuertes al piso,  torres desde arriba, anticipo de pase,   pressing de delanteros y centro al área de  wines o laterales movedizos.    
Rattin venía de pisar la alfombra de la reina Isabel en el mundial del 66 y las fotos del periodismo inglés para la previa del match mostraban a pinchas aguerridos yendo fuerte al piso y haciendo el pressing pegadizo que Charltón aborreció de Togneri por ejemplo.
El insulto inglés ya se oyó en el coliseo Argentino de la bombonera: “Animals” –gritaban a coro ellos- hierro caliente de colonos a bárbaros  que se volvió  viento sur argento: “sí nos insultan quiere decir que servimos, sí se ríen ahí está el problema”, subrayó Osvaldo  cuando pisaron la alfombra verde del Old Trafford en Manchester con miles y miles de ingleses puteándolos abajo de los paraguas.
-Salimos una hora antes para aflojar la tensión, en buzo,  sacando fotos y  pisando el césped de la cancha y nos empezaron a tirar con monedas de 1000 libras, no sé, eran gigantes-, cuenta Cacho Malbernat entre risas y un clima de sobremesa en el country pincha de City Bell. 

Siempre punto nunca banca 

“La vuelta olímpica casi nunca la podíamos dar porque éramos visitantes. Ahí en Manchester había un tercer tiempo con las mujeres de los jugadores y a nosotros no nos dieron ni una Coca- Cola”.
 Y el festejo tuvo que esperar un buen rato. Igual ya Zubeldía los había  acostumbrado a no extender festejos. Grito, más abrazos en el vestuario y la cabeza puesta en el próximo partido.
En La Plata casi 700.000 personas lloraban, se abrazaban, tiraban petardos, compraban banderas e iban a Calle 7 en grupos de a pie o en sus Fiat 600, Falcón o Valiant fúnebres. Nadie lo podía creer.

Allá en Manchester,  el gol de Juan Ramón Verón  enmudeció el estadio entero a los 5 minutos del primer tiempo y el resultado se congeló ahí: fueron campeones, de ahí al vestuario, después al micro y más tarde al avión.
Ya al otro día, en Milán -cuando vieron el runrún más las guardias de periodistas tanos esperándolos- les cayó la ficha: “Íbamos a jugar contra el Inter, y cuando vimos eso nos quisimos volver de raje. Estábamos incomunicados, no había teléfonos ni nada, no sabíamos lo que pasaba acá, pero ya nos queríamos volver a vivirlo”, cuenta Juan Ramón Verón sentado detrás de la cancha de entrenamiento del country  -ubicado en 28 y 462 de City Bell- que compró el presidente Mariano Magnaro allá por el 67 cuando ganaron el primer Metropolitano. 

La Síntesis del hincha

José Mauad tenía 16 ese octubre del 68.  José oriundo de 72 y 119 y pincha desde el primer minuto escuchaba el partido solo en su casa con la oreja transpirada pegada al auricular de su radio Spica y el  relato del gordo José María Muñoz en el dial de Radio Rivadavia. Caminaba enloquecido como el hincha de Central que retrata tan bien Fontanrrosa en la Observación de Los Pájaros.
José Mauad, ahora en su casa prende la locomotora del tiempo:  “En el potrero quería ser Ramón Verón por la punta izquierda”, dice en  la misma cocina de aquel tiempo junto a  los diarios de época arriba de la mesa  que se mezclan con las revistas a color de la última conquista pincha: la Libertadores de 2009 con Juan Sebastián Verón que llegó de Europa para hacer la síntesis: heredó la once mítica del viejo y  hoy la generación de sus hijos  -también pinchas-  se calzan cuando juegan un fútbito 5.

Sapiencia de maestros
Juan Ramón Verón después de Estudiantes anduvo  con la escoba viajando: primero en  Grecia, después Colombia y más tarde en Guatemala hasta mediados de la década del 90. Ahora, espera en la sombra que los más pibes de la primera terminen la preparación física en el predio. Desde hace ya algunos años todas las mañanas de lunes a viernes ahí está. Tiene 68 años y se lo ve intacto: pantalones cortos, remera de entrenamiento y la estampa del que va a patear un tiro libre.
El pibe sale, Verón se le arrima, le pone la mano en el hombro y le pregunta por el colegio:  “Bueno, cualquier cosa me avisas”, “ Sí,  sí Ramón…quédese tranquilo, muchas gracias”, contesta el pibe y él vuelve a observar la práctica con un mate a la sombra.
-Es que somos medios padres de los pibes. Yo voy a los cumpleaños, juego al truco con ellos y les escribo en un pizarrón de la pensión: “el que no estudia no juega”, y se puede cumplir, como no. Pero se intenta lo mejor- dice Malbernat, un tres pegajoso que se retiró a los  30, tuvo negocios en el centro , le fue mal, un día vendió todo y se fue a dirigir por Sudamérica: Ecuador, Paraguay, Chile y pegó la vuelta al club. Ahora está sentado en la oficina de divisiones inferiores, acaba de volver del Alto Valle de Río Negro cazando talentos y posibles promesas pinchas en el interior y de veras se siente en su casa.
Carlos Pachamé baja del auto y se escucha el coro de los más chicos de camisetas rojas: “Pacha, Pacha, cómo anda” y el veterano 5 se acerca despacio ayudado con un bastón. Llegó a ser ayudante de Bilardo en la selección, técnico de Estudiantes y más tarde coordinó las divisiones inferiores de fútbol amateur.
Caudillo y cacique como en la mitad de la cancha, ahora con el desembarco de Juan Sebastián Verón como  director deportivo pasó a ocupar la función de  Instructor y capacitador de técnicos para el interior y exterior del país; Supervisor y desarrollador de escuelas de fútbol del Club Estudiantes y Supervisador y desarrollador del Fútbol Base.

















La mística es familiera

La mística existe cuando  se gana campeonatos. Y los campeonatos se logran cuando hay jugadores identificados con el club: Agustín Orión llegó de San Lorenzo y terminó su paso por el club platense donando materiales o elementos para las divisiones inferiores, lo mismo Mariano Andújar y el Chapu Braña que llegó  de Quilmes un día y no se fue nunca más.
Si el fútbol se vuelve la familia  después reman con el coraz
ón para el mismo lado. Así, según Cacho Malbernat, se promueve una cadena posible: un rompecabezas generacional que junta al abuelo y al nieto en un mismo barco donde la chance de ser campeón  siempre puede andar revoloteando. Y ellos, por las dudas, prefieren estar cerca para devolver la pared.   




Por Matías Kraber


Comentarios

Todos Toros ha dicho que…
Tendrás más fotos actuales de cacho Malbernat?, favor escríbeme a todostoros@gmail.com

Muchas Gracias

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