Ella -o ellas- en el tren

Viajes y miscelaneas, los apuntes del caminopor la Línea del tren Mitre que viaja a Tigre por ramal norte...

Siempre me quedo pensando en las mujeres que se pierden en el golpe de vista: en verlas hasta que ya no están. Hasta perderse en el humo urbano del día. A dónde Irán? Quienes las esperan? Dónde reside esa clave mística de descifrarlas en el instante más imprevisto. Éste ahora, este ya mismo: ella sentada en el asiento de enfrente del colectivo. De anteojos negros, auriculares y una mochila en la f
alda. Ella que pasaba por ahí mientras caminaba apurado para tomarme el bondi. Ella que parece sonreirme mientras escribo apuntes en el cuaderno y el tren Mitre que frena en la estación Lisandro de la Torre.
La clave está en el cómo, creo. Ese despertar. Ese abrir la puerta. Pero cuando levanto la vista, el asiento está vacío. Qué hubiese sido sí. No, no: tarde ya.
Ella tiene labios hermosos pero siempre cerrados como una caja fuerte que guarda el diamante. Ahora lo estira y parece que le da un beso al aire. Tal vez es devolución a ese que tiene apenas tatuado en la mejilla derecha. El tren prende motores pero no despega. Nadie habla entre sí, sólo el canto que a esta altura es arrabal de vías y son pastillas o chocolates que nunca compro pero que suenan. 

Rubia como cerveza alemana. Los ojos marrones como nueces. Mira el celular, pero cada tanto deja la vista en la nada del pasillo. 
Cantan amor salvaje dos changos y otro Chabon de gorra ferroviaria rapea: "camino dentro de la jungla de cemento y la princesa regresa". Pero el tren frena y ella se baja en Núñez. Se acomoda el pelo larguísimo y se pierde entre el gentío y el sol de un viernes con olor a primavera


Por Matías Kraber

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