Deja vú Lebón

Entrevista con David Lebón hace unos 3 años. Sacaba un disco nuevo después de 7 años y volvían a tocar con -según él- el mejor grupo que integró: Pescado Rabioso.



“El tiempo es veloz”, pero en esa corrida vertiginosa se enreda, rebota y vuelve. Círculos, ruedas y “todo da vuelta como una gran pelota” cantó el poeta rosarino con esa metáfora que encaja en demasiadas vidas, en demasiadas mentes libres. La vida de David Lebón transcurre en un film de eterno flashback en sepia donde el cuarteto de Liverpool permanece dictando consignas de amor para cambiar el mundo, y un joven canoso de pelo largo se detiene a reinterpretarlos para siempre. 

-¿Cómo es ser rockero a los 57 años?
-De rock es de lo que estamos hablando, pero la primera canción que toqué fue  Guitarrero- toma una bocanada de aire y deja fluir con su voz suave una vieja zamba  interpretada por Los Chalchaleros- “guitarrero con tu cantar, me vas llenando de luz el alma”. A mí me gusta todo, en casa se escuchaba Chuck Berry, Bill Halley, Los Beatles... Se escuchaba buena música en casa. Y para mí, personalmente, haber crecido en la era de los Beatles fue fantástico, algo que no cambiaría por nada en el mundo. Yo me acuerdo, que nosotros a los 13 años teníamos que usar trajes con pantalones cortos, peinados a la gomina y mocasines con medias hasta la rodilla (risas)… y Charly dijo una vez una cosa que me encantó: Los Beatles inventaron la juventud, y me parece que le dio en la tecla. La juventud estaba adormecida, éramos tontitos.
David Lebón habla con el tiempo del mundo,  mientras se mete en los túneles luminosos del tiempo sonríe, suelta sonrisas, carcajadas y conjuga el verbo amar: esa sagrada palabra que es su petitorio, su leit motiv, su “give peace a chance”: “Basta de mentira, basta de dolor, basta de ignorantes, dame un poquito de amor”, dice su letra de Dos Edificios Dorados.

-¿Por qué 7 años de silencio discográfico?
-Bueno, mirá, 7 años no es nada (risas). Hay un problema que no es nuestro, yo grabaría un disco todos los días, es un tema que el hecho de ganar dinero para los que subieron al tren de la música se le fue de las manos. En general se está desbandando un poco. Hoy la tendencia enmarca a empresas discográficas apurando producciones, y hay artistas que sacan un disco por año mínimo. No estoy juzgando a mis colegas, simplemente marco una tendencia. Acá es como que se está pensando en el próximo disco, no terminaste éste y ya promueven otro. Yo tengo una suerte que EMI es una compañía que siempre amé y además es la compañía de los Beatles, que para mí es un honor, y la verdad que hay una gente maravillosa ahí. Realmente me han ayudado
muchísimo y me han vuelto a hacer sentir confianza porque además  son muy necesarias las compañías para los músicos.
En 7 años el mundo y el tiempo envejecieron juntos casi tomados de la mano. Sin embargo David permanece intocable, con su guitarra de siempre, sus amigos históricos y sueños que resucitan de esa galera mágica de los setenta que selló en “el inconsciente colectivo” canciones sin fechas de vencimiento.
-¿Cuál es la identidad del disco Deja Vu? ¿Cuál es su concepto?
-Pasa que como grabé con Gustavo Gauvry de nuevo, mi ex socio del estudio Del cielito, y la tapa me la hizo Luís como en “el tiempo es veloz” entonces dije: Deja Vu, volver a ver, a vivir, otra vez lo mismo y fue tal cual.
-¿Qué diferencia marca con tus producciones anteriores?
-Y cambia la persona un poco. Ya tengo 57 años, seis nietos, uno se relaja un poco más, es un poquitito más inteligente, no es peleador, trata de decir cosas lindas  para aliviar las peleas. Es lindo. Yo pensé que a mi edad iba a querer trabajar menos pero hoy soy feliz tocando.
En algunos recovecos, intervalos musicales, Lebón va a los hipódromos porteños para ver desde las gateras a sus dos caballos de carrera mientras llora de emoción por un reencuentro  imaginario con su padre en un abrazo efusivo de victoria. “Mi viejo murió a los 42 años, y él tenía un stud con caballos de carrera. A mí los caballos jamás me gustaron porque una vez me tiró uno y a partir de ahí no los quise más. Pero mi sobrino, o sea el nieto de mi papá, resulta que me entero hace como un año que el tipo tenía un stud con caballos de carrera, y me trajo a mi viejo a la tierra. Entonces, un día de Navidad, me regaló un caballo y desde hace 2 meses está en el podio en las principales carreras hípicas del país. Cuando ganó el caballo por primera vez, que es petisito encima, me emocionó mucho porque vi a mi viejo”.

Aún huelen a Pescado Rabioso
-¿Cómo se dio la vuelta de Pescado Rabioso?

-Yo soñaba con esta vuelta, para mí el mejor grupo fue Pescado. Mucha gente piensa que fue Serú. Por mi edad, porque era una época perfecta donde queríamos cambiar el mundo, vivíamos juntos, componíamos juntos, no había jefes, tu mánager era el gordo de la esquina que te quería, que se yo... era muy distinto. Se ganaba plata, pero a nadie le importaba tanto como ahora. La verdad que yo, conociéndolo a Spinetta, pensé que nunca se iba a volver a armar Pescado. Porque tampoco le gusta cantar Muchacha. Recuerdo que una vez me llamó el negro Black (Amaya) y me dice: che, vamos a hablar con Luís para volver con Pescado", y yo le dije: “Dejalo a Luís, no lo molestemos... si le sale a él buenísimo” y ahora,  me entero de esto y se me cayeron los calzones. Estoy muy emocionado, cada vez que voy a la sala me emociono, estoy como en el cielo. Ojalá que pueda disfrutar, ojala que esa hora dure diez horas en mi corazón.

Por Matías Kraber

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