El eco de un viaje

Entre relato y crónica de un viaje
De Cusco a Lima en bus


Mientras viajo te busco. Y ellos también a su manera. Tenes cara de sur, pienso. Aunque también un poco de norte. Una cara agrietada por la nostalgia y el calor. Un suspiro que se estira hasta el mar y se mezcla con ese color entre esmeralda y azul del mar que más te gusta. 
Las ventanas del colectivo transpiran el vapor de muchas narices respirando un aire de espera. Que se espera? Eso que se llama destino. Eso que a mi me mantiene buscándote en el rincón más sublime de la memoria. O de la imaginación. O del futuro.
A veces no sé si nos vimos, aunque el beso del parque me dejó tu gusto bien guardado y eso es una verdad de los labios. Pero también se que la imaginación hace trampa: sabe dibujar escenas. Sabe infiltrar ficción y de tan ficción lo real es nítido. Clarito. Verosímil. Al fin de cuentas que más da si la única certeza que tenemos los humanos es el sentimiento.
El colectivo avanza por un camino de serpiente en la montaña. La noche llega de repente y las bocas bostezan, los ojos se cierran y queda un pasillo reclamando vida.
Somos un montón en el micro, y un montón de sueños distintos: El padre con su hijo llamando a su mujer que si todo marcha bien mañana al mediodía almuerzan los tres juntos en Lima. Que muchos besos y hasta mañana.
Dos francesas escriben por whatsapp a sus amigos. Que este lugar del mundo vale la pena. Que tienen que conocer la magia de las piedras. Y que nos vemos en Francia pronto.
Una chola teje un pulóver que después venderá en la feria y sus movimientos tienen paciencia. Saben de espera y camino largo. Del otro lado del país están sus nietos y por ahí navega su esperanza. Su paraíso terrenal.
Él mira por la ventana y tiende un puente con la mirada al otro lado del mundo. Los ojos en la montaña desafiando la distancia con el pedal del recuerdo: ellos en la sombra de un árbol a la orilla del mar turquesa. Y mientras la escena está en play, se va quedando dormido.
La luna parece guiñar un ojo, y una casa monte adentro al borde del camino tiene una luz que llama. Como una señal del campo: Serás vos más al norte?
Somos nosotros me dice el muchacho que se despierta. Nosotros tejiendo una historia que es como un lazo. Una historia de dos caminantes, entre el sur y el norte, que ahora al final de un camino van sentados en un colectivo imaginando el último punto.
El punto que llega, y todos nos vamos quedando dormidos mientras la espera se termina con un abrazo tuyo de recompensa. Un abrazo nuestro. Al final no era un invento digo con la voz del pensamiento, al final no era un invento me dice tu eco desde el silencio. 


Por Matías Kraber

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