El mozo es lateral

O al revés: el lateral es un mozo. Despliegue, vaivén, apertura para salir jugando con manteca, el pan, los grisines y el saludo. El que llega para cerrar las grietas de la cocina y el que pasa como un rayo al ataque para sorprender con un buen centro atrás: " el Poyo al ajillo es el plato del día y viene con postre", dato que es anzuelo para el comensal y al mismo tiempo eficiencia para las comandas de la cocina. Engranaje aceitadísimo. 
Eso si nos toca un Dani Alvez que es lujo, o un Negro Ibarra más argento; porque nos puede tocar un 4 amarrete que apenas pide la pelota y tal vez tira centros que son televisores. Hay que abarajarlos y tratar de purificarlos como si se tratase de agua del río. O esos que no pasan la mitad de la cancha, a pedido de un técnico italiano como Maitini que llegó a mi pueblo en épocas de oro y le dijo al pecho que jugaba de 3 en Atlético Norte: "Minella, ve acá, acá hay un precipicio" y le señaló la línea de cal que atraviesa todo el centro del campo. 
Pero el mozo que ama su puesto es el mejor lateral del mundo. Entiende la pared cortita. El toque corto. El ir y venir por la franja incansablemente como un coyote que abre el surco de la frontera entre ellos y nosotros. Ya no hay tanto cliente y patrón. Hay un carril que te recibe para que comas como un rey y después le dejes tu gesto por semejante centro a la olla.


MK

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