Tus puñales flaca

Un maldito clásico del rock nacional que hoy reúne más de 20 millones de reproducciones en Youtube. Sin embargo apenas salió yo pude grabarla de la FM HIT (105.5) en un Tdk desde el grabador que teníamos en la casa de la infancia. Puse un alambre San Martín en la antena porque ayudaba a que la sintonía sea más fina, y apreté Rec. En el medio, la voz de Daisy May Queen me cagó la grabación con el “puesto número 4 de los 40 principales”, pero era el precio de tener la primicia en el pueblo.

La canción tenía alma de hit desde el primer momento que la escuché. Un teclado de atmósfera que después le daba lugar a la melodía inconfundible del saxo y la voz de Andrés que llegaba carrasposa como un cantor de baladas dispuesto a llevar al rock nacional a otro de los picos de raiting en hispanoamérica. Nacía al unísono: un disco medular y otros de esos temas fogoneros que le haría compañía a Rasguña las piedras, Presente, De música ligera y Vasos vacíos. 

Con Flaca podría asegurar que debuté como conductor de mi propio programa de radio. Era 1997 y yo pasaba de columnista deportivo de un magazine del sábado a la mañana -que se volvió tradición en General Alvear-, a tener mi propio programa en la siesta de la 91.7 del dial.  Era mi trance para siempre del fútbol a la música. Fue por accidente:  quien ocupaba el espacio, avisó que tenía gripe y dejaba un hueco en la grilla, y en el hueco, apareció mi oportunidad. 
El director de la emisora, J.J Grassi, con su inconfundible voz de locutor, me llamó a su oficina y me preguntó si quería hacerme cargo del espacio que iba desde las 14 a las 17.  Dije que sí, tenía un par de buenos discos y casetes con los éxitos del último año entre los que estaba el hit del album solista de Andrés Calamaro, Alta Suciedad. El despegue merecido que el autor tendría luego de su incursión con Los Abuelos de La Nada y Los Rodriguez.  De Mil horas, a Sin Documentos y después…  

Flaca, no me claves
tus puñales
por la espalda
tan profundo
no me duele
no me hace mal

Giró el TDK y subí el canal de la consola para que los picos rojos de la señal estuviesen en un nivel óptimo. Eran las 14.02 y le daba play al nuevo éxito de Calamaro en  la 91.7 y yo que comenzaba a hacer radio de la manera más improvisada posible. Dejé el tema entero, excepto cuando iba a aparecer la voz de la locutora, ahí no quedó otra que salir al frente y decir: “Buenas tardes, bienvenidos a la tarde del sábado”. Nada más. Los nervios y la inexperiencia me provocaban dislexia.  
Enseguida sonó el teléfono y pedían que dedicara el tema: “para María y Ceci que escuchan la radio”, “para el gonza”, “Para berna y los amigos que están en Scout”... Y no sé cuántos más. La canción era un imán de oyentes y yo estaba asombrado ante el magnetismo de Flaca y el poder del éter en las casas del pueblo. 

Lejos, en el centro
de la tierra
las raíces 
del amor
donde estaban 
quedarán 

Flaca fue un éxito en todo ese 1997, que abrió camino a otros clásicos del álbum como  Loco, Media Verónica, Donde manda Marinero, Me arde, Todo lo demás  y Crimenes Perfectos. Yo pude comprar el disco y ya no dependía de aquel cassete gris que se perdió -entre tantos otros- dentro de una caja de zapatos. Tenía el cd para ponerle play en el minicomponente Aiwa de casa y llevarlo todos los sábados a mi programa.


Entre el no me olvides
me dejes 
nuestros abriles
olvidados
en el fondo del placard
del cuarto de invitados
eran tiempos dorados
un pasado mejor

Fraseo de tanguero, Andres en ese año nos hizo bailar en los asaltos que organizábamos con los compañeros de séptimo grado. También fue el primer lento que bailé con Celina, mi segunda novia, en el living de su casa justo el día de su cumpleaños. Después, se transformó en el himno que debía tocar en la guitarra cuando había tertulias o peñas. Uno de los primeros temas que me aprendí y que siempre, tarde o temprano, vuelvo a tocar en algún momento. En Colombia o en México recuerdo como lo coreaba la gente, fascinados, lo cantaban desde el principio como si fuera una salsa o una ranchera típica. Me tocó cantarlo en un bar de Morelia y quedé sorprendido cuando desde las mesas un grupo de parejas de treinta la cantaba entera.  Lo mismo en Medellin, esta ciudad de aires gardelianos, que la cantó conmigo una noche de enero en el Parque Lleras cuando un acordeonista transeúnte se animó a solear la melodía. 

Con los años entendí que para viajar a 1997 sólo tengo que darle play al track número 5 de Alta Suciedad y después me lleva a dar vueltas por el tiempo:a la pequeña cabina de radio con la consola, los primeros besos en el parque de la Estación, el grabador de mi casa y mis comienzos de cazador de canciones. Flaca, es un puñal en la espalda apenas suena. Es el tango de la nostalgia de los que tenemos 30 o 32. Veinte años pasaron y parecen nada para un clásico que siempre tiene el pelo largo de una juventud eterna. Una sociedad de fuego entre Goyeneche y Bob Dylan que conviven en el ADN del salmón, este porteño de ley, que cuando todos pensábamos que se quedaría por Madrid, volvió para siempre al barrio de sus canciones. Y ya sabemos que el que avisa no traiciona. 

Aunque casi te confieso
Que también he sido 
un perro compañero
Un perro ideal 
que aprendió a nadar
Y a volver al hogar

Para poder comer 

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