No hay muro en tu libertad

El reino de lo efímero es una maquinaria de sepultar ideologías. Sí, después del muro de Berlín y el auge del neoliberalismo vivimos tiempos de derrota cultural en gran escala. Sólo quedan vagos intentos de supervivencia. Yo, tu, él y cada vez menos nosotros. Pequeñas trincheras, entre olas que a esta altura son tsunamis porque son bombardeos masivos de información, falsa o veraz, en la era de la postverdad no importa. Nada importa. Sólo el éxito y el ejército de likes que cambian de bando cual camaleón del momento. Las mieles del éxito virtual en las que "ser equivale a ser visto" en un mundo de redes sociales para que se mire narciso. Un narciso, tres, mil, al infinito. 

En medio del bardo informativo el trabajo de sopesar, analizar y valorar es símil a la de un buscador de chatarras en un inmenso basurero. Corremos el riesgo de sangrar las manos y morir con óxido nitroso por ser porfiados buscadores de tesoros muertos. La pregunta es siempre si vale la pena el riesgo y la respuesta siempre será que sí cuando las pulsiones se encauzan 

Marcuse hablaba del hombre unidimensional en la década del 30 desde la Alemania de Weimar: esa república libre que fue la antesala y el contraste perfecto al Nazismo. Hablaba de un hombre estandarizado por las lógicas de una industria cultural asimétrica. No el nuevo hombre del Che a quien asesinaba la CIA hace casi exactamente 50 años -9 de octubre de 1967- en La Higuera de Bolivia. El hombre unidimensional es un hombre que por ejemplo se mimetiza con su objeto y ya ni siquiera está alienado porque se embobó con la cosa: su celular o su auto. "La razón tecnológica se ha hecho razón política". Y desde ese lugar replica el mundo. Sí, replica, comparte, copy-pastea y ya no crea absolutamente nada. Es una mera extensión del dispositivo y entonces dice Marcuse con la clarividencia de un siglo atrás:"Sin embargo, el desarrollo capitalista ha alterado la estructura y la función de estas dos clases -Burguesía y Proletariado- de tal modo que ya no parecen ser agentes de la transformación histórica".

Se reproduce el orden, hasta el infinito. La teoría exponencial de una red social como Facebook multiplicando éste mundo de la replica de un mismo hombre-mujer en cualquier rincón del mundo.

¿Cómo ser originales en tiempos de mímesis? ¿Cómo lograr la autenticidad dentro de la sobredosis de información y polifonía de voces que dicen de todo y no terminan por decir nada?
La respuesta está en la esencia. En la capacidad de abstracción y de conexión con la fuente de nosotros mismos. La visceralidad y el pensamiento en un tejido que si se conecta con el instinto creativo, tiene que ser único. 
Sino también existen las peores cornisas según Fromm: cuanto más frustrado se ve el impulso vital, tanto más fuerte se dirige la fuerza hacia la destrucción, mientras que cuanto más plenamente se realiza la vida, es proporcionalmente menor el riesgo de destruirse.

La lucha del hombre debe ser por la existencia. Y la tarea creativa es la manera más leal de contribuir con el mundo, porque significa una pequeña huella que propone un recorrido nuevo. Algo así como un camino de tierra entre tanta autopista. Un sendero distinto.   Ya no el cómo se narra, sino eso que se narra. El ojo puesto más en el infinito. La inocencia del niño que se sorprende ante la adversidad.
En el camino enseñó Kerouac al plasmar su prosa espontánea de su concepción errática por rutas inciertas del mundo, sea Denver, San Francisco o el desierto mexicano buscando la manera de decirnos que se cansó de la enajenación a la cual nos somete el mundo de cualquier búsqueda espiritual, el facilismo de una sociedad de consumo que sólo aspira al perfeccionamiento material. Es por eso que a veces toca separarse un poco de la civilización y
 buscar bocanadas de aire fresco en la vida silvestre de un viaje. 

Eso que llamamos libertad no es un  estado consciente. Todo lo contrario. Navega por los mares de la inconsciencia, por esa materia fina que nos aportan los sueños. Por ese animal instintivo que nos conforma el nagual -en palabras de Don Juan Malthus- y ahí en ese estado puro de trance, de borroneo de las formas, nos sumergimos en un océano creativo. Sublimación. El arte sirve para curar señala Jorodowsky, " el fin último del arte es curar a las personas".

Así lo veo a Shaman Herrera, un trovador patagónico y rebelde que deja su ADN en la nueva generación de músicos argentinos de este momento histórico post 2001. Porque eso que llamamos Rock Nacional pasó a tener nuevos emergentes. Lo veo a Shaman en Pura Vida o Niceto, metiéndose  en la profundidad del mar más austral de todos, mientras comienza una canción suya y el larga esa voz cavernosa con los ojos absolutamente cerrados o emite sonidos guturales  para luego reaparecer en un aplauso, decir lo que hay que decir,  y después volver a sumergirse en el agua. 
Lo mismo Santiago Barrionuevo -Santiago Motorizado- quizá el referente número uno de esta nueva movida de artistas independientes en el colectivo propio de su arte. Algo análogo a Los Redondos en los 80 o 90, ahora expresa El Mató a un Policía Motorizado como Los Espíritus de la mano de Maxi Prietto, en este nuevo anarquismo cultural con otro código de época. 

Tal vez sea una nueva hora del anarquismo. Otro de sus momentos. Si al final de cuentas la ley del eterno retorno sigue con su pólvora intacta. Sólo toca apelar a la intuición de la libertad. 

M.K

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