Cocer con palabras

Lo vio triste y le dio palabras que fueron frazadas para el frío. Le puso una pava a hervir para convidarle el fragor del mate: ese aljibe de nosotros mismos . Después, música. Siempre había creído que la música era el remedio natural del alma. "Por algo los mantras", le dijo, "por algo los mantras son curas ancestrales que tienen milenios encima". 
Sí, dijo él, que siempre había denostado los estados de bajón. Había esquivado la tristeza como una peste mala, olvidando tal vez que la nube de la alegría también puede ser tóxica como usar demasiado brillantina en el pelo o esos copos de nieve que comen los chicos en el Zoológico. " La ranura de la tristeza no se tapa con maquillajes. Es como una tos que no se esquiva. Un estornudo. Si la tragas, la bala se mete en los laberintos de tu cabeza y ahí queda haciendo trinchera", le dijo y lo vio asumir cada una de sus palabras.Sus excusas se le cayeron al suelo y quedaron ahí desparramadas. Había pedacitos de sus inventos por todo el suelo y ellos dos ya estaban neutros, en la humildad de reconocer la derrota.
¿Qué es perder?, ¿ no será que en esa caída o en ese peso que cae, algunas revoluciones buenas llegan a amainar la pérdida? Puede ser. Puede que entre todos esos átomos esparcidos, comience el artesano a armar su castillo de frases y de palabras.

M.K 

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