Mi bonsai

A veces pienso que escribir es plantar bonsais. Pequeños árboles arriba de una mesa ratona o de luz. O pequeñas masetas que están adentro de una casa, entre la cama y el living rogando que los rayos ultravioletas les bese los tallos o las hojas. 
Primero Fabián Casas con sus ensayos bonsai, después el chileno Alejandro Zambra con otra novela homónima que se pasa tan rápido como un rayo. Hoy apareció Kawabata, un japonés no tan de moda, con historias en la palma de la mano donde un micro relato viene con velocidad y moraleja. En 10 renglones como 10 rounds, el nipón te ofrece nocauts con literatura vivencial. Lo leo echado en la cama mientras me dejo atravesar por los rayos ultravioletas como una planta pequeña que se mueve casi imperceptible. Anónimos movimientos domésticos en un cuarto: el vaso de agua con burbujas, mi mano que lo alcanza, mi boca que siente el cosquilleo. Estornudo esta alergia de primavera, y después: el recuerdo es una hamaca entre una página y otra. Kawabata habla de la fragilidad de las mujeres jóvenes. Frágilescomo la vasija, las imagina cayendo al piso y los fragmentos que se desparraman como un rompecabezas. Ahí está el barro cayendo del libro a mi cuarto, siento como se esparcen por la madera sucia del piso, y yo que comienzo a buscarlos despacio. Los voy apilando de a uno, les voy inventando otras formas, hasta que el bonsai se vuelve museo en mi mes de luz. 

MK

Comentarios

Entradas populares de este blog

Vidas de porcelana

Aquel Peronismo de juguete- Osvaldo Soriano

Al Abrigo, cuento de Juan José Saer