Mestizo soy




Un viaje por las raíces de estas tierras argentinas que hacen a la mezcla. Entre pueblos originarios, europeos y negros se fue entretejiendo un crisol de razas dónde aún predomina un 56% con sangre nativa en su árbol genealógico. Testimonios, datos y curiosidades de nuestra sangre mestiza que merece ser revisada por nuestras generaciones.






Jesus Flores Walpaq/ Proyecto Lazo Urbano



“ Somos todos descendientes de antiguos
o modernos inmigrantes”, Ameghino.


La historia es la historia de los caminos. Imagínense cromosomas que serpentean por el ADN de todos. Rumbos y  pisadas nómades trashumantes que le dieron sangre a varias regiones y familias que más tarde pasaron a ser un país. Siempre definidos por el agua y la tierra. Al calor del sol y con el fuego de sus instintos.  Hubo cruzadas, guerras, batallas, negociaciones, aluviones, alianzas, rupturas , traiciones y sobre todo mezcla. La reacción que deviene en mezcla de sangre.
Las tierras de lo que se conoce como Argentina tuvo sus habitantes nativos. Aunque la Historia Oficial haya desviado el foco, anclado su estudio a la modernidad con la famosa frase de Juan Bautista Alberdi -“gobernar es poblar”- o la conquista de un desierto mentiroso; éste territorio que se extiende de sur a norte y alcanza un total de 3 .761. 274 km² tuvo sangre originaria que aún persiste en el 56% [1] de los argentinos  y nos transforma en un país mestizo. Un país de raíces amerindias. En La Pampa, La Mesopotamia, el Noroeste, El litoral, Cuyo y La Patagonia las raíces de más de tres generaciones esperan para que nos sumerjamos en un viaje por la identidad más autóctona y olvidada.
Mapuches, Araucanos, Ranqueles, Querandíes, Huarpes, Sanavirones, Pampas, Comechingones, Diaguitas, Guaraníes y Tehuelches.  Sus desprendimientos. Sus fusiones. Sus viajes de ida y de vuelta por caminos que zigzaguean en el mar del tiempo con la velocidad de una chacarera cada vez más vertiginosa que nos invita a preguntarnos de dónde vienen las semillas?

Se dice que las primeras tribus de cazadores fueron asiáticas y llegaron por el estrecho de Bering hace ya más de 30.000 años. Después comenzaron las migraciones internas hasta aterrizar en éste polo sur de Sudamerica unos 12.000 años después.
Lo cierto es que a principios de siglo XIX en las Provincias unidas del Río de La Plata había un total de 400.000 habitantes de los cuales una mitad eran comunidades originarias, y la otra mulatos/negros.
Perú, Bolivia y Chile tenían más densidad demográfica.

El diezmo negro

Los negros llegaron a fines del siglo XVI como mano de obra esclava a los puertos de Valparaíso, Río de Janeiro, Montevideo y Buenos Aires tras un largo viaje en barcos desde Angola, Guínea y El Congo. Sin embargo para 1871 las guerras de la independencia, la de la Triple Alianza y la fiebre amarilla porteña – San Telmo y Monserrate, barrios de tambor- diezmaron la población. Por la peste o por ser carne de cañón.
Hoy día la Argentina tiene un 3,5% de descendencia esclava lo que significa un 1.500.000 habitantes que en su árbol genealógico tienen algún componente mulato. En Corrientes – por ejemplo- hay un barrio que en guaraní dice Kamba kua: cueva de los negros.


 
El nomadismo



Cambia el rumbo el caminante,
Aunque esto le cause daño
Y así como todo cambia
Que yo cambie no es extraño
Todo cambia, Violeta Parra








Las criaturas de Ramón Haro Galli


Los Araucanos llegaron de Chile a la Patagonia y tuvieron un enfrentamiento feroz con los Tehuelches –gente del sur- a la altura del Río Limay. Se dice que por éste enfrentamiento, Los Pampas -que tienen una raíz más tehuelche que araucana- siempre fueron más aliados a los cristianos que los propios mapuches de quiénes también adoptaron su idioma por éste fenómeno transcultural. La Araucanización no fue un proceso de guerra sino más bien un aluvión: cruzaron la cordillera en busca de ganados cimarrones que poblaban el territorio pampa y patagón. 


Llegan los Araucanos

Corrían los años 1818 cuando los borogas –[2]desprendimiento de los Araucanos- llegan de Chile a la Provincia de Buenos Aires huyendo de la Batalla de Maipú que enfrentó criollos y españoles. Así cruzan 1600 kilómetros entre montaña y llanura para ubicarse en las Salinas Grandes – hoy Guaminí-  y  Sierra de la Ventana.  Allí el primer mojón marcado con lanza araucana.

En 1827 los hermanos Pincheira llegan de Chile con cien paisanos, y entre ellos José Baldebenítez quien estuvo con los indios del Cacique Mariano Rondeau –Boroga- hasta sus últimos días. Comienzan a tener una relación amistosa con Rosas, pero éste les desconfiaba. Temía de intenciones expansionistas. Entonces en 1834 encontró una prueba de traición y le encomendó a Calfucurá – aliado Pampa- destruir a los boroganos en el famoso asalto de Masallé.

Estaba el cacique Mariano Rondeau en Guaminí cuando llega una caravana de Chile:
-Señor nos manda nuestro cacique para decirle que viene en son de paz y a comerciar, que tanto él como los que lo acompañan es gente de paz y padres de familia- dijo uno de ellos con nítido acento mapuche. El cacique Rondeau los contempló atento, y luego manifestando su dicha con la visita anunciada, reunió a los capitanejos de las distintas tribus y todos estuvieron de acuerdo en recibir la caravana proveniente de  “la tierra de la lluvia”, como llamaban ellos a la parte sur de Chile.
No obstante, mientras se prepararon para anfitrionar: curanderos, adivinos y las mujeres ataviadas de los mejores trajes, la tropa visitante llegó en son de guerra. Sus lanzas mataron a todos los que se fueron resistiendo y el resto se desbandó para poblar otras tierras: Los Toldos y Valdés en el partido de 25 de Mayo.
Casi dos siglos más tarde, 20 familias descendientes de los Rondeau continua su reclamo por el reconocimiento de 4.667 hectáreas de tierra que forman una U entre el partido de San Enrique y Valdes, pertenecientes a la localidad de 25 de Mayo en la Provincia de Buenos Aires.


El norte tiene el fuego prendido

Cuando llegaron los españoles a ésta tierra se hablaba más el quechua y el aymara que los idiomas propios de acá. El indio de ésta zona fue conquistado por el Inca, en la cruzada de Pachacútec. Fue una conquista distinta a la española, fue un negocio e intercambio respetando los valores ancestrales. No existieron grandes tragedias. Entonces acá quedan nombres de otros tiempos en ríos, montañas, plantas. Y al igual que en Cusco, por estas tierras hay 10.000 años de historia.  Hubo un tiempo grandísimo de negación, pero no hace mucho tiempo -quizá desde Evo Morales a esta parte- hay un resurgimiento de las raíces andinas.
El que habla es Emilio Ramón Haro Galli. Ceramista, pintor y militante de la cultura andina desde Tilcara a Cusco trazando un surco permanente. De padres criollos, pero criado por mujeres nativas en el Cafayate salteño. Ahora desde su taller en la quebrada, mastica y piensa antes de soltar palabras con su acuso de coca en la boca explicándonos la mixtura. El ser kolla es una mezcla de diaguitas – con varias escisiones de tribus del norte: yavis, pumarmas, jujuyes, omaguas- y la cultura incaica. Todo hace a una cultura andina por el mismo camino incaico que llegó hasta Tucumán: nombre quechua  que significa hasta acá, del imperio Inca de cuatro regiones y divisiones que también bajó por línea recta hasta Mendoza por las montañas.
Jesús es Walpaq porque es un pájaro andino que vuela alto. Así lo quiso una ceremonia de ancestros diaguitas en el norte salteño. Jesús dice que el viaje de las raíces lo decide uno, es una elección, una identificación que el pecho siente o no. No necesariamente una herencia directa, él tiene una raíz boliviana por el lado de la abuela materna y  de ahí que una brasa empezó a hacerle arder la conciencia, y entonces desde su Salta querida fue metiéndose en un viaje artístico sin fecha de regreso. Pinceladas en la calle. En los barrios. En las escuelas. En las paredes pálidas de recuerdos en blanco. De grietas de ciudad y de pueblo. Ahí él pinta, suelta sus pájaros de pinceles para despertar a la pachamama en conciencia de color: Aquí y ahora un pintor, nuestro, ancestral, caminante de los que tienen dedos de guitarra y pincel: pinta. Qué fortuna pal pueblo. Despertarse con el color de sí mismo. Espejo real andino. Criaturas de sueños que tienen tierra, amor y duende.













Jesús Flores Walpaq (Muralista A) y su proyectos de Lazo Urbano


Rompiendo silencios
 
Ella dice que hubo que luchar contra el silencio. Que hay que seguir luchando, incluso contra el peor de todos los males: la falta de memoria. Que no averiguaba de sus raíces pero un buen día en su pueblo patagónico se chocó con novedades: “yo soy prima de tu mamá, yo soy  la tía”.

-Eso me pasó a los 15 años, yo me acuerdo que volví a mi casa a contar con la gente que me había encontrado. Gente que era mi familia, que yo encontré sin ningún tipo de intención, ese fue el primer encuentro que me generó muchas sorpresas. Después con el tiempo armé un árbol genealógico: mi mamá me ayudó a armarlo diciéndome por ejemplo mi tío se casó con fulana pero después se separaron y se casó con mengana entonces así se genera un nuevo apellido. Los Ropa, los  Sayhueque, apellido de mi tatarabuelo que fue un cacique mapuche, que mi mamá no portó ese apellido, ella es Roldán, el apellido Sayhueque lo tenía su abuela.
Yo tengo 29 años, estoy siendo consciente que en mí giraron y giran dos mundos completamente diferentes: el mundo de los gringos y el mundo de los negros. El mundo de los dioses, de las iglesias y el mundo de la tierra. De la semilla. Y otros dioses. No se bien como se lleva esto de ser mestiza- cuenta Cecilia Bruni,  profesora y estudiante de biología, 29 años, sentada en su patio de Puerto Madryn mientras contempla su almendro que jamás pudo volar el viento patagónico. “ Cuando era chica lo abrazaba por temor a que se volara, pero después me di cuenta que las raíces nunca se vuelan”. Siempre están ahí. Esperándote. Esperándonos.

Matías Kraber




[1] Estudio del Servicio de Huellas Digitales Genéticas de la Universidad de Buenos Aires, a partir del análisis de casos en 11 provincias.
[2] Palabra que proviene del mapuche y significa arroyo donde hay huesos. 

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