Ideas como peces

No sé, pero tengo la sensación que esa diagonal es un bulevar del tiempo. Un pasadizo a otra fecha, un umbral de la memoria que sabe a naturaleza muerta que en realidad está llena de vida. El tipo estaba ahí, era un tipo de boina italiana, mezcla de ferroviario con tango. Me esperó al final del camino en un banco de madera rojo que estaba a los pies de un árbol de otro siglo. Había visto a los dos en otra parte, por un momento tuve ese desliz onírico: una postal, una suerte de cuadro perfecto que se entretejió entre viajes, sueños y realidad. "El problema pibe, cuando cambias de dimensiones es que ya no sabes en cuál estás, pero que existen, existen", me dijo apenas me le acerqué y escuché a su voz demasiado familiar, prima hermana de otras tantas voces. Me senté al lado suyo y fue como pescar de fondo: una pesca más anónima y silenciosa que también era una metáfora de otra cosa. Había silencios largos que de pronto se cortaban con el croar de las ranas, sí ese sonido de tapas de gatorade al unísono. Tapitas que percuten algo que puede ser el agua y tiene un mantra agudo viajero. No había boyas flotando, ni cañas literales. Estábamos ahí como en posición de pesca y esa pesca era mucho más imaginaria de la cuenta. 
- ¿Sabías lo que decía Lynch?- me dijo el viejo que ahora tenía cara de marinero.
-No- respondí yo 
- las ideas son como los peces. Si quieres pescar pequeños pececitos, puedes permanecer en aguas poco profundas... Pero si quieres pescar un gran pez dorado tienes que adentrarte en aguas bien profundas- me dijo el viejo, más de noche, cuando se asomó la luna y parecía un farol sobre las ramas del árbol y yo sentí que el arte me estaba dando otra señal.

Matías Kraber

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