Bacci es también morfar la historia

Sobre un plato de cocina italiana una postal de la vida misma. Giros de historias sobre una pizza que chorrea una muzza transpirada, la soda para suavizar el moscato, el cuchillo y el tenedor, el hombre que come solo y no espera. 
Había escrito un comienzo sobre este epicentro platense que debe arañar los 70 años de vigencia por La diagonal 79. Pizzería al paso de los comensales futboleros del pincha o el lobo que vuelven de partidos en 1 y 57 o 60 y 119. 

Sede de encuentros, parroquianos por doquier o paracaidistas de los que caen solos después de vaya a saber qué hicieron. Como Barreda que llegó al mediodía del 15 de noviembre de 1992 luego de cometer uno de los homicidios más emblemáticos del policial argento. Se sentó sobre la ventana y pidió dos porciones de espinaca. Después, hizo la digestión en silencio y se fue como en un día cualquiera.
O Norma, que hizo de cajera en algún tiempo en el que era un secreto a voces las juntadas de Montoneros en estas mesas cuadradas que se apilaban para la reunión vespertina. "Néstor y Cristina también venían", me dijo Flito un mediodía de 17 de octubre que se festejó acá con compañeros empleados de comercio.
"Si no es verdad, queda lindo", me tira el Profe de Historia de Aca Latina, Ogando, vecino histórico de este sucucho llamado Bacci que no acepta dualidades: o amas la pizza al molde, sus baños warrior, el plato de madera y los vasos de casa de abuela; o lo odias porque sos fan de la pizza a la piedra y un confort más de cita perfecta.
Yo, la mística. Acá me siento y viajo con las caras y los personajes. Las charlas que se enhebran con ese tacto de Fontanarrosa. El fútbol, las chicas, la política y un arsenal de nombres de antaño que suenan en esta fonola del tiempo. Formaciones de equipos que se recitan de memoria, voces con gangrena, vino tinto de ocasión o el dulce del moscato para jugar en línea de tres con la muzza y el fainá.
El mozo se parece a Larry de los tres chiflados. No anota. Memoria de elefante tiene, pasa un trapo en una mesa que dejó sus restos de porciones sin terminar y enseguida pregunta qué quieren a los nuevos que están parados esperando ocupar el espacio. Después, sigue con la otra mesa y la otra. Después le recita al pizzero que abre las puertas del horno dantesco donde se cocinan 150 pizzas por día en una jornada de las normalitas.
Hugo, su fundador, falleció hace unos 8 meses y ya había dejado las cuentas claras con parte de su familia para que siga este negocio de la tradición italiana en la misma diagonal que un 17 de octubre de 1945, una masa imberbe vino marchando desde Berisso para fundar el peronismo. Hugo, peronista de ley, se regocijaba de ello. Pensaba que mientras la historia posmoderna se traga la identidad como snacks, él dejó un lugar, siempre detenido, en el que se morfa con el sabor de las buenas costumbres.


Matías Kraber

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