El centro de la verdad

Un solo de trompeta contra la eternidad. Ese boop de los negros que se plantan en la proa del escenario y empiezan a largar melodías de bronce como un instinto de supervivencia. Un soplido negro que va del alma a la boca, una boca que se hincha, se deforma, y va diciendo. Te va cantando la justa. Un rapeo pero en clave de sol de trompeta. Un jazzeo natural que es el arte de la improvisación de la vida misma. Jack Kerouac aprendió a escribir así su prosa espontánea: sus libros son diamantes telepáticos. Una frase que dispara hacia un centro y todo el tiempo hay un centro. La trama es la vida misma, no el desenlace. El desenlace es casi el cliché del éxito, y lo importante siempre está en el medio como una fuerza hipnótica que conduce hacia la médula del sonido y la sensación de que la esencia siempre está ahí como un hombre alumbrando la oscuridad con una luz portátil. 

Kerouac camina por un sendero fangoso camino a Big Sur y sólo tiene una linterna. Las estrellas están tapadas por una densa capa de nubes violetas. No hay parpadeos de estrellas, la luna también se alunó y quedó escondida. Sólo una pequeña luz a pilas que va abriendo el camino como un machete. Pequeños pasos de un viajero solitario que improvisa su sendero contra el peligro de una noche oscura como la boca de un zorro. Ahí va, con una linterna como una trompeta haciendo un solo desde la nada, desde el hoyo profundo, en la que deja a entrever algo que parece una verdad como un templo: “la poesía es la única verdad”.

MK
 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Vidas de porcelana

Aquel Peronismo de juguete- Osvaldo Soriano

Al Abrigo, cuento de Juan José Saer