"Legisladores e Intérpretes" Un libro de Zigmunt Bauman que recorre el rol de los intelectuales en los grandes procesos históricos.


Zigmunt Bauman focaliza en el rol de los intelectuales dentro de la sociedad en diferentes procesos históricos: La modernidad y la Posmodernidad. Dos períodos gobernados desde distintas ópticas; por un lado desde las lógicas del absolutismo y por otra las del relativismo. Distintos pasajes de tiempo donde el Intelectual en un primer momento es un legislador porque produce afirmaciones de autoridad que arbitran en las controversias y seleccionan las correctas; y luego se transforma en Intérprete porque se limita a traducir enunciados de una comunidad para que otra lo entienda. Impide la distorsión de significados.
El texto tiene un entrecruzamiento constante entre grandes pensadores de la modernidad y posmodernidad, que cumplen una suerte de complementación teórica a los planteos de Bauman. Utiliza al revisionismo histórico como un elemento de contextualización que permite analizar con mayor precisión los períodos para trazar comparaciones sociológicas y filosóficas, sobre la concepción del mundo y de la sociedad en los períodos en cuestión, ya que considera a los cambios de variedad intelectual dentro de contextos determinados. El autor marca las deficiencias y virtudes de los distintos períodos, sin caer en meros juicios de valor, y trata de entender sus aperturas, rupturas, su prolongación en el tiempo y el papel que ejercieron los letrados.
Toma como punto de partida, y como el momento clave en la historia donde se conformó y se acuñó el término “intelectuales”, a la modernidad: período donde se rompe los cimientos del feudalismo monárquico y se suplanta por sistemas políticos Estado-Nación que Francia experimentó y fomentó bajo las consignas de la Revolución Francesa. El autor plantea que por siglos el mundo estuvo regido por el pensamiento moderno, impulsado por un grupo selecto de la sociedad, “Les Philosophes” a quienes Bauman les adjudica la metáfora de “Legisladores”, porque eran los que fundaban los valores a reproducir socialmente a través de un consenso limitado
Bauman, toma a la modernidad como una época donde se desechó a las supersticiones y a los saberes divinos que ataban a los pueblos en el estancamiento e ignorancia; y paralelamente se encendieron “las luces”. El dominio del hombre sobre la naturaleza, los progresos materiales conquistados a través de la tecnología moldeaban un nuevo tipo de sociedad regida por la razón. Entendían a las innovaciones producidas por la ciencia como un mecanismo propicio para el fácil y eficaz uso del poder. Había que generar un traspaso de “culturas silvestres”; producidas por inercia, a “culturas de jardín”: culturas cultivadas que sólo podían ser sostenidas por un personal literario y que debían supervisarlas y vigilarlas eternamente.
De esta forma, según el autor, el pueblo quedó destinado a ser un receptor pasivo, espectador de los acontecimientos públicos. Su entusiasmo era admisible pero su participación sería condenada como estupidez o grosería. El pueblo tendría que perfeccionarse a través de la educación, pero su progreso estaba controlado desde la cúspide por los intelectuales; el pueblo debía aprender a obedecer a las nuevas normas para generar una estabilidad en el sistema. La educación en la modernidad, según Bauman, cumplía la función de que las generaciones con secuelas del pasado puedan recibir las bendiciones de la razón. Por lo mismo la clave estaba en cambiar a las elites educadoras; que en la época precedente a la modernidad había sido la Iglesia. “Les Philosophes” concebían a toda cultura que no fuera occidental y blanca, como atrasada, primitiva y peligrosa. Existía un fuerte contenido elitista, etnocéntrico y universalista en su concepción del mundo. Creían que ese tipo de sociedad debía ser aplicado en cualquier espacio; había que subsumir a todos los grupos sociales “atrasados” a la causa del progreso, invocándoles valores y normas que mostraran la superioridad a sus tradiciones locales. Bauman profundiza sobre esta cuestión planteando el origen noble del término civilización, y cómo “Les Philosophes”, lo retomaron y le imprimieron otro significado.
Esta concepción de la educación en “Les Philosophes” muestra claramente su intencionalidad de legislar, organizar y regular más que por difundir conocimiento.
El Autor señala que las grandes esperanzas del siglo XVIII; donde se creía en el progreso ilimitado de la humanidad, fueron frustraciones en el siglo XX. Finalmente no hubo un correlato entre los postulados de los letrados de la modernidad y la entrada al siglo XX. El mismo progreso de la ciencia fue lo que le dio el tiro de gracia a la época moderna.
El posmodernismo nace como una dictadura de las necesidades, y rompió con la ilusión intelectual moderna de que el mundo social sea hospitalario para con ellos; desvinculó poder y discurso, porque el estado halló formas mejores y más eficientes de reproducir y fortalecer su poder. El intelectual quedó anclado a la actividad de Intérprete, a traducir correctamente los enunciados entre culturas para generar la comprensión adecuada.
La posmodernidad presentó un mundo bipolar, dicotómico ideológicamente, que liquidó al intelectual y lo relegó en su función social. Para Bauman la URSS, aniquiló al intelectual como clase, y el mismo estado se encargó de difundir los valores. En tanto con respecto a la potencia Norteamericana, el autor sostiene que el mercado fue el artífice de su destrucción o descalificación; ya que se convirtió en juez formador de opinión y verificador de valores, expropiando a los intelectuales de su función históricamente determinada.
El apogeo de la ciencia y de la tecnología, condujo al mundo del “supermercado cultural” donde todo está permitido, todo es una gran coexistencia de valores y normas. Para ilustrar este periodo Posmoderno, Bauman toma como ejemplo al Arte, ya que fue el punto de partida de la apertura del mismo. Se produce una dificultad de establecer jerarquía de valores, lo que Burguer interpreta como:”La destrucción de la posibilidad de postular como válidas determinadas normas estéticas”. El arte posmoderno rompe con el carácter científico del arte moderno, donde los estético era impuesto desde la clase ilustrada. Se caracteriza por su falta de convicción y por su impureza, lo que le concede ciertas cualidades anárquicas.
El Posmodernismo está regido por la “cultura de masas” o por “la cultura consumista”; lo que determina imposible un consenso a escala mundial. Bauman sostiene que la posmodernidad está gobernada por el imperio de las masas, donde el mercado crea necesidades artificiales permanentemente y la moda es el “orden fundamental” del sistema.
Es un mundo de pocos referentes grandiosos y muchos héroes efímeros, que actúan dentro del mercado, y que le quitan lugar al intelectual legislador. Murió el puritano, el sujeto ideal del modernismo, con valor moral y tendiente a buscar la perfección, y emergió la “personalidad remisiva”, desde términos de Carroll, que anularía la herencia de los valores, y la primacía de instituciones y personalidades. La actualidad exhibe para Bauman, un mundo institucionalizado que bajo la tutela del mercado plantea lo verdadero y lo falso, lo bueno y lo malo. Es la máxima autoridad que convalida valores; y que según Bourdieu, cambió el modo de dominación: de la represión a la seducción. Bauman considera que “las nuestras son las naciones de los seducidos y los reprimidos; de quienes tienen la libertad de responder a sus necesidades y quienes están obligados a cumplir normas”.
Bauman interpreta que el proceso de racionalización que formuló la modernidad llevó indeclinablemente a la “fragmentación extrema de los lugares de la autoridad”, la disponibilidad de la tecnología permite autonomía en torno al sistema, y deja al mercado como el único vínculo entre los lugares.
Por ende, desde la óptica de Bauman, el Modernismo acechaba con una lógica universal impuesta desde arriba que tildaba de inferior a la cultura no occidental, pero había un sistema de normas y valores respetados y el sistema era ordenado. En cambio, si bien el posmodernismo abraza la pluralidad, respeta la diversidad cultural y democratizó los campos de poder donde se obedecía a las imposiciones de “Les Philosophes”, condujo irremediablemente a la anomia, a un sistema irracional, donde priman necesidades superfluas impuestas por las lógicas del mercado, que son ellas mismas las que generan que el sistema funcione y se reproduzca normalmente. El mundo posmoderno para Bauman también marca el principio del fin de las utopías, donde se desacredita toda mirada sobre el futuro. En la posmordernidad ningún grupo o categoría social, dominante o que intenta la dominación, parece demandar versiones autorizadas de la verdad, el juicio o el gusto que son capaces de proporcionar los intelectuales; y Bauman considera que pese a esto, los intelectuales siguen teniendo la función de llevar el proyecto de la modernidad a su cumplimiento.”La legitimización del sistema social debe volver a ser una cuestión de debate público; una vez que esto suceda, lo que resultará ha de ser necesariamente la presión sobre el sistema para que se legitime en términos de valores orientados hacia la persona y no de logros de la mercantilización”, de esa forma según Bauman se lograra la emancipación prometida por el proyecto de la modernidad, asfixiada por las privatización creciente de los intereses individuales de la Posmodernidad.
Por Matías Kraber

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