Esa fue usted mi muy querida señora mía
Casi no lo recuerdo bien, pero me parece que usted quiso en algún momento tomarme de la mano durante la escena esa del asesinato, yo obviamente en ese primer momento traté de que usted se diera cuenta de lo que estaba haciendo y le dije algo así como “vos tenés que pensar que es todo ficción”, a lo que usted muy descontenta y desilusionada me respondió “claro, ¿y la magia?, vos que querés ser escritor deberías estar aterrado”, recuerdo en particular esa frase porque enseguida, me di cuenta de que si realmente quería ser escritor debería vivir con mas intensidad y mas realismo las ficciones. A usted no le tomó mucho tiempo convencerme de que llevarnos de la mano tampoco era tan trágico como yo me temía y aunque me reconozco bastante hosco para el romanticismos, sobretodo a esa edad, ya no me preocupaba por lo que dirían los muchachos cuando pase con usted por frente al bar. También me cuesta recordar algunos detalles de esa noche del baile en el club de Temperley, pero muy en claro tengo que su vestido esa noche era de color lavanda y que llevaba una cinta en el pelo haciéndole juego con la cartera y los zapatos, no me acuerdo exactamente si usted llegó primero o si yo lo hice, pero el asunto fue que cuando salimos a bailar a mi me hacía un poco de gracia las caras y las muecas de los muchachos mientras yo la llevaba de la mano, a usted no le debe haber hecho nada de gracia porque enseguida me puso puchero y me miraba con el ceño fruncido y a mi que tanto me gustaba que usted me mirara con esos ojos de enojona, después algunos chistes, algunas paráfrasis de Neruda al oído, alguna mano que se resbala por la espalda mas de lo permitido, un quejido y enseguida la sumisión, la reciprocidad del acto de las manos, de los labios. Nos costó un poco más despegarnos los cuerpos esa vez, no como la noche del autocinema que estábamos turbio y temerosos, no, esa segunda vez fue cómica, nos divertimos mucho, nos juntamos las almas para sacarlas a jugar un rato por la habitación, a usted le causo mucha gracia que mis calzoncillos tengan esas figuritas de estampillas y a decir verdad a mi al principio me pareció un poco vergonzoso haberme llevado justo esos calzoncillos, sin embargo sirvieron para romper el hielo de esa segunda vez, que nos encontraba mas parecido a lo que realmente éramos: dos niños buscando querer amar como aman en las novelas y estoy seguro que lo logramos, porque solamente los niños y los jóvenes pueden amar como se aman en las novelas, porque solamente ellos pueden sentir el amor de verdad.
Mas adelante llegó Mateo, con un aire tímido y de desnutrido, pero dispuesto a quedarse para siempre con nosotros, con él tuve que salir a buscar un trabajo de verdad y no dedicarme mas a meter de prepo un cuentito de vez en cuando en alguna revista por chauchas y palitos, así llegue al periódico y a esas interminables horas de edición y de compaginación y usted sola con Mateo pasando andá a saber que penurias mientras yo encerrado en la oficina con la Remingtones, dale que dale a la teclas, sin verlo crecer a Mateito sin verla a usted ponerse de nuevo el vestido lavanda ni la cinta en el pelo, sin volver a sacar a jugar nuestras almas por la habitación. Dejaba pasar los días como facturas bajo la puerta, los dejaba escapar como las hojas amarillas de otoño le escapan al verde del verano para echarse a volar por ahí.
Yo creo que fue en esa época que empezó todo lo de la neumonía de Mateo y usted que me debió haber dicho en algún momento y se habrá quedado esperando que le de una mano, pero yo dale que dale con la Remingtones, y cuando me quise acordar ya estaba cambiando a Mateito para ponerlo en el ataúd, supongo que yo me hice cargo de esa tarea que es la más traumática un poco para que usted no tenga que pasar mas penurias de las que pasó y otro poco para lavar mi conciencia, pero en este momento me doy cuenta de que la conciencias no se puede lavar, no es como un trapo o una prenda de vestir que uno lava y se la vuelve a poner como quien no quiere la cosa y después sigue por la vida con la conciencia limpia y la ropa sucia, la conciencia cuando se ensucia es imposible volverla a lavar, es como una cicatriz que a lo largo del tiempo se empieza a tornar invisible a simple vista, pero solo basta ponerse a mirar un poquito el cuerpo y enseguida salta a la vista, algo que no debería porque estar allí, pero que está por culpa mía y es imposible sacarla, es imposible ignorarla.
Creo que la muerte de Mateo con sus cortos dos añitos fue el disparador de esto que hoy le digo, no es difícil darse cuenta de que todo lo que nos sucedió después tiene que ver con ello. Las eternas noches que la encontré llorando en la cocina con la mamadera preparada, lavando los pañales o enjuagando el chupete, llorando (obviamente llorando), porque si alguien estuvo viviendo o tratando de vivir esa pesadilla durante tanto tiempo, esa fue usted mi muy querida señora mía. Recuerdo que para esa época las cosa en el periódico se complicaron un poco más, llegaron los milicos a decirnos que debíamos escribir y que no y eso a mi, usted me conoce, no me gustó para nada y también sabe usted que de ninguna manera yo iba a dejar de escribir las cosas que venía escribiendo, y así me dejaron tecleando de patitas en la calle. Y cuando las cosas parecían tomar de nuevo un curso normal, los doctores le diagnosticaron ese maldito cáncer de mamas, que bien pudo haber sido la síntesis de todo el daño que hice. Y mientras yo seguía pegado a la Remingtones y usted se moría por dentro, envenenando los jugos de su alma con mi enfermedad del corazón, y andá a saber cuantos dolores se habrá aguantado sólo por no hacerme rabiar a mí con mi estupidez del periódico, se fueron destiñendo la casa, el barrio, las plazas, mientras a usted se le apagaba la luz.
Tan sola que estuvo siempre y todo por mi maldita compañía, por mi enfermiza compañía.
Hoy le hablo a usted acostada como dormida, con su vestido lavanda y esa cinta que tan linda le queda en el pelo, también yo la vestí hoy, le compré ese ramo de jazmines que a usted tanto le gustaba y le puse algunas flores en el pelo. Le dejé escondida dentro de la cartera la mamaderita para que le prepare la leche a Mateo, yo le prometo que apenas termine con el asunto del periódico voy a estar con ustedes.
Por Juan Marcos Gutierrez
Comentarios
En la boca NO!
sabados 22 hs. FM La Tribu 88.7